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Vale la pena perdonar?


Enviado por   •  8 de Febrero de 2018  •  Ensayos  •  2.109 Palabras (9 Páginas)  •  199 Visitas

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Ensayo de Español

 Hamachi Nieto

¿Vale la pena perdonar?

Era de noche, hacia frio,  y a mi lado un fuego moribundo se mostraba radiante ante el destino fatal que lo esperaba. En frente de mi había un rostro arrugado que en medio de la oscuridad contaba una historia, su voz dulce y suave viajaba en armonía con el movimiento de aquella débil flama, que bailaba acariciada por el viento.  La voz, contaba como en el interior de cada sociedad,  hay una batalla, una batalla interna entre dos lobos. Uno negro de ojos rojos y boca rabiosa, que nació de la unión de la ira y la tristeza del pueblo; en el camino de su vida conoció de pesar,  avaricia, y sin querer se enamoró de la soberbia,  confundido,  extraviado y oprimido por los celos, el resentimiento y las mentiras, el lobo cayo en la oscuridad,  se llenó de culpa, falso orgullo, superioridad y ego. El otro lobo, blanco, sereno y en paz había nacido de la unión de la alegría y el amor de aquellos que soñaban con un futuro mejor,  en su corto vivir se llenó de verdad, compasión, benevolencia y generosidad. Estos dos seres pelean constantemente,  pero la batalla siempre  tiene un resultado diferente en cada sociedad,   el  lobo victorioso es aquel al que el pueblo decida alimentar. Al escuchar esto no pude dejar de pensar en Colombia, un pueblo asolado por la guerra, por el lobo de la ira, una patria que se desangra, pero que sin embargo, aún tiene esperanza, una patria que sin piernas aun camina, un lobo blanco que agoniza bajo la trémula luz de su bondad, pero que aun así sigue dando batalla. ¿Cómo fue que la violencia y la ira se tomaron nuestra patria?,  ¿Cómo fue que el pueblo colombiano se volvió esclavo de su propio rencor?, ¿Cómo llegamos a este punto, donde nos parece normal ver violencia y sangre a diario?, pero la pregunta que de verdad importa es  ¿Se puede parar la violencia en este país? La respuesta se encuentra en las lágrimas de aquellos que han perdido a alguien por causa de la guerra, y que en su dolor pudieron  amar a los seres que les hicieron daño.  Más concretamente necesitamos aprender de aquellos que vivieron es su piel la violencia y que aun así, son capaces de tomar a sus victimarios entre sus brazos y  convertir el odio, en perdón.  Este escrito intenta buscar una hipótesis de como la violencia pueda parar, en el país del realismo mágico.

Cuando digo amar no aludo a la trillada palabra que evoca corazones y gente superficial, de sentimientos plásticos, cogidos de la mano, cantando  en una llanura soleada  como si todo fuera perfecto,  me refiero a algo mucho más real y doloroso,  pero antes de explicarme quiero mostrar como un pueblo de sueños utópicos y corazones radiantes se sumergió en un mar de sangre y putrefacción.  El periodo de Violencia se sitúa comúnmente entre 1948 y 1958, y se dice que su detonante fue el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, hecho que desencadenó gritos de furia y  llanto, que quemaron la ciudad  y  que con su dolor hicieron que ese día se recordara hasta ahora como el Bogotazo. Sin embargo, estas tierras en las que ahora nos paramos indiferentes, sin memoria ni conciencia se han manchado de  sangre desde mucho antes, se estima que en el siglo XVI los españoles y los portugueses consiguieron sin cámaras de gas ni bombas hacer desaparecer entre sesenta y ciento cincuenta millones de indígenas en América latina. "¿La mayor masacre de la historia de la humanidad?, eso ocurrió aquí, ahí en nuestra Latinoamérica y ni un triste museo del holocausto”, detalló John Maximino Muñoz Téllez, especialista en Cultura Indígena Latinoamericana. He aquí la primera mancha de sangre en nuestra historia, el primer acto de violencia, los ríos  se llenaron de sangre, los españoles tomaron nuestras tierras y  la guerra ceso por un corto periodo tiempo, pero luego, el pueblo colombiano  decidió  que se podía  ser independiente y lleno de valentía, pujante y guerrero como es  entro en otro conflicto, al fin y al cabo la paz no es más que un periodo de confusión entre dos guerras. El resto de la historia todos la conocen, el pueblo colombiano se  liberó del  rey español para caer en manos de un rey Colombiano disfrazado de Presidente, oscuridad, fuego y llanto se tomaban  las calles mientras dos ideales políticos chocaban entre sí, conservadores y liberales, ensuciaron de tristeza todo un siglo.

El tiempo pasó sin cesar como el demente flujo de las nubes en el cielo: Muertos por todas partes, una guerra de 32 meses, un golpe de estado, llanto, un dictador, sangre, un intento fallido de agrupar dos polos opuestos, jóvenes de ideas puras toman  las armas un 19 de abril  para luchar contra un gobierno que no ve, no entiende y no escucha, en 1964 luchadores incansables forman un ejército de liberación nacional, guiados por los ideales de hombres que vivieron en otras épocas. Luego  una tarde en el sur del Tolima algunos hombres sueñan con un futuro mejor, pero los ideales con el tiempo se enturbian de  oro blanco y dinero negro. La ira creo más ira y cansados de los abusos los terratenientes se unen para defenderse, gestando lo que ahora conocemos como paramilitarismo. Años después un hombre de sonrisa macabra y  figura robusta  asola al país con su arrogancia, sus bombas, y su ejército de sicarios, torrentes de luz que daban esperanza son opacados por las balas del silencio; miles de madres pierden a sus hijos, miles de hijos pierden a sus madres, rostros de ceniza se toman los periódicos y los televisores, y por el otro lado una guerra de medio siglo termina con la sensibilidad de la gente; y así llegamos al día de hoy, donde una sociedad de labios falsos, y corazón de piedra, sin memoria ni conciencia, de palabras venenosas, dice con un superfluo orgullo que vive en la edad de la paz, que ya no hay rencor, que la guerra es cosa del pasado, que todo está perfecto; firmar un acuerdo de paz no hace la paz, de hecho Colombia ha firmado al menos cinco en los últimos treinta años y aun así el país no está en paz.. Una sociedad que cree estar en paz mientras en el gobierno seres oscuros hacen lo que quieren con el país escudándose en las leyes, matan, roban, y se burlan del pueblo,  un pueblo ignorante y mediocre, que se mueve como un camada de roedores, sin pensar, guiado solo por la avaricia y el consumismo, y que encuentran su felicidad  en lo material.

Nuestra nación  no está en paz porque en la guajira la gente se muere de hambre y sed, día a día la criminalidad sube en cada ciudad, hora tras hora la gente se vuelve más indiferente y sus rostros se tornan tristes y oscuros, no estamos en paz porque el odio ronda por las calles. No habrá equilibrio mientras nuestros periódicos aun titulen “ELN estaría tras atentado contra estación de policías en Barranquilla”, o “Alias ‘Kevin’ acepto haber disparado a mujer embarazada durante robo en rosales”, No hay paz verdadera mientras quien lea este intento de ensayo siga ahí sentado, indiferente, sin hacer nada. No me malinterpreten,  el terminar una guerra de más de 50  años es un gran paso, y ver a victimas abrazando a sus victimarios me hace sentir que aún hay esperanza, pero no estamos ni cerca de alcanzar una paz real, a esto quería llegar; la única forma de parar la violencia en este país y poder ver a los ojos a otra persona sonriendo, sin sentir miedo es perdonar.

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