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Wallace-darwin


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  2.586 Palabras (11 Páginas)  •  425 Visitas

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Aria para 2 científicos

DARWIN Y WALLACE

Se dice por ahí, que las ideas científicas deben ser falsas porque son peligrosas. Veamos un ejemplo: Año de jesucristo de 1859, 24 de noviembre por más señas. G. Murray, editor de libros científicos de la época publica la teoría evolutiva de un tal Charles Darwin en un libro que es mundialmente conocido como El origen de las especies.

El macroesfuerzo editorial que se realizó para ese entonces permitió realizar un tiraje de 1250 ejemplares que se agotaron el mismo día pese a que Darwin en una carta que envió a otro tal Charles, pero este Lyell en septiembre de ese año, decía con harta ingenuidad o ¿modestia?: “Murray ha impreso 1250 copias, lo cual me parece una edición demasiado voluminosa, pero espero que no sufra pérdidas.” De tal evento que sentó las bases de la biología moderna podemos derivar una pregunta: ¿cómo demonios se agotó la edición en un sólo día? y 2 afirmaciones: 1ª.- que Darwin tenía, no se si por su herencia inglesa, la modestia de una señorita victoriana. 2ª.- y pensar que todo comenzó con una carta.

La carta a la que nos referimos fue recibida por el tal Charles Darwin el viernes 18 de junio de 1858, el remitente era un tal Alfred Russel Wallace un joven naturalista que trabajaba en el archipielago malayo. Después de una aguda crisis de fiebre, Wallace se había levantado de la cama para escribir un pequeño ensayo al que intituló: On the tendency of varieties to depart indefinitely from the original type (Sobre la tendencia de las variedades a diferenciarse indefinidamente del tipo original): al terminar su trabajo Wallace escribió una carta a Darwin en la que pedía su opinión y la consideración de que hiciera llegar, si lo creía conveniente, su trabajo a Charles Lyell, quien era un eminente geólogo amigo de Darwin. Es de destacarse el hecho de que la carta enviada el 12 de marzo tardó 99 días en llegar a Inglaterra y su impacto fue...¡devastador!; Ch. Darwin escribió el mismo día que la recibió una nota para Lyell que revelaba su consternación: “Sus palabras han resultado ciertas, con el agravante de que se me han adelantado .” ¿En que se le habían adelantado? Pues en la primicia sobre la teoría evolutiva, puesto que Wallace exponía un resumen de las ideas que le había tomado más de ¡20 años elaborar a Darwin!, quien por cautela o inseguridad no las había publicado. Imaginemos el montaje de la tama perfecta que generó esta circunstancia: por una parte, el tal Darwin, entonces contando con apenas 49 años, acumulando las evidencias de una vida para proponer la teoría más revolucionaria desde que Newton transformó el pensamiento científico. Por la otra un joven (el susodicho Wallace) que a sus 25 años había tenido un chispazo genial, una iluminación en la que invirtió la cantidad de ¡2días!, y lo daba a conocer por medio de la dichosa carta.

La prioridad de las ideas efectivamente correspondía a Darwin quien llevaba muchos años pensando sobre el asunto. El 14 de mayo de 1856 había iniciado un libro en el que explicaría su teoría, que fue interrumpido en junio de 1858 cuando recibió la carta. Sin embargo, aquí me parece que ese no era el punto; Wallace sin conocimiento de la teoría darwiniana SÍ había transmitido sus ideas y en consecuencia podría: a) asumir la paternidad de la teoría, o b) confiar en una respuesta que con tres gotas de mala intención podría ser interpretada como un plagio desvergonzado: “¿Qué cree? ¿Qué le cuento que lo que usted recién me expone ya lo había yo pensado?”.

Si yo hubiese sido Wallace, ante la pobre evidencia presentada por Darwin, lo agarro y me lo llevo al ministerio público y lo demando de tal forma que sería hora en que todavía sus tataranietos herederos me estarían pagando (o a mis herederos) el plagio que realizó su abuelo. Pero afortunada o desafortunadamente ni fui Wallace, ni soy inglés, ni tengo 25 años y mucho menos, soy un caballero.

Analicemos, con su venia lo que considero un desarrollo fascinante de los hechos que dieron origen a tan traída y llevada publicación de la teoría del origen de las especies. Veamos:

el 1 de mayo de 1857, Darwin escribió a Wallace: “Es realmente imposible explicar mis teorías (en la extensión de una carta) sobre las causas y medios de variación en estado de naturaleza”. La demostración de que se equivocaba la recibió por parte de Wallace un año después. Es decir, era perfectamente posible explicar la teoría en una carta.

El 18 de junio de 1858, día en que recibe la comunicación de Wallace, en una amarga carta a Lyell, Darwin tira la toalla en el primer round: * (acetato 1)

Si mal no entiendo, esto quería decir que Darwin renunciaba a la paternidad, cumplía las indicaciones de Wallace y esperaba los comentarios de Lyell. Sin embargo, para el buen Charles el golpe era demasiado fuerte. Su correspondencia de los siguientes días nos demuestra a un hombre atormentado por su enorme deseo de no perder el derecho sobre sus ideas en esquizofrenico conflicto con la honestidad y modestia victoriana a la que ya habíamos hecho alusión. Para curarse en salud, Darwin hizo algo que le era muy común: pidió consejo. En sólo 8 días su renuncia se convirtió en la claridad de que la teoría era originalmente suya. El 25 de junio de 1858, le escribió nuevamente a Lyell: *(acetato 2)

En buen español Darwin recurrió a la famosísima frase “te lo digo Chencho para que lo entiendas Pedro.” No quería parecer un abusivo, pero tampoco ceder sus derechos. Por supuesto no le escribió a Wallace (que hubiera sido lo correcto) sino a dos amigos cuya incondicionalidad hacia él era manifiesta. Seguramente pasó muy mala noche ya que al día siguiente, 26 de junio de 1858, y pese a la advertencia de no volver a molestar con la historia de la carta, molestó a Lyell enviándole una nota: (acetato 3)

¡Lotería! Darwin planteaba todas las objeciones que cualquier persona razonable encontraría en el hecho de que publicara sus ideas. Sin embargo, en lugar de aceptar estas objeciones, siguió escribiendo cartas. El 29 de junio en respuesta a una misiva de Joseph Hooker señaló: (acetato 4)

Por supuesto, es una carta muy rara, Darwin recuerda al personaje de las películas que grita que no está triste mientras se limpia las lágrimas. Por otro lado encuentra que su carta a Asa Gray, que él veía como la evidencia de su anticipación, no es tan completa como parecía. Los hechos indicaban que realmente no había nada que hacer.

Y sin embargo se hizo.

El 1 de julio de 1858, apenas 2 días después Charles Lyell y Joseph Hooker se oresentaron ante la Linnean

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