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ARTÍCULO SOBRE LA VIDA CURSI QUE SE LE TRASPELO A TABOADA


Enviado por   •  11 de Marzo de 2018  •  Biografías  •  1.312 Palabras (6 Páginas)  •  344 Visitas

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QUE LE EMPRESTE…

ARTÍCULO SOBRE LA VIDA CURSI QUE SE LE TRASPELO A TABOADA

¡Tun, tun, tun!

Dueña-¿Quién es?

Muchacha1 -Gente de paz.

Dueña -Juana!... Juana!... Juanaaa!

Sr de servicio -Señora, ya voy.

Dueña -Pues corra usted, mujer, que no parece sino que se ha metido algodones en las orejas. ¿No oye que están tumbando la puerta? Vaya usted a abrir.

Sr de servicio -Señora; lo que es oír, yo oigo como un oleado; pero venga para que vea. El niño me ha salpicado todo lo que había planchado de ayer, ha levantado la clueca y sacado todos los huevo del nidal; ahora está haciendo serrucho con los cuchillos…

Dueña -Abra usted, Juana, y deje en paz al niño.

Dueña -Ah! ¿Eres tú, muchacha?

Muchacha 1 -Si señora; para servirla. Aquí me manda la señora Olegaria para que le diga que con mucha salud para usted y la familia toda, le haga el favor de emprestarle el batidor y una docenita de tazas, para esta noche que va un señor forastero a tomar el chocolate ya a ensayar unas charadas, y que tenga la bondad de emprestarle, para devolvérselas, dos libras.

Dueña -¿Esterlinas? Ay hija!, lo que es eso…

Muchacha 1 -No señora; de chocolate.

Dueña -Vaya, muchacha, que para sustos no gana una. Ve hija, con Juana que te dé lo que pides. Ya sabes, Juana; del chocolate de prestar.

-Tun, tun, tun!

Dueña- Juana! Ahí tocan.

Sr de servicio -Dios sea en esta casa.

Dueña -Amén! Ola, ¿qué vientos laechan por aquí eñora Marciala? Se vende usted más caro que la carne de puerco; y no lo digo por comparar.

Señora marciala -No me hables de carestias, hija, que ya no sabe una cómo hacerse para no pedir limosna. Figúrate que hoy on los días de Consolacioncita, que siempre los hemos celebrado con arroz y gallo muerto. Y hoy, ¿qué quieres hija? Con el presupuesto a media asta, como lo acaba de poner el Gobierno, mi pobre marido echa los bofes, y nada que es un contento. Al fin del mes le tiran una piltrafa. Niña, que los empleado están hasta ahora como en el otro año del hambre; a treinta días al mes, ropa sucia y mesa limpia. Con que imagínate. Todo lo que tendremos será bull y sangüiches.

Dueña -Se lo agradezco pero no podremos ir. Este maldito orzuelo…

Sr Marciala -Es que me hace falta una taza, hija. La mía, tú la conociste; aquella de cristal con doraditos, tan linda, la presté para la fiesta del grado de mi sobrino el ingeniero, y hasya el ol de hoy. Mira, me vas a prestar también el cuatro de tu niña, porque tenemos una conspiración para hacer cantar la canción del Pirata a don Rudecindo. Es de lo más divertido, niña. Suponte que con la nueva plancha que le ha puesto el dentita, todas las eses salen como efes.

Y no digas que vengo aquí con carreta a mudarte, pero la verdad es que he zanqueado por todas las boticas y no he podido encontrar, para Consolacioncita hacerse los rizitos, un fulano frasco de bandolina, de esa que tus niñas usan. ¡Si aquí no venden sino lo que botan en París! Me lo ha dicho una amiga que viene de allá. Con que, corazón, la bandolinita no te la perdono. Tu sabes lo que on la muchachas, de presumidas. En mi tiempo yo era lo mismo. Con los trajines de la pobreza; todo se le acaba a una hasta los pies. Me vas a dar una tirita de adhesivo; que estoy que no puedo andar. Y ahora que digo adhesivo, me acuerdo que no tengo gancho para abotonar las botas. Me prestarás el tuyo, ¿verdad?

Dueña -Eso y lo demás que necesite usted, doña Marciala.

Sr Marciala -Gracias, mujer. ¡Cuánto siento lo del orzuelo! Mira, chica, aunque tu marido sea médico, yo siendo tú me haría un remedio insigne. Te pasas por el ojo el rabo del agto tres veces al día, una por Jesús, otra por María y otra por José, y te aseguro que ese fastidio del ojo se le quita como con la mano. Háztelo y te acordarás de mi.

Señora

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