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Contexto Figari


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2013  •  633 Palabras (3 Páginas)  •  189 Visitas

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Figari y su época.

El país caminaba hacia la institucionalización cuando nació Pedro Figari, el 29 de junio de 1861. Atrás quedaba el zanjón de la Guerra Grande y en poco tiempo se borraban los recuerdos de una ciudad sitiada.

El país crecía, se modernizaba y se llenaba de gente a causa de las oleadas de inmigrantes. Mientras Figari se encaminaba hacia el desarrollo de su profesión de abogado transcurrieron dictaduras. Asesinatos de gobernantes, la llegada del primer Batlle a la Presidencia de la Republica, las crisis financieras, etc. detrás de estos acontecimientos Figari maduro dentro de un agitado clima republicano. 1

La magnitud del pensador no cede en importancia a la del pintor, se articula una expresión de modernidad, se observa una afirmación teórica y práctica de autonomía que hace a la esencia misma de la modernidad en cuanto orden espiritual y cultural. Esta puesta en obra de un pensar y un actuar autónomo, además de expresar la clave de la modernidad, expresa y construye una identidad que se manifiesta en los planos culturales señalados y que, siendo incuestionablemente individual, quiere transmitir en dirección a lo nacional, lo regional y lo latinoamericano, en donde también busca sus raíces.

La cultura latinoamericana en el proceso de su desarrollo y autoevaluación, ha puesto en discusión las cuestiones relacionadas con la identidad, la tradición y la autenticidad. En el pensamiento y la práctica pictórica de Figari, la autenticidad reviste la condición de clave para la construcción de la tradición y de la identidad. Esta clave, determina su modo moderno de iniciar la modernidad en la región, tanto con su aporte pictórico como con su aporte pensante.

La importancia de la tradición en la coyuntura cultural en la que se encontraban el país, la región y el continente en la década del 20, es destacada por Figari, en el que expresa en un articulo: «Habíamos perdido el rumbo. El cosmopolitismo arrasó lo nuestro, importando civilizaciones exóticas, y, nosotros, encandilados por el centellear de la añosa y gloriosa cultura del Viejo Mundo, llegamos a olvidar nuestra tradición, acostumbrándonos a ir al arrastre, con la indolencia del camalote, cómodamente, como si no nos fuera ya preciso, por deberes de dignidad y de conciencia, preparar una civilización propia, lo más propia posible. Todo esto nos hizo vivir por muchos años una vida refleja, casi efímera. Del ambiente, no guardábamos más contacto que el de «el hecho», y los valores tradicionales, que son su esencia espiritual y abolengo, yacían en el olvido, como valores de escaso monto, por no decir desdeñables». La preocupación por la tradición, entendida como lo «nuestro» o lo propio, resulta manifiesta y es reivindicada como una raíz necesaria desde el imperativo programático de preparar una «civilización propia». Frente a la actitud tradicionalmente

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