Despedida A Una Docente
favrorez2 de Julio de 2013
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PALABRAS DE DESPEDIDA A LOS DOCENTES QUE SE JUBILAN
Estimados miembros todos de esta Facultad, especialmente aquellos que hoy se jubilan:
Agradezco a las autoridades de la Facultad el alto honor que me ha sido conferido al ser designada para dirigir estas palabras de despedida a los colegas docentes que este año se jubilan.
Permítaseme comenzar con un pequeño relato para poder abrir algunas reflexiones sobre la ocasión: me decía una docente amiga, jubilada hace poco, que lo que más extrañaba del Manuel Belgrano donde pasó gran parte de la vida, eran las experiencias sensibles relacionadas con el espacio escolar. Que, aunque estaba contenta con su nueva situación y el desarrollo de proyectos largamente postergados, volvía de vez en cuando para ver, oír, tocar y oler el colegio. Con esta confesión, ella estaba nombrando la profunda significación de la institución en su propia historia y las huellas que la docencia habían dejado en su cuerpo, en su memoria casi instintiva.
Creo que la experiencia que acabo de relatar tiene que ver, en una etapa de balances como en la que Uds. están, en primer término, con la certeza de haber optado bien por este tipo de trabajo. En segundo lugar, que el aula, o el taller, es el espacio más intenso para transmitir y construir conocimientos, en torno al cual docentes y no docentes se involucran entrañablemente con sus afectos. Son los territorios cotidianos del encuentro con los estudiantes, que de una u otra forma, también se comprometen emocionalmente con los espacios y procesos de enseñanza-aprendizaje propuestos. De ahí, que cuando un docente entra al aula o al taller y se relaciona con sus alumnos, se produce un ambiente único, lúcido y productivo, lo que hace que esas vivencias perduren como una marca indeleble en el recuerdo de todos los que participaron en el mismo. Parte central de la docencia es encontrar la palabra justa que nombre, motive y comunique a la vez, lo que requiere de estudio, de reflexión, de tiempo, de maduración, de disposición para pensar subjetividades y especificidades de los grupos humanos que año tras año pueblan las aulas.
Tal vez sea el espacio que más echarán de menos los colegas, porque aunque se jubilen, podrán, si quieren, continuar con las investigaciones pendientes o crear otros proyectos para esa mente acostumbrada a estar activa y alerta, detectando las necesidades y/o posibilidades de la comunidad en la que se encuentra, y también es posible que sean consultados por sus antiguos estudiantes. Porque la pregunta pertinente sería: ¿puede jubilarse una cabeza productiva y abierta ?. Me parece que no. Que lo que se dejan son horarios, obligaciones, planillas, informes, reuniones y otras cuestiones de la cotidianidad del trabajo, pero el pensamiento no se jubila, se abre al ocio creador en el mejor de los sentidos.
No quisiera eludir en esta oportunidad, la referencia a las condiciones históricopolíticas en que se desenvolvieron los colegas que hoy se retiran: les tocó trabajar en esta Facultad en épocas aciagas y después, en el rediseño de la Universidad para la vida democrática. Nada fue fácil ni estuvo dado de por sí, y demandó repensar la Universidad en su totalidad, reincorporar a los expulsados, homenajear a los caídos, elaborar propuestas de convivencia más inclusiva, nuevos planes de estudio, formas alternativas de gestión, direccionar las investigaciones, conectarse explícitamente con los problemas acuciantes de derechos humanos que vivía el país. En otras palabras, hubo que reflexionar sobre el rol de los estudios humanísticos en un país desvastado por la represión y éticamente herido.
Más adelante hubo que resistir los embates neoliberales y luchar contra una concepción mercantilista de la educación, que apostó a la extinción de la enseñanza pública o a subordinarla a intereses de mercado. De hecho, las últimas movilizaciones estudiantiles
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