Edward Curtis
Isaac LozadaApuntes24 de Abril de 2022
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Edward Curtis
Edward Sheriff Curtis (1858 – 1952), norteamericano pionero en la fotografía “etnográfica”. Construyó su propia cámara fotográfica a los doce años.
Su técnica y destreza social le permitieron emprender viajes para ejercer su arte: la fotografía, conociendo de modo directo a numerosas tribus que habitaban el a finales del s. XIX y la primera mitad del s. XX en el territorio de los E.E.U.U. y Canadá, llegando en sus viajes hasta el Polo Norte.
Logró capturar una infinidad de momentos de la vida de varias etnias; aprendió idiomas extranjeros del inglés y gracias a él hoy en día conocemos el rostro y entorno de muchos de esos hombres que en el tiempo desaparecieron y con ellos sus nombres, apellidos, lenguas, costumbres, rituales… como todos los demás que se han marchado.
Edward Curtis en una sala de exposiciones me presentó por primera vez la culpa moderna: la neurosis que se refleja la centralidad de la imagen y su primer consumación en la fotografía, esa exacerbación desesperada por el instante que se pierde, por lo que nos abandona en un horizonte donde nada puede verse.
I
Cuando Otros fueron
llevados a un templo
elegía
pasar construyendo las tardes
empuñando una máquina
de culpa y memoria
En lo alto de las llanuras
de la existencia
el círculo vital los seres
anudando en un destello
presentaste el kerigma de la multitud
las miradas encontradas
capturaste lo infinito de los rostros
que iban a marchitar.
Abrías la historia no advertida en nueva lengua
un ensueño fuera de la mirada necia
apuntando con siniestro desagrado al presente
entre vidas descritas en muda sepia
la estampa donde dos vidas se alcanzan
¿En los paganos chamanes viste
el tiempo completo? ¿en su extraño idioma
acaso un asomo advertía la reunión
de una prédica silenciosa
de este gran desconocido que soy frente a ti?
Dime cuál es el nombre de las musas que acudieron
cuando fue temprana la edad de la mañana
y prepararon tu vuelo por la estepa
montado sobre la cabeza del águila solemne
acariciando el semblante de un anciano dios antiguo
incomodado por nuestra arrogante presencia.
II
En un instante casi nuevo
un momento apenas pasado
cuando por fuerza nos hacíamos
cuando el mundo nos miraba
aquel suelo era una disputa
entre los dioses de color cobrizo
III
Secaron lágrimas los manantiales
porque somos los primeros
porque somos los últimos
nosotros que cargamos con culpa
del rostro Uno que permanece
cuando a él se le olvidaba
IV
Asimilador de almas legadas al hombre
El cuadro de proporciones por mente
Sin haber sido tocado por los espíritus
Sé que fuiste su confidente
Porque te leo en esta sala abstracta
¿Cómo recordar por siempre un rostro?
¿En un diálogo perpetuo de miradas?
Contigo somos todos a un tiempo
Desnivel de una galería de oleadas
Nuevas gestas de un mundo en silencio
La gente perdida entre las montañas
Los hombres del sol
1
Antes que fueran separados los cielos
antes que la luz delimitara las cosas
antes que obra alguna fuese realizada
el mundo se escondía en un latido
2
Se alegra el silencio, se conmueve.
El primer pulso que alberga la casa del tiempo
canta el júbilo de las maravillas
los hijos del creador
uno a uno diseñados
sus movimientos perpetuos
su voz vibrando
asemejan a los cielos que se suceden.
Contemplo este secreto y lo comprendo.
¡Todo espacio se llena de gozo!
3
Somos un eco original.
Somos el sonido.
Todo lo que existe, que ha existido, permanece,
Hermanos, aún entre nosotros, el tañer del cascabel
es la verdadera entrada de los cielos y de la tierra.
4
Resuena el canto en el interior del cielo.
Allá, donde se crea la palabra, las flores cobijan el misterio
y nosotros, pequeños mortales, hombres,
somos pronunciados: sueña una voz y emergen los rostros.
Se alzan los cantos sobre los vientos.
5
Cae la semilla. Duerme en brazos de la tierra
como el hijo que se prepara para la luz
sobre el seno de la noche del cobijo. Descansa.
Sus brazos se extienden y su cuerpo se yergue. Emerge.
El viento sopla en torno suyo una melodía
y se acompaña del tiempo. Nace a morir
viniendo a la vida. Lucha eterna de todo
lo que intenta permanecer. Nada
queda fuera de esta guerra. Todo al mismo instante
se transforma. Crece al lado de los seres
y los desconoce cuando llega el momento
donde parte hacia el retorno. Cae la semilla.
6
Los dioses un día nos dieron una enseñanza:
Ahora nos llaman los hombres del sol.
7
Hubo un principio cuando el humano era nuevo.
Se encontraba la oscuridad sobre las mentes,
estábamos como en una caverna,
como aquel sitio donde fueron creados los más antiguos.
8
Allá, al sur, donde crecía le hule,
a unos pasos de donde se ocultó y volvió a aparecer la estrella de Venus,
habitaban los primeros hombres de estas tierras.
El que salió de la cueva, de la concavidad de la ceiba,
el sacerdote primero, fue quien nos trajo la palabra.
Su rostro era el de un jaguar, y como tal,
se adornaban sus pasos con la fuerza elemental,
la agilidad y las astucia.
El jaguar nos habló en estos términos:
“Soy el dueño de la selva, soy el hijo del mundo y padre de él.
Este es el alimento que les entrego, es mi hijo, es el maíz.”
9
Ahora verdaderamente
comenzó a brillar, amaneció,
se manifestó el sol,
se aclaró,
porque se labró, se perforó
la piedra preciosa, el brazalete,
la turquesa divina,
se formó, se hizo hombre,
brotó, se abrió como flor,
y salió,
la antorcha, la luz [el rey sabio],
que guardará el agua y la montaña (la comunidad).
10
Gotas de un cielo pasado
Rezan sobre el tronco seco
Y tocan la piel restirada de la tierra.
Tu canto surge entre mis palmas
Entre mis dedos, humedad que proyecta
Mi cuerpo hacia la luz
Que dejas en tu espacio pasar.
Cristal de música
Con la forma
Fuera tuya. Agua,
Diáfana melodía en caída,
Haces perfecta la calma
En el retorno al mundo creciente.
11
¿Adónde voy?
Adonde iremos.
En la casa he morado. He atrapado
La estrella lanzada con mi nombre:
El Viento, El Primero.
Ha pasado por mí cada rumbo del mundo.
Soy todos los lugares encontrados
En mi pecho. Este que soy
Se marcha en pos del sol.
12
Aquellos primeros hombres fueron
Marchitando su pasos en el camino
Hasta convertir sus pasos en un sendero.
Ascendiendo de la noche
Hasta la nueva tierra. Esperaba
El viento, los traía, y las ensoñaciones erguidas
Sobre el lienzo que hoy pisamos.
Como el trueno era su frente elevada.
La mirada del hombre iba más allá del cerro,
A las elevaciones del ave, amigo de los dioses.
Vinieron los segundos, cada uno tras de sí,
Sobre las ondulaciones de los aires.
Fueron nuestros padres y los padres de ellos
A la luz.
Las antiguas enseñanzas. El tiempo
De quienes nos los heredaron todo.
La palabra y el vuelo.
Piedra
Portento
Paráfrasis mineral
Cúpula de penas
y granos
de larga noche
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