El Concepto De Salud Y La Diferencia Entre Prevención Y Promoción
Dani0908jara11 de Abril de 2013
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Introducción
Desde las dos últimas décadas, el discurso 'e la salud pública y las perspectivas de redirigir las prácticas de salud se están manifestando en torno a la idea de promoción de la salud. Promoción es un concepto tradicional, definido por Leavell & Clark (1976) como uno de los elementos de nivel primario de atención en medicina preventiva. Este concepto fue retomado y consiguió más énfasis recientemente, en Canadá, EE.UU. y países de Europa occ1dental. La revalorización de la promoción de la salud recupera, con un nuevo discurso, el pensamiento médico social del siglo XIX, expresado en la obra de autores como Virchow, Villermée, Chadwick y otros, forta1eciendo las relaciones entre salud y condiciones de vida. Una de las motivaciones centrales de esta recuperación fue la necesidad de controlar los costes desmedidamente crecientes de la asistencia médica, que no se corresponden a resultados igualmente significativos Se convirtió en una propuesta gubernamental, en estos países, ampliar, más allá de un abordaje exclusivamente médico, el reto lanzado hacia los problemas de salud pública, principalmente enfermedades crónicas en poblaciones que tienden a hacerse proporcionalmente cada vez más viejas (Buss, 2000).
La conformación del discurso de la "nueva salud pública" se produjo en un contexto de sociedades capitalistas neoliberales. Uno de los ejes básicos del discurso de la promoción de la salud es fortalecer la idea de autonomía de los sujetos y de los grupos sociales. Una cuestión que se presenta es qué concepción de autonomía es efectivamente propuesta y
Este texto es una versión revisada y actualizada del artículo "The concept of health and the diference between promotion and prevention", publicado en los Cuadernos de Salud Pública (Czeresnia, 1999).
El concepto de salud y la diferencia entre prevención y promoción
construida. El análisis de algunos autores evidencia cómo la configuración de los conocimientos y de las prácticas, en estas sociedades, estaría provocando la elaboración de representaciones científicas y culturales, conformando a los sujetos para ejercer una autonomía regulada y estimulando la libre elección según una lógica de mercado. La perspectiva conservadora de la promoción de la salud refuerza la tendencia de disminución de las responsabilidades del Estado, delegando, progresivamente, a los individuos, la tarea de tomar cuidado de sí mismos (Lupton, 1995; Petersen, 1997).
Al mismo tiempo, se reafirman perspectivas progresistas que enfatizan otra dimensión del discurso de la promoción de la salud, resaltando la elaboración de políticas públicas intersectoriales, orientadas a la mejora de la calidad de vida de la población. Promover la salud alcanza, de esa manera, un abarcamiento mucho mayor de lo que la circunscribe al campo específico de la salud, incluyendo el ambiente en un sentido amplio, atravesando la perspectiva local y global, además de incorporar elementos físicos, psicológicos y sociales.
Independientemente de las diferentes perspectivas filosóficas, teóricas y políticas involucradas, surgen dificultades en la operacionalización de proyectos de promoción de salud. Esas dificultades aparecen como inconsistencias, contradicciones y puntos oscuros y, la mayoría de las veces, no distinguen claramente las estrategias de promoción de las prácticas preventivas tradicionales.
Este texto tiene el objetivo de contribuir con el debate, poniendo en relieve la diferencia entre los conceptos de prevención y promoción; defiende el punto de vista de que las dificultades para distinguir esa diferencia están relacionadas básicamente con el propio surgimiento de la medicina moderna y de la salud pública. El desarrollo de la racionalidad científica, en general, y de la medicina, en particular, ejerció un significativo poder en el sentido de construir representaciones de la realidad, desconsiderando un aspecto fundamental: el límite de los conceptos en la relación con lo real, en particular para la cuestión de la salud, el limite de los conceptos de salud y de enfermedad, referentes a la experiencia concreta de salud y de enfermar.
La construcción del discernimiento de ese límite estaría en la base de alteraciones más radicales en las prácticas de salud. Considerar la salud desde una perspectiva más compleja no se refiere solamente a la superación de obstáculos en el interior de la obtención de conocimientos científicos. No se trata de proponer conceptos y modelos científicos más globales y complejos, sino de construir discursos y prácticas que establezcan una nueva relación con cualquier conocimiento científico.
Salud, Ciencia y Complejidad
A la salud pública/salud colectiva se la define genéricamente como un campo de conocimiento y de prácticas organizadas institucionalmente y orientadas a la promoción de la salud de las comunidades (Sabroza, 1994). El conocimiento y la institucionalización de las prácticas en salud pública se configuran articulados con la medicina. A pesar de que efectivamente superen la mera aplicación de conocimientos científicos, las prácticas en salud se representan como una técnica fundamentalmente científica. Esa representación no puede ser entendida como un simple desliz, sino como un aspecto esencial de la conformación de esas prácticas, que encuentran sus raíces en la efectiva utilización del conocimiento científico. La medicina se estructuró en base a ciencias positivas y consideró científica la aprehensión de su objeto (Mendes Gonçalves, 1994). El discurso científico, la especialidad y la organización institucional de las prácticas de la salud se circunscriben a partir de conceptos objetivos no de salud, sino de enfermedad.
El concepto de enfermedad se constituyó a partir de una reducción del cuerpo humano, ideado a partir de las constantes morfológicas y funcionales, que se definen por mediación de ciencias como la anatomía y la fisiología. La "enfermedad" es concebida como si estuviera dotada de existencia propia, externa y anterior a las alteraciones concretas del cuerpo de los enfermos. El cuerpo es desvinculado, de esta forma, de todo el conjunto de relaciones que constituyen los significados de la vi-da (Mendes Gonçalves, 1994), no considerándose que en la práctica médica se entra en contacto con personas y no sólo con sus órganos y funciones (Canguilhem, 1978).
Una primera cuestión es la de que la salud pública se defina como responsable de la promoción de la salud, mientras sus prácticas se organizan en torno a conceptos de enfermedad. Otra cuestión es que sus prácticas tienden a no tener en cuenta la diferencia entre el concepto de enfermedad -construcción mental- y el enfermar experiencia de vida-, produciéndose la "sustitución" de uno por otro. El concepto de enfermedad no solamente es empleado, como si se pudiese hablar del enfermar en concreto, sino, principalmente, como realización de prácticas efectivas especificas que se presentan como capaces de responder a su totalidad.
La importancia de adquirir la conciencia de que el concepto no puede ser considerado como competente para sustituir algo que es más complejo es apuntada por Edgar Morin en El problema Epistemológico de la Complejidad. En ese texto, el autor relaciona la cuestión de la complejidad con el problema de la "dificultad de pensar, porque el pensamiento es un combate con y contra la lógica, con y contra el concepto",
El concepto de salud y la diferencia entre prevención y promoción
destacando la "dificultad de la palabra que quiere asir lo inconcebible y el silencio" (Morin, s.d:14). O sea, la palabra, aunque sea una elaborada forma de expresión y comunicación, no es suficiente para comprender la realidad en su totalidad.
El pensamiento humano se desarrolla en dos direcciones: por un lado, la profundidad, la reducción y la constricción; por otro, la amplitud, el abarcamiento y la apertura de fronteras. El pensamiento científico moderno tendió a la reducción, atribuyéndose el desafío de alcanzar el máximo de precisión y objetividad por medio de la traducción de los acontecimientos en esquemas abstractos, calculables y demostrables. El lenguaje matemático sería capaz de expresar las leyes universales de los fenómenos. Los elementos de los acontecimientos que las palabras -o más precisamente, los conceptos científicos- no conseguían alcanzar, tendieron a ser vistos como error o anomalía. El significado de la palabra objetiva se presentó en sustitución a la propia cosa, cuyo aspecto sensible era considerado como inexistente.
Pero la referencia a la integridad de los acontecimientos que hace evidente el aspecto cercenador del conocimiento- es una cuestión que se expone desde el nacimiento de esa forma de comprender la realidad. Sin duda este problema se hizo más explícito en el mundo contemporáneo como consecuencia de las dificultades generadas por la progresiva parcelación del conocimiento. La necesidad de integrar las partes surgió en el interior de la propia lógica analítica: ¿cómo integrar las informaciones y saberes concebidos en el sentido de una profundidad creciente?
Se manifestó, para el pensamiento científico, el desafío de la búsqueda de amplitud, valorando la percepción de la interacción entre las par-' tes, en sentido de unidad y de integridad. La cuestión de la complejidad surgió en la discusión científica como posibilidad de explicar la realidad o los seres vivos mediante modelos que buscan no sólo describir los elementos de los objetos, sino, principalmente, las relaciones que se establecen entre ellos. Se evidenciaron diferentes niveles de organización
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