En junio de 1869 se introdujo en México el procedimiento penal del Distrito Federal de jurado popular

En junio de 1869 se introdujo en México el procedimiento penal del Distrito Federal de jurado popular (ya previsto desde 1820 para los delitos de imprenta) para delitos comunes y oficiales. En él se introduce el Ministerio Público como órgano acusador, la parte civil y la libertad bajo fianza. Los jurados populares existieron hasta 1929. Federico Sodi en su obra El jurado resuelve, narra tipo novela, los últimos juicios desarrollados bajo esta modalidad. Por su parte, el sistema procesal inquisitivo tiene sus orígenes en el derecho romano y el canónico. En efecto, el derecho penal romano tras la fundación de la República (510 aC) distinguió entre los delitos ordinarios (cuyo proceso es semejante al acusatorio griego, es decir, se exige la acusación de parte y es resuelto por la asamblea popular) y los delitos de alta traición, en los que existía un interés público de que fueran perseguidos aún sin acusación de parte, para lo cual preveía un proceso de instrucción oficial (denominada inquisitio) llevada a cabo por un funcionario (quaestor) designado para cada caso por el cónsul. Como se observa, en este tipo de delito existe una persecución de oficio, pero su objetivo no era conocer la verdad material, sino únicamente la culpabilidad o no del acusado de los hechos delictivos. Más adelante, durante el papado de Inocencio III (1161-1216), el derecho canónico implementa e introduce el proceso inquisitivo en un sentido estricto, es decir, no importará que no exista denuncia, basta un simple rumor para que se produjera la actuación oficial, así por ejemplo, en la Edad Media, el derecho canónico facultaba a los inquisidores a realizar «pesquisas», es decir, investigar si se había cometido algún delito, para luego procesar al sospechoso ¬por su mala fama¬ de haberlo realizado. En los delitos cometidos contra Dios (blasfemia, herejía, brujería, etcétera), la investigación tenía como finalidad la averiguación de la verdad material, es decir, la adecuación entre la idea que se tiene de un objeto y lo que ese objeto es en realidad. Por ello, la mejor herramienta procesal era el reconocimiento por parte del acusado de los hechos que se le imputan, lo que dio origen a la tortura como medio para obtener la confesión del acusado, incluso una bula papal legitimaba la tortura para que el acusado admitiera su culpa. Sobre la base de que la Iglesia católica no sólo regulaba el derecho y la actividad religiosa, sino también la secular, el proceso inquisitivo se transmitió a los tribunales civiles y sirvieron de gran medida para institucionalizar las persecuciones por motivos religiosos o políticos y establecer un sistema de terror. La mala fama o fama pública era más que suficiente para instruir un proceso y hacer uso de la tortura del sospechoso. Tal procedimiento lo ilustra perfectamente Franz Kafka en su obra El proceso. En su relato, el protagonista (Josef K.), es arrestado una mañana por una razón que desconoce.

...