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González Serrano


Enviado por   •  9 de Febrero de 2014  •  833 Palabras (4 Páginas)  •  217 Visitas

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Si en las sociedades arcaicas o tribales el hechicero ejerce sus poderes mágicos con el auxilio de huesos, caracoles, raíces, ramas, piedras y cuentas de vidrio, el pintor Manuel González Serrano (1917-1960) hace acopio precisamente de esos y otros elementos propiciatorios para plasmar la realidad con visos de irrealidad, convirtiendo la representación en territorio de imaginarios que medran más allá de los dictados de la lógica, en una propuesta plástica que, al fin oficio de hechicería, atrae y cautiva la mirada, la mente y las sensaciones del espectador.

Lo anterior pudo refrendarse en la exposiciónArte moderno de México. Colección Andrés Blaisten, que permaneció albergada entre octubre de 2012 y enero de 2013 en el Instituto Cultural Cabañas, de Guadalajara.

Y es que una de las muchas virtudes de la muestra mencionada consistió en la presentación de algunos cuadros de González Serrano, llamado el Hechicero, quien continúa siendo en buena medida un artista desconocido debido a la escasa o nula inclusión de su producción en los acervos museográficos públicos, en los guiones curatoriales de las exhibiciones temporales y en la bibliografía que versa sobre la pintura mexicana de la primera mitad del siglo XX.

Entre los motivos que refieren la poca atención prestada al legado de este creador figuran, acaso, el hecho de que la suya haya sido una trayectoria truncada por una muerte prematura, acaecida cuando contaba con cuarenta y tres años de edad; que emprendió un itinerario plástico en solitario, y su adscripción a la ominosa estirpe de los artistas malditos, infractores de los convencionalismos sociales.

González Serrano nació en Lagos de Moreno, Jalisco, en el seno de una familia acaudalada y de ferviente devoción católica y, al cabo de una vida marcada por numerosos episodios de reclusión en hospitales psiquiátricos, falleció en calidad de indigente, en plena calle, en el centro de Ciudad de México.

De tan atribulada existencia da cuenta la honda melancolía que recorre toda su pintura, cuyos rudimentos obtuvo prácticamente al margen de la instrucción formal, puesto que, una vez establecido en la capital del país durante la primera mitad de la década de los treinta, abandonó muy pronto los estudios iniciados como oyente esporádico en San Carlos y La Esmeralda.

Ahora bien, el de González Serrano fue un autodidactismo informado y abierto a las tendencias artísticas internacionales, nutrido en particular del vocabulario metafísico de Giorgio de Chirico y de la libertad creadora y las connotaciones paradójicas del surrealismo.

Surgen así sus paisajes desiertos y desérticos, inmersos en la quietud y el mutismo, presididos por fragmentos de una arquitectura devenida en vestigio, y salpicados de montículos rocosos, troncos con ramas torcidas y un bestiario del que sólo restan osamentas.

González Serrano pinta el silencio que se cuela

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