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CONSECUENCIAS POLITICAS Y ECONÓMICAS DEL 1ER MILITARISMO


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2015  •  Ensayos  •  1.552 Palabras (7 Páginas)  •  58 Visitas

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CONSECUENCIAS POLITICAS Y ECONÓMICAS DEL 1ER MILITARISMO

Terminadas las Guerras por la independencia y alejado el peligro que representaba España, quedaba la tarea de consolidar el naciente Estado Peruano. Sellada nuestra independencia con la firma de la Capitulación de Ayacucho (Diciembre de 1824), Bolívar prolongó sus poderes dictatoriales en nuestro país, aspirando a instituir su anhelada “Dictadura Vitalicia”, hecho que quedó demostrado cuando contra todo sentido de racionalidad encomendó al Mariscal Sucre la creación de una nueva República, sobre territorios que históricamente habían sido peruanos, esto es el Alto Perú. Así, en 1825 Sucre crea la República de Bolivia y redacta la Constitución Vitalicia, como instrumento jurídico para perpetuarse en el Poder. Es aprobada en el Perú, aunque días después es derogada, dada la tenaz oposición política de los sectores liberales nacionalistas que presionan a Bolívar a dejar el mando y abandone el país. Es en ese contexto que, en junio de 1826, las pretensiones autoritarias y vitalicias de Bolívar llegan a su máxima expresión, convocando al Congreso de Panamá, con el propósito de establecer una “Confederación Hispanoamericana”, es decir, la reunión de todas las nacientes repúblicas hispanoamericanas desde el Mississipi hasta el Cabo de Hornos, obviamente, bajo la hegemonía bolivariana. Este proyecto fracasa debido a los recelos de las burguesías locales de cada una de las mencionadas naciones, renuentes a aceptar someterse al dictador venezolano. En un último intento lograr sus anhelos federativos, Bolívar plantea la creación de la “Federación de los Andes”, consistente en la reunión de los Estados por él liberados, en ese momento representado por: La Gran Colombia, Perú y la recientemente fundada Bolivia. Este ensayo federalista tampoco tuvo éxito debido las reacciones opositoras de cada uno de esos países. Viendo que sus planes autoritarios se ven frustrados, y acorralado por la férrea oposición liberal en el Perú, opta por abandonar el país en septiembre de 1826, zarpando del Callao con destino a La Gran Colombia, dejando encargado del Consejo de Gobierno al General Andrés de Santa Cruz, personaje que también poseía ambiciones y pretensiones autoritarias. Santa Cruz convoca a un Congreso Constituyente y a elecciones para 1827, presentando su candidatura frente a la de su oponente el General José de La Mar. El Congreso de la República, mayoritariamente liberal, y por tanto, adversario político de Santa Cruz, le entrega el poder al General José de La Mar, dado que éste no representaba ninguna amenaza para sus intereses, sino que por el contrario, sería un dócil instrumento para la consecución de sus objetivos. De esta manera es que se instaura en el Perú el Primer Militarismo, un periodo de caudillismo signado por la inestabilidad, el interés mezquino de los sectores dominantes y de oportunidades perdidas en desmedro del Perú. Es así que mediante este ensayo se quiere demostrar que el primer militarismo generó deficiencia en la economía y en la política del estado peruano.

En primer lugar, el primer militarismo, expresión acuñada por Jorge Basadre, significó una salida ante la ingobernabilidad en la que se encontraba el Perú al iniciar su vida independiente. Con respecto a los fenómenos que permitieron la ocupación de jefes militares en palacio de gobierno están lo que otros investigadores cómo Flores-Galindo llamó “vacío de poder”; es decir, la ausencia de una clase o sector claramente definido con capacidad y aspiraciones de tomar el poder y conducir el país.
En realidad, la vieja aristocracia colonial, o mejor dicho lo que quedó de ella luego del éxodo y la pérdida de gran parte de sus posesiones no contó con una proyección nacional. El territorio del Perú era mucho más vasto que los alcances económico de éste agonizante grupo. Los sectores medios eran prácticamente inexistentes y los sectores populares estaban fraccionados, encuadrados en las haciendas y alejados geográficamente, sin ninguna capacidad de comportarse de manera organizada.
Las instituciones estaban resquebrajadas y el nuevo estado estaba incapacitado económicamente para llevar a cabo semejante desafío. La república naciente, paradójicamente era rica en ambiciones doctrinarias y en republicanismo ideológico, encarnado en los tribunos de la república; pero miserable en los medios para lograrlo. En éstas condiciones el poder, entendido como la capacidad de coacción que tiene un Estado era inexistente desde la perspectiva institucional. La capacidad de ejercer la violencia y de inclinar la balanza de las decisiones provenía de aquellos jefes militares que habían heredado de las guerras de independencia sus armas, caballos y hombres. Fueron estos jefes entonces los que pasaron a ser la encarnación del Estado.
El Estado peruano fue entonces, a inicios de la República una expresión antropomorfa del poder. El poder no era institucional, sino personal. Las luchas entre caudillos y la inestabilidad política que vivió nuestro país hasta 1844 fue la expresión de ello.
 El primer militarismo ha sido visto muchas veces como la causa de los fracasos iniciales del Perú y a los caudillos cómo líderes personalistas sin mayor interés en el Perú. Nosotros, sin realizar necesariamente una negación de ésta imagen vemos esta etapa cómo el resultado de la ausencia de una sociedad estructurada capaz de organizarse internamente. El Perú era un territorio heredado de la Colonia que albergada a población con débiles vínculos y enromes desequilibrios, donde los consensos no eran posibles. La única forma de darle continuidad a eso que llamábamos Perú era a través del ejercicio violento del poder. Es decir, lejos de representar exclusivamente afanes personalistas, los caudillos militares le dieron continuidad a nuestro país.

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