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Calculo Para El Indice De Calidad Del Suelo

rosyflor13 de Junio de 2015

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Introducción:

La calidad del suelo es un concepto intuitivo que, con distintas denominaciones, ha sido utilizado desde antiguo para referirse a la percepción de diferentes cualidades en los suelos de cultivo. En cualquier caso el concepto ha estado ligado tradicionalmente con aspectos que tienen que ver con el manejo y la productividad de los suelos agrícolas ("suelos ricos", "suelos ligeros", etc, son acepciones que hacen referencia a cualidades).

Ligada estrechamente a la definición de calidad del suelo aparece la necesidad de su evaluación cuantitativa. Algunos autores proponen la medida actual de un indicador y compararla con valores conocidos o deseados. Con ello se pretende responder a dos preguntas: (i) ¿como funciona el suelo? y (ii) ¿que indicadores son apropiados para hacer la evaluación?. Pero probablemente quedan muchas más preguntas por responder, como: ¿Un indicador o un conjunto restringido de indicadores puede explicar el funcionamiento global del suelo?, ¿tiene siempre la misma interpretación el estado de un indicador?, ¿cuál es y qué significación tienen las condiciones de referencia con las que se pretende comparar un indicador?. Éstas son algunas de las preguntas que pueden hacerse.

Información relevante haciendo que un fenómeno o condición de interés se haga perceptible y que cuantifica, mide y comunica, en forma comprensible, información relevante. Los indicadores deben ser preferiblemente variables cuantitativas, aunque pueden ser cualitativas o nominales o de rango u ordinales, especialmente cuando no hay disponibilidad de información cuantitativa, o el atributo no es cuantificable, o cuando los costos para cuantificar son demasiado elevados. Las principales funciones

de los indicadores son: evaluar condiciones o tendencias, comparar transversalmente sitios o situaciones, para evaluar metas y objetivos, proveer información preventiva temprana y anticipar condiciones y tendencias futuras.

Los indicadores deben ser:

- Limitados en número y manejables por diversos tipos de usuarios.

- Sencillos, fáciles de medir y tener un alto grado de agregación, es decir, deben ser propiedades que resuman otras cualidades o propiedades.

- Interdisciplinarios; en lo posible deberán contemplar la mayor diversidad de situaciones por lo tanto

incluir todo tipo de propiedades de los suelos (químicas, físicas, biológicas, etc.).

- Tener una variación en el tiempo tal que sea posible realizar un seguimiento de las mismas, asimismo, no deberán poseer una sensibilidad alta a los cambios climáticos y/o ambientales pero la suficiente como

para detectar los cambios producidos por el uso y manejo de los recursos.

Se han desarrollado listas de indicadores de uso “universal” pensando en todas las situaciones posibles y todos los suelos posibles Por otra parte, se han presentado listas pensadas para situaciones regionales o locales. Otras que señalan la conveniencia de utilizar indicadores locales para evaluar a nivel de escala mayor (regiones, provincias, municipios).

Antecedentes:

El concepto de calidad del suelo carece de una definición precisa, que ha sido modificada en el transcurso del tiempo se ha ido evolucionado en las definiciones. Como por ejemplo:

"La capacidad del suelo de funcionar, dentro de las fronteras del ecosistema y el uso de la tierra, manteniendo la calidad ambiental y fomentando la salud de plantas, de los animales y del hombre" Doran y Parkin (1994),

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente y el Desarrollo - Río '92 (UNCED) marcó un hito muy especial al establecer la necesidad de desarrollar y

aplicar diferentes metodologías para determinar el estado del ambiente y monitorear los cambios ocurridos a nivel local, nacional, regional y global. La determinación de

estos cambios podría ayudar a realizar una mejor evaluación de las dimensiones de los diferentes problemas ambientales, identificar y evaluar los resultados de la aplicación de las convenciones internacionales y los programas de acción, como así también, orientar las políticas nacionales.

La aplicación del Capítulo 40 de la Agenda 21 condujo al desarrollo de diversas metodologías que determinaron el uso generalizado de indicadores e índices para la evaluación de la calidad ambiental, calidad de suelos, sustentabilidad, desarrollo sustentable, riesgo, vulnerabilidad, planificación territorial, entre otros.

El antecedente más importante surgió de la Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD) cuando publicó un set preliminar de indicadores ambientales. Posteriormente, otras organizaciones han desarrollado programas donde se establecieron listas de indicadores para evaluar la calidad ambiental, tales como, FAO, Banco Mundial, UN Development Program, UN Environmental Program.

En la ciencia del suelo, Blum & Santelises (1994) describieron el concepto de sustentabilidad y resiliencia del suelo basado en seis funciones ecológicas y humanas: el suelo como productor de biomasa; el suelo como reactor con filtros; el suelo como buffer y como transformador de materia para proteger el ambiente, el agua subterránea y la cadena de alimentos de la contaminación; el suelo como hábitat biológico y reserva genética; el suelo como medio físico y el suelo como fuente de recursos y de herencia cultural. Estos conceptos y los sugeridos por Warketin (1996) fueron las bases a partir de las cuales la Soil Sciencie Society of America estableció el concepto de calidad del suelo (Karlen et al., 1996). Doran & Parkin (1994, 1996) y Doran et al. (1996) establecieron indicadores cuantitativos de calidad del suelo a partir de estos conceptos.

Un indicador es una variable que resume o simplifica. La definición anterior <Doran y Parkin (1994)>, matiza algo más a la que aparece en la edición de Junio de 1995 de Agronomy News, afirmando que la calidad del suelo es "su capacidad de funcionar". Tal simplificación puede resultar una obviedad y equivale a decir que la calidad de ser bacteria, hongo, nematodo o colémbolo, es su "capacidad de vivir", sin olvidar que los biólogos tienen también grandes dificultades para definir que es la vida.

Se acepta mayoritariamente que la medida de la calidad del suelo puede establecerse a partir de indicadores apropiados, que sean reflejo de procesos esenciales (físicos, químicos y biológicos) que transcurren en el suelo, a la vez que sean sensibles para detectar diferencias en el espacio y el tiempo, estableciendo con claridad una relación causa-efecto. A partir de tales indicadores se puede obtener un índice de calidad del suelo (ICS o SQI en su terminología inglesa) para conocer el estado del suelo. La propuesta de índices aparece con bastante frecuencia en la literatura científica y varía según la percepción que tienen los diferentes autores en la identificación de índices relevantes. En la medida que aumenta el conocimiento sobre los procesos biológicos que tienen lugar en el suelo, son más las propuestas de índices que incluyen la actividad microbiológica o enzimática, a partir de parámetros como la respiración basal, la biomasa microbiana, el contenido de ATP o la actividad de enzimas como las fosfomonoesterasas, ß-glucosidasa o arisulfatasa. Otros autores han propuesto índices más generalistas, como Doran y Parkin (1994) que incluyen seis elementos:

SQ = f (SQE1, SQE2, SQE3, SQE4, SQE5, SQE6)

Donde cada elemento corresponde a:

SQE1 = Producción de fibra y alimento

SQE2 = Erosividad

SQE3 = Calidad del agua subterránea

SQE4 = Calidad del agua superficial

SQE5 = Calidad del aire

SQE6 = Calidad del alimento

Si recordamos la ecuación de los factores de estado propuesta por Jenny (1949) para establecer los factores de formación del suelo:

S = f (cl, o, r, p, t.)

Podemos comprobar la estrecha analogía que existe entre ambas expresiones que, aunque no constituyen un algoritmo matemático, tratan de formalizar desde el aparente rigor de una función matemática, la intervención de elementos entre los que resulta muy difícil establecer conexiones horizontales (en el mismo nivel de la jerarquía), ya que se manifiestan en diferentes escalas espacio-temporales.

Algunos autores reconocen la complicación de una medida directa de la calidad del suelo y consideran que el concepto debe contemplarse como un paraguas bajo el cual pueden examinarse e integrarse las conexiones entre distintos parámetros físicos, químicos y biológicos. Otros indican la gran dificultad que existe para obtener conclusiones a partir de un determinado índice, cuando se comparan diferentes regiones. A lo anterior debe añadirse la heterogeneidad metodológica utilizada en la determinación de una misma variable o factor, que es diferente según la escala de observación adoptada. Como consecuencia, evaluar la calidad del suelo ha sido objeto de diferentes propuestas, que incluyen distintos indicadores y parámetros edáficos. No obstante, parece que existe un consenso en la necesidad de disponer de un conjunto mínimo de datos (minimum data set o MDS en terminología inglesa) que permita cuantificar la calidad de un suelo.

Recientemente algunos autores han considerado que indicadores e índices de calidad del suelo deberían seleccionarse de acuerdo con las funciones del suelo que se quieren estudiar y los objetivos de manejo definidos para el sistema,

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