Complejidad
u1cab5 de Marzo de 2014
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Hacia el fin del siglo XIX, Friedrich Nietzsche, al reflexionar sobre la condición de su mundo y de su tiempo habría exclamado: "el erial crece, el desierto se extiende". No se refería entonces a la devastación de la naturaleza, sino a la desolación del alma. Y agregó, "ay de aquél que esconda ese erial dentro". Un siglo más tarde esta intuición precursora del ecologismo se hizo visible. La desolación se abate sobre nuestros mundos de vida desprovistos de esperanza y de sentido para la existencia humana. Martin Heidegger, el filósofo del siglo XX se habría preguntado: ¿Qué llama a pensar?. Y habría respondido: "el hecho de que no estamos pensando". La crisis ambiental nos llama a repensar nuestro mundo y la condición humana en la era posmoderna, en la era del terror, el caos, la incertidumbre y el riesgo. Y esta reinvención de nuestras identidades y sentidos no podría darse fuera de los procesos socio-educativos y de participación ciudadana en los cuales se forja el ser humano de nuestro tiempo. La crisis ambiental es el signo de una nueva era histórica. Esta crisis civilizatoria es ante todo una crisis del conocimiento. La degradación ambiental es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el mundo y lo ha destruido por su pretensión de universalidad, generalidad y totalidad; por su objetivación y cosificación del mundo. La crisis ambiental no es una crisis ecológica generada por una historia natural. Más allá de la evolución de la materia desde el mundo cósmico hacia la organización viviente, de la emergencia del lenguaje y del orden simbólico, la materia y el ser se han complejizado por la reflexión del conocimiento sobre lo real. En nuestra proclamada sociedad del conocimiento, la ciencia avanza arrojando sombras sobre el entendimiento del mundo y subyugando saberes. La ciencia que pretendía aprehender la realidad ha intervenido al ser, culminando en la tecnologización y la economización del mundo. La economía mecanicista y la racionalidad tecnológica han negado a la naturaleza; las aplicaciones del conocimiento fraccionado y de la tecnología productivista han generado la degradación entrópica del planeta, haciendo brotar la complejidad ambiental del efecto acumulativo de sus sinergias negativas. El saber ambiental que de allí emerge interroga las causas de esta crisis y las perspectivas de un futuro sustentable posible, conduciendo la construcción de una racionalidad alternativa, fuera del campo de la metafísica y de la ciencia moderna que han producido un mundo insustentable. En el conocimiento del mundo -sobre el ser y las cosas, sobre sus esencias, sus leyes y atributos-, en toda esa tematización ontológica y epistemológica, subyacen nociones que han dado fundamento al conocimiento y significantes que han arraigado en saberes culturales y personales, configurando las subjetividades de los seres humanos modernos. Para construir sociedades sustentables en ese otro mundo posible al que aspiramos, es preciso "desconstruir" lo pensado para pensar lo por pensar, para desentrañar lo más entrañable de nuestros saberes y para dar curso a lo inédito, arriesgándonos a desbarrancar nuestras últimas certezas y a cuestionar el edificio de la ciencia. Ello implica saber que el camino en el que vamos acelerando el paso -la ideología y la política de un crecimiento sin límites- es una carrera desenfrenada hacia un abismo. Desde esta comprensión de las causas de esta crisis civilizatoria, la racionalidad ambiental se sostiene en el propósito de refundamentar el saber sobre el mundo que vivimos desde lo pensado en la historia y el deseo de vida que se proyecta hacia futuros inéditos a través del pensamiento y la acción social, del encuentro con la otredad y el diálogo de saberes. La crisis ambiental es la primera crisis global generada por el desconocimiento del conocimiento. El conocimiento
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