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¿Cómo afectó la pandemia la generación de Residuos Peligrosos Biológico-Infecciosos?

Ingrid Guzmán MontijoEnsayo11 de Enero de 2023

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¿Cómo afectó la pandemia la generación de Residuos Peligrosos Biológico-Infecciosos?

Actualmente, el mundo enfrenta una pandemia global debido al brote de neumonía viral por la enfermedad identificada como COVID-19. Ha sido una de las emergencias sanitarias más grandes a nivel mundial en la historia moderna, generando a su paso graves consecuencias en la economía, los modelos de interacción social y problemas sanitarios. Donde la gestión de residuos médicos, domésticos y peligrosos, se convirtieron en un tema esencial para superar la emergencia sanitaria. Entre los residuos peligrosos, los biológico-infecciosos (RPBI) son los que han generado una mayor preocupación debido a las implicaciones que pueden causar en la salud de la población y la integridad del medio ambiente, poniendo en duda las afectaciones que tuvo en México el aumento de estos debido a los desechos médicos adicionales que origino la respuesta a la pandemia.  

Por medio del documento “Panorama de la generación y manejo de residuos sólidos y médicos durante la emergencia sanitaria por Covid-19” el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) junto con la Secretaría de Medio Ambiente y Cambio Climático realizó una estimación del incremento en la cantidad de residuos generados en México al 26 de junio de 2020 como consecuencia de la pandemia de COVID-19. En donde se estimó una generación total de residuos entre el 3.3-16.5% adicional a lo generado en condiciones normales, es decir, de 81,214 t/día-92,338 t/día de residuos médicos y residuos sólidos urbanos.

La infraestructura hospitalaria del país atiende aproximadamente a 6 millones de personas al año, es decir al 5% de la población con 4,235 hospitales, siendo 1,380 públicos y los 2,855 restantes privados, teniendo una capacidad en conjunto de 133,000 camas hospitalarias, pero sólo 22,526 camas están equipadas para el tratamiento de infecciones respiratorias aguda-grave. Según la SEMARNAT, entre el periodo de 2004-2017 se produjeron 171,331.7 toneladas de RPBI, generando en promedio de acuerdo con el Sector Salud de 1.5 kg diariamente de residuos por cama, mientras que en pacientes con SARS-COV-2 esto incrementa a 9 kg de residuos por cama al día conforme a la proyección realizada por el uso de mascarillas, guantes, batas, jeringas, objetos punzocortantes, equipos de protección personal, kits de prueba, desechos químicos, entre otros.

La disposición final de los residuos integra una realidad en donde se involucran conflictos ambientales, económicos y sociales. No obstante, esto se exacerba cuando se manejan residuos peligrosos biológico-infecciosos (RPBI), dado que de practicarse un manejo, tratamiento y disposición final ineficiente se presenta un riesgo inminente no sólo en los ecosistemas, sino que también en la salud humana. Los residuos generados durante las actividades asistenciales a la salud de humanos o animales en los centros de salud, clínicas, hospitales, consultorios, laboratorios clínicos o de investigación, bioterios, centros de enseñanza e investigación, que cumplan con la característica de contener agentes infecciosos, son Residuos Peligrosos Biológico-Infecciosos (RPBI). Estos se clasifican en 5 grandes rubros: sangre, cultivos y cepas de agentes biológico-infecciosos, patológicos, residuos no anatómicos y objetos punzocortantes.

La Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos en el artículo 5, fracción XXXII, define a los residuos peligrosos como “aquellos que posean alguna de las características de corrosividad, explosividad, toxicidad, inflamabilidad, o que contengan agentes infecciosos que les confieran peligrosidad, así como envases, recipientes, embalajes y suelos que hayan sido contaminados cuando se transfieran a otro sitio”.

Por otro lado, la Norma Oficial Mexicana NOM-087-ECOL-SSA1-2002, los define como: “Cualquier microorganismo capaz de producir enfermedades cuando está presente en concentraciones suficientes (inóculo), en un ambiente propicio (supervivencia), en un hospedero susceptible y en presencia de una vía de entrada”. Asimismo, indica su clasificación, el manejo que se les debe dar y el envasado de RPBI, con el propósito de proteger al personal de salud, a la población y al medio ambiente de los riesgos relacionados con el manejo de estas instituciones, requiriendo un proceso idóneo para su identificación, recolección, separación, almacenamiento, transporte, tratamiento y eliminación de residuos, incluyendo la desinfección, protección y capacitación del personal de saneamiento.

Durante el brote de COVID-19, el sector de residuos ha demostrado ser un servicio esencial para responder a la emergencia y evitar impactos secundarios en la salud y el medio ambiente. Sin embargo, también se han evidenciado debilidades significativas en las instalaciones de tratamiento de residuos y en la preparación para emergencias de está índole. El manejo adecuado de estos residuos no ha sido sencillo, ya que cerca de 7.5 toneladas de residuos hospitalarios se han encontrado en diferentes puntos del país a la intemperie, aunado a la gestión y manipulación de RPBI de manera clandestina sin ningún control.

Cuestionando el impacto que causan en el ambiente y en la salud pública al percatarnos que el 30% de establecimientos médicos no cuentan con lo necesario para manejar los residuos que se generaban normalmente y ahora menos con el aumento de estos derivados del virus con el que coexistimos hoy en día, resultando en tiraderos o basureros a cielo abierto, donde sólo el 3.7% de los sitios para su tratamiento cumplen con la NOM-083 que contiene las especificaciones de protección ambiental en cuanto al sitio, diseño, construcción, operación, clausura y obras complementarias de los sitios de disposición final de residuos sólidos urbanos y de manejo especial; mientras que todos los residuos producidos por pacientes que presentan COVID-19 son considerados infecciosos aumentando de forma desmedida los RPBI, el uso de plásticos de un sólo uso, la clasificación errónea de residuos sólidos como peligrosos debido al estigma que hay acerca de la propagación del virus a través de las superficies, aunando a su clasificación y manipulación errónea, sin pensar en las consecuencias que esto tiene a largo plazo.  

La manipulación y el control ineficiente de los RPBI en cualquiera de los institutos de salud representa un riesgo latente en la salud del personal encargado de su manejo tanto interno como externo, ya que contienen microorganismos que pueden ser dañinos e infectar a pacientes de hospital, al personal sanitario y a la población en general, a través de la piel, membranas mucosas, inhalación e ingesta.  También se presentan otros posibles riesgos infecciosos, como la liberación al medio y la propagación de microorganismos orgánico-persistentes desde los establecimientos sanitarios, lesiones por objetos punzocortantes y quemaduras.

Por lo que, los residuos generados a raíz de la situación actual como jeringas, medicamentos y envases de vacunas como medida preventiva han sido clasificados como RPBI no anatómicos en su recolección, transporte y disposición final de acuerdo con lo estipulado en la norma para después incinerarlas a altas temperatura para su destrucción total eliminando el biológico potencialmente infeccioso con el fin de prevenir su mal uso pero aumentando la contaminación ambiental al no usar tratamientos físico-químicos que tienen un enfoque más ecológico. Teniendo en cuenta que el mercado en México alcanza 6,000 millones de pesos en venta anuales, no todos los deshechos son eliminados de manera correcta por lo que se da lugar al reusó de agujas y la clonación de medicamentos y vacunas a través de pepenadoras en los basureros que los reinsertan en el mercado negro y en los tianguis, convirtiendo la deficiente manipulación de los RPBI un problema de salud de la población al existir el riesgo que adquieran estos productos potencialmente mortales que pueden transferir enfermedades a quién las manipule según sea el caso. Al mismo tiempo, afecta a las comunidades aledañas a los vertedores la eliminación de desechos mal clasificados generando debido a la quema de desechos, aire contaminado, mala calidad del agua y plagas.

Al mismo tiempo el daño irreversible que ocasionan en el ambiente y el desequilibrio ecológico a causa de la incorporación de los agentes biológico-infecciosos en los elementos naturales el inadecuado manejo, generación, tratamiento y disposición final de los RPBI resultando en la contaminación del suelo y subsuelo por lixiviados, la contaminación del agua por derrames y filtraciones; la contaminación del aire por la emisión de dioxinas y furanos debido al uso de la incineración como técnica de tratamiento; la generación de flora y fauna  nociva que actúan como hospederos de enfermedades para las personas que entran en contacto con estos; así como la alteración del paisaje y olores perjudiciales para los seres vivos.

La mayoría de los RPBI en México son incinerados, siendo una práctica común no sólo en nuestro país, sino que en diversos países en vías de desarrollo. Sin embargo, se recomienda que sólo el 2% de todos los residuos hospitalarios debería ser tratado de esta forma, ya que se producen mayores cantidades de dioxinas y otros subproductos tóxicos. Esto último, se debe a que en los RPBI se encuentra grandes cantidades de cloro como de plástico PVC, utilizado para la elaboración de distintos elementos hospitalarios, tales como tubos y bolsas intravenosas. Debido a la incineración de estos materiales la incineración de RPBI es la segunda causante de la producción mundial de dioxinas y la cuarta de mercurio, los cuales producen efectos negativos junto con los furanos, ocasionando alteraciones en las funciones biológicas de los seres humanos y los animales silvestres, perdiendo la capacidad de reproducirse en algunos causas, llevando a la extinción de algunas especies por su acumulación en los tejidos del cuerpo y el ambiente durante largos periodos de tiempo.

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