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FUNDAMENTOS de la FE


Enviado por   •  3 de Agosto de 2015  •  Documentos de Investigación  •  2.179 Palabras (9 Páginas)  •  134 Visitas

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FUNDAMENTOS[pic 1]

de la FE (3)


ESPERAR EN EL SEÑOR

Lección 1

        ¿Es usted llamado para servir en la Iglesia, pero teme que sus defectos o imperfecciones le impidan tener éxito? ¿Cree usted que es demasiado débil como para ser un líder fuerte? Quizá ya ha estado en una  posición de liderazgo y está afrontando frustraciones o tal vez fracasos. Si es así, cobre ánimo, Dios tiene buenas nuevas para usted.

A. DIOS USA A LOS DÉBILES
        "Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas". (Is. 40:29).

        Cuando Dios llama a una persona para servirle, no la escoge sobre las bases de cuán inteligente, talentosa o educada pueda ser. De hecho, esas son cosas que Dios tendrá que modificar (o algunas veces destruir) antes de que pueda usarnos. La Biblia dice: "Pues está escrito: 
Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. (1ª. Co. 1:19).

        El Apóstol Pablo dice: "Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es". (1ª. Co. 1:25-28).

        Esto es lo que el Apóstol Pablo nos está enseñando: Es a través de nuestras debilidades, vacilaciones y fracasos, que Dios revela Su sabiduría. Él siempre exhibe Su poder cuando estamos sumidos en nuestras debilidades. Su poder se perfecciona en nuestras debilidades.


B. LAS PERSONAS QUE DIOS ESCOGE
        A menudo nos asombramos con las personas que Dios escoge para servirle.

1. Pablo
        Por ejemplo: Él envió a Pablo a predicar el evangelio a los gentiles paganos. Él había estudiado las Escrituras a los pies de Gamaliel (quien era maestro de maestros de la secta de los fariseos). Como candidato al Sanedrín (un grupo de hombres judíos de gran prestigio, intérpretes de las leyes religiosas en Israel), Pablo tuvo que memorizarse y citar (sin error) los primeros cinco libros del Antiguo Testamento (conocidos con el nombre de Pentateuco). Era un judío de un trasfondo cultural y educativo extraordinarios.

        Desde el punto de vista humano, nadie podía estar más calificado que Pablo para la evangelización de los judíos. No obstante, ¿a quiénes fue enviado Pablo, para tal obra, de parte de Dios? No fue enviado a los judíos de gran instrucción, sino a los pueblos iletrados y desechados bajo la clasificación de gentiles. Estos tendrían muy poco aprecio por el inmenso cúmulo de aprendizaje adquirido por Pablo y de su perfecto dominio de la ley judía.

        

        Toda la fuerza natural de Pablo, toda su educación, inteligencia y talentos tenían que ser puestos a un lado. Dios tenía que despojarle de todo eso, y le envió al desierto de Arabia (de la misma manera que hizo con Moisés, su antepasado) a fin de desvestirle allá de todas esas cosas de las que pudiera jactarse. (lea Gálatas 1:17; Fil. 3:4-8).

2. Pedro
        Aunque Pedro fue el instrumento usado para abrir las puertas de la fe a los gentiles (Hch. 10), él permaneció en Jerusalén entre la mayoría de los judíos selectos del imperio romano como:
"El Apóstol de los judíos" (Ga. 2:8). ¿Qué calificó a Pedro para esa tarea? Por supuesto que no fue su educación académica. La Biblia le describe como: "...hombres sin letras y del vulgo" (Hch. 4:13). Era simplemente un pescador, pero Dios le calificó para el trabajo al revestirlo con el poder del Espíritu Santo.

C. CÓMO LA DEBILIDAD PUEDE TORNARSE EN BENDICIÓN
        "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Is. 40:29).

        Las debilidades personales que nos permiten estar conscientes de nuestra inhabilidad o falta de poder para servir, deberán motivarnos a darle nuestros corazones a Dios en oración (y algunas veces en ayunos). Si respondemos de esa manera, descubriremos que "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Is. 40:29).

        La actitud de dependencia en Dios atrae Su atención y hace que Él sea atraído hacia nosotros, manifestando Su poder a través de canales humanos.

        Nuestras imperfecciones son vistas como bendiciones disfrazadas, cuando éstas nos presionan a depender de Cristo.

        No obstante, si en lugar de eso nos revolcamos en la compasión de nosotros mismos o en el auto-aborrecimiento, mirando hacia nuestro interior, buscando la comprensión de nuestros problemas; todo concluirá en un sentimiento de inferioridad.


        Lo que los psicólogos llaman "un complejo de inferioridad", es usualmente una preocupación carnal por nosotros mismos (conscientes de nosotros mismos). Esto puede resultar tener una perspectiva de sí mismo que diga: "No soy bueno. Soy meramente un fracaso... Dios nunca podrá usarme". Esta clase de auto-evaluación personal conduce a una depresión o desánimo total.

        Billy Graham dijo: "Dios nunca puede utilizar a un siervo desanimado". ¡Esto es cierto! Es vital que superemos tales actitudes por medio de lo que confesemos de nosotros mismos. (Ap. 12:11).

Por medio de decir acerca de sí mismos lo que la Biblia dice de nosotros, somos más que vencedores. La Biblia dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". (Fil. 4:13). 

        "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará". (Lc. 10:19)

        No debemos confundir un complejo de inferioridad con la mansedumbre de la Escritura. La cual Dios bendice. No es la misma cosa.

1. Acércate En Oración.
        La clase de debilidad a la cual Dios responde, es aquélla que produce una sensación de dependencia en Él. Cuando oramos:
"Oh Dios, te necesito y no puedo arreglármelas sin ti", de seguro que Él obra para nuestro bien. Venimos a ser como el rey David cuando oró: "…mi alma tiene sed de Ti". (Sal. 63:1).

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