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Filosofia


Enviado por   •  7 de Abril de 2013  •  1.046 Palabras (5 Páginas)  •  320 Visitas

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Fuente: Álvaro E. Márquez-Fernández. "Modernidad y postmodernidad entre el humanismo histórico y la razón escéptica." Ángora, Trujillo, Venezuela, No. 11 (enero-junio 2003).

Informe

El siguiente texto lo escribió Álvaro Márquez-Fernández, y se llama "Modernidad y postmodernidad entre el humanismo histórico y la razón escéptica." Este texto pertenece al género: artículo de opinión; se puede decir que circula en un ámbito académico.

La postmodernidad, que se nos presenta como tal, debe ser algo distinto, diferente, novísimo, que apunte a un estadio superior de aquél al que se hace referencia con el de modernidad, que al querer aparecer tan diferentemente “modernista” (o no modernista), confirma más nuestra apreciación de que lo que está “creando”, intentando producir, es un movimiento de “neo-modernidad”, pero aún sin salir de la modernidad.

Sin embargo, tan sólo señalaremos, desde el punto de vista de las formas de producción, la posición de Marx con respecto al desarrollo científico-tecnológico que se ha desplegado en las sociedades capitalistas avanzadas como otra “fuerza” más de la producción, así como de las crisis económicas de las mismas. La razón de ser de la Razón capita1ista está en los intercambios societales de consumos que se cumplen por obra del proceso de producción.

Una razón que se auto confirma como valor absoluto: es una racionalidad cuyo paradigma lógico es ser auto suficientemente calculadora, cuantificadora, sin registros de valoraciones éticas o morales. Precisamente, al fundarse la racionalidad capitalista sobre las bases de su propia cientificidad analítica-formal se da una comprensión del mundo completamente estática y funcional: el mundo terminará modelado por una gerencia de la razón en el cual ésta es una totalidad infinitamente cerrada, sin alteridad, sin otra totalidad-exterioridad (Dussel) que se le oponga o que la confronte.

Se fundará, entonces, una visión egoísta del orden humano exclusivamente desde el referente de una racionalidad autosuficiente, eximida de la condicionalidad de las valoraciones que su propia condición existencial pueda predicarle. Al excluir de lo humano la fenomenología de sus propios valores, además del valor per se de la racionalidad (que sensatamente no se puede negar, pero sensatamente tampoco se debe hacer tan superlativa como lo ha hecho hasta hoy la hegemonía capitalista donde “lo único que vale es lo racional”), se está excluyendo toda posibilidad del horizonte ontológico de la libertad de lo seres humanos en cuanto tales.

Una nueva deidad con todo su omnívoro poder aparece en el horizonte de la modernidad: la emergencia de un cientificismo tecnicista y pragmático, funcionalista y utilitario, desprovisto de valoraciones ética y morales, para quien la condición humana y sus más elementales derechos a la vida, no son reconocidos por quienes detentan el poder tecnológico de la conducción y manipulación social. Asistimos a un mundo fracturado, escindido, dicotomizado, donde las relaciones intersubjetivas quedan atomizadas por la ideología del interés y el poder técnico de un racionalismo desenfrenado que cada vez viene deshumanizando lo humanamente más racional: la propia racionalidad, dándose el anverso de ella, es decir, la irracionalidad. El análisis marxista de la modernidad pone de relieve, lo que pensamos devendrá la contradicción fundamental del modo de producción de la racionalidad capitalista:

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