LA INCEMINACION ARTIFICIAL
ESPORTIKA24 de Septiembre de 2012
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HISTORIA- LOS COMIENZOS
Los sumerios además de inventar la escritura, registraron por primera vez una técnica, muy artesanal por lo demás, de inseminación artificial en ovinos, la misma que se utilizó posteriormente en equinos.
Pese a la creencia de que la inseminación artificial es una tecnología moderna, los primeros intentos de llevarla a cabo se remontan al siglo XV: se cree que la inseminación artificial fue intentada por Juana, esposa del Rey Enrique IV de Castilla (conocido como "el impotente"). En 1677 el científico holandés Leeuwenhoek observó espermatozoides gracias a los microscopios que había construido. Más de 100 años después, el sacerdote y fisiólogo italiano Lazzaro Spallanzani demostró que debía existir contacto físico entre el huevo y el esperma para que se desarrollara un embrión. Hasta ese momento se creía que el embrión era "producto de la semilla masculina, nutrido en el suelo de la mujer". Spallanzani realizó experimentos exitosos de inseminación artificial en peces y anfibios.
Los esfuerzos para desarrollar técnicas modernas de inseminación artificial comenzaron en Rusia en 1899. Se tiene constancia {Ivanoff, 1922} de la inseminación artificial de un caballo realizada con éxito en 1922. Hacia el año 1950, la inseminación artificial se convirtió en una industria establecida: en 1949 aparecieron métodos de congelación y descongelación del esperma y en 1950 surge la idea de añadir antibióticos al semen para prevenir enfermedades venéreas. Posteriormente, en los años 70 y 80 se desarrollaron métodos eficaces de recolección de semen.
El semen bovino congelado en nitrógeno líquido (-196 °C) ha permitido su almacenamiento por largos períodos (el más antiguo desde 1952 a la fecha) sin que se produzca un deterioro en la fertilidad del mismo. Gracias a ello el semen (y la genética en él contenida) se conserva, se transporta y se utiliza en muy diversos ambientes.
Los primeros intentos de inseminación artificial (IA) en humanos se realizaron a finales del siglo XVIII.
Se le atribuye a John Hunter (1728-1793), anatomista y cirujano escocés que fue considerado como uno de los más distinguidos científicos y cirujanos de su época.
Hacia 1785 un rico comerciante de tejidos acudió a él para pedirle ayuda para tener descendencia. Sufría de "hipospadia", que es una malformación de la uretra donde la abertura se sitúa por debajo del pene en vez de en el extremo del glande.
Le sugirió recoger una muestra de su semen en una jeringa caliente e inyectarlo directamente en el útero de su mujer, con lo que logró el embarazo y el nacimiento de un niño sano.
En realidad Hunter tuvo suerte porque en el momento de la inseminación coincidió con la ovulación de la mujer. Pero quienes intentaron reproducir después sus resultados, se encontraron con que la técnica era lo más parecido a jugar a la ruleta rusa. Era prácticamente imposible conseguir un embarazo si no se conocía a fondo el ciclo menstrual de la mujer.
Las experiencias del médico estadounidense Carl G. Hartman, en 1936, desvelaron que en un ciclo de 28 días el período fértil estaba entre 11 y 14 días después del primer día de flujo menstrual, fecha que ocurriría la ovulación. Estas observaciones permitieron el despegue definitivo de la inseminación artificial, como técnica de ayuda para solucionar muchos problemas de infertilidad.
En 1866, James Marion Sims (1813-1883), considerado el fundador de la ginecología moderna, describió por primera vez la prueba postcoital, con la cual se podía observar la movilidad del espermatozoide en el moco del canal cervical.
En base a estas observaciones, en 1988 realizó 55 inseminaciones a 6 mujeres, todas con anormalidades cervicales, una de las cuales se logró embarazar.
El primer caso confirmado de inseminación artificial
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