La Responsabilidad Social Y ética, En La Formación De Los Científicos
laurasuarezguazo8 de Febrero de 2012
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La responsabilidad social y ética, en la formación de los científicos.
Laura Suárez y López-Guazo
Sin duda, representa ya una tradición dominante en la enseñanza de las ciencias, el que se ignore tanto la dinámica de las comunidades científicas, como las repercusiones sociales derivadas del conocimiento que producen, que se manifiesta claramente en los programas para los diferentes niveles educativos, desde la enseñanza básica hasta la superior.
Dicho aislamiento, refleja la escasa importancia que hasta ahora se ha conferido al campo de la sociología de la ciencira, incluso en la formación de futuros científicos. Por ello, en las últimas tres décadas, múltiples filósofos y sociólogos de la ciencia, han destacado la importancia de incluir en los programas escolares un reflexión central que postula la concepción de vincular la actividad de los científicos con los problemas sociales.
Con ese enfoque, desde inicios de los años setenta, surgieron diversas corrientes para la enseñanza de la ciencia, con la finalidad central de acercar las aplicaciones derivadas de la producción del conocimiento científico a los intereses sociales, entre ellas, ciencia, tecnología y sociedad, (CTS) cuyas siglas aparecen recientemente como novedad y otra de similar importancia ciencia en un contexto social (S-C), cuyos postulados básicos coinciden al señalar que la cultura científica general, debe orientarse a preparar personas dediquen o no su vida futura a dicha empresa:
"Muchos niños y universitarios estarían más preparados para sus vidas, si se les hubiera enseñado menos Ciencia como tal y un poco más sobre la Ciencia. [...] preparar personas para un conjunto de empleos en los que se necesita el conocimiento científico a varios niveles, ha sido interpretado demasiado estrictamente, como tan sólo la enseñanza de las teorías, técnicas y posibilidades prácticas de la Ciencia, sin referencia al pensamiento o de acción en el que el conocimiento va a ser empleado".
Es claro en todos los sistemas educativos, que las escuelas están diseñadas para perpetuar dichos sistemas. Particularmente en el campo de la ciencia, engendran y refuerzan la creencia popular que sostiene que la pobreza y la alienación y los fracasos personales, son resultado de la mediocridad, más que de las estructuras sociales y económicas de la sociedad. En general, los sistemas educativos también mantienen las divisiones de la sociedad con respecto a los estratos socio económicos, sexos o razas, lo que se ha pretendido demostrar mediante la aplicación de pruebas de aptitud, a través de diversos programas de orientación vocacional, que desgraciadamente en muchos casos determinan el futuro, la competitividad profesional de los jóvenes y en casos extremos el abandono de los espacios de educación formal.
Para puntualizar lo que se sostiene anteriormente y profundizar respecto al papel social que desempeña la enseñanza de las ciencias, es indispensable que analicemos los contenidos, metodología y programas que han conducido a reproducir los valores y estructuras de nuestra sociedad.
La tradición en la formación de los científicos.
En términos generales, en las aulas y laboratorios, se presenta la ciencia como una actividad mística, apolítica y benefactora. Muchos de los programas de los posgrados en la actualidad, están enmarcados en problemas exclusivamente técnicos, aislados del contexto filosófico e histórico social, en que repercute dicha área de conocimiento, de tal manera, que la especialización conduce al estudiante a la productividad en la investigación y ese constituye el criterio básico de su propia valoración. El producto final de este tipo de formación, tan frecuente en el área de las denominadas ciencias duras, naturales o exactas, es, sin lugar a duda, un especialista estrecho, capaz de realizar grandes proezas científicas o técnicas, sin que analice o se cuestione, sobre las implicaciones socio políticas de su investigación, pero, indudablemente "...el conocimiento que produce sí puede convertirse en un instrumento de poder".
Es importante resaltar que no todo, en este tipo de aprendizaje es negativo. La cultura científica tradicionalmente se ha transmitido en forma de paradigmas, esto es, como códigos de saber inmutables e incuestionables, en donde la labor del profesor es mostrarlos y la del estudiante asimilarlos, además de adquirir la habilidad para emplearlos rutinariamente. Al respecto, Thomas S. Kuhn , sostiene que una de las ventajas de este tipo de formación, ausente en general en el ámbito de las ciencias sociales, ha conducido a que se delimiten y concentren los objetivos de la investigación científica, lo que ha derivado en una enorme productividad y promovido la emergencia de grandes innovaciones teóricas.
Pero también la enseñanza de las ciencias, ha permitido que se arraigue la ideología de elite. En muchos de los posgrados en Latinoamérica, que cada día imitan más los esquemas estadounidenses de educación superior , los cursos están diseñados para seleccionar los futuros científicos. Los estudiantes triunfadores, son estimulados a través de su participación en el trabajo de algún investigador experimentado durante varios años y generalmente de manera gratuita, considerándoseles ya parte de la casta intelectual. Desgraciadamente este tipo de formación comienza y se refuerza desde la educación básica hasta los niveles educativos más elevados.
La actividad social en el campo de la ciencia.
"No estaremos liberados de las fuerzas naturales sino cuando nos liberemos de la violencia de los hombres. Si queremos aprovechar […] nuestro conocimiento de la naturaleza, necesitamos agregarle, el de la sociedad humana."
Bertold Brecht, L'Achat du cuivre, 1939-1940.
La intención de abordar la actividad humana en el ámbito de la ciencia, tiene la finalidad de difundir la manera como se organiza la producción de nuevo conocimiento y cómo se relaciona éste con la sociedad; es decir, ¿cuál es el significado social del quehacer científico ?, ¿qué problemas han surgido en la esfera socio política como consecuencia de dicha producción? y ¿qué beneficios repercuten directamente en la humanidad como resultado de la misma?.
Igual que en todas las actividades humanas, los científicos son individuos con su propia historia y con una serie de compromisos y afiliaciones que dependen de su particular ideología. Por esta razón, algunos contribuyen activamente con su trabajo en la investigación de la producción de armamento para defensa, en el perfeccionamiento de armas nucleares o en las empleadas en la guerra biológica. Pero también encontramos científicos, dedicados a desarrollar técnicas que permitan elevar la producción de alimentos, en las regiones del mundo más empobrecidas y marginadas y otros cuya labor se centra en la solución de problemas ecológicos o médicos.
Los programas de investigación antes señalados, por contradictorios que nos parezcan, están estrechamente vinculados con factores ideológicos implícitos en las mentes de los investigadores, en las políticas de investigación que impulsa cada estado o que promuevan las instituciones en donde los científicos laboran y también de acuerdo con la óptica de las comunidades científicas a que pertenecen.
Debido a que los científicos proceden de diversos ambientes, sus compromisos sociales y su afiliación es muy variada; es decir, poseen criterios morales y políticos muy distintos. Por ello, los numerosos intentos que se han realizado con la finalidad de organizar a los científicos como una fuerza política coherente, cuya influencia pudiera emplearse de manera sistemática para el logro de objetivos concretos, sólo han conseguido reunir a una parte de ellos, surgiendo de inmediato grupos opositores activos, que neutralizan su impacto político.
Si analizamos la trayectoria de algunas sociedades científicas relevantes, que surgieron hace más veinte años en Gran Bretaña, como son la Asociación de Trabajadores Científicos, la Sociedad para la libertad de la Ciencia, la Sociedad Británica para la Responsabilidad Social de la Ciencia y la Ciencia para el Pueblo u otras organizaciones similares, podemos observar que en términos generales, los científicos sólo se han mantenido unidos cuando intentan alcanzar objetivos inmediatos, casi siempre en función del apoyo económico que requieren para sus investigaciones, con relación a su situación laboral o al salario que perciben.
A nivel mundial, el establecimiento de las políticas científicas por parte de los gobiernos, gira en torno a dos criterios básicos propuestos por el eminente biólogo molecular Alvin Weinberg , consejero científico de Washington a finales de los años sesenta, cuyo planteamiento aún se continúa vigente. El primer factor se refiere a la situación interna de un campo específico de conocimiento y el segundo al ámbito externo del mismo. Así, se analiza si determinado campo de conocimiento está listo para poder ser explotado y si los científicos dedicados al mismo son realmente competentes. De esta manera, los mismos científicos juzgan la calidad de las actividades de investigación y del personal, lo que en general les coloca en situación de ser juez y parte.
Con respecto al segundo criterio, los aspectos externos al ámbito de la ciencia, se identifican tres factores: el mérito tecnológico, el mérito social y el mérito científico. Si se detecta alguna finalidad tecnológica valiosa, los Estados se obligan a financiar la investigación para lograrlo. A partir del supuesto de Weinberg, la pertinencia del trabajo científico
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