La era digital en educacion
Nestor ArandaTrabajo11 de Noviembre de 2017
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TATUADOS POR LOS MEDIOS
Dilemas de la educación en la era digital
Por Silvia Bacher
ÍNDICE[pic 1][pic 2]
Agradecimientos 11
Prólogo, por Jesús Martín Barbero 13
Introducción 19
Primera parte Dilemas
- La ESCUELA Y SUS CONTEXTOS 25
- Pantallas poderosas 31
- En busca del sentido pedagógico 37
- La información, un bien social 47
- La escuela según los medios 51
- Televisión para las infancias 57
- ¿Dónde se construyen las nuevas ciudadanías? 63
- Las TIC en la agenda educativa 73
- Tiempo de derechos 79
- Ser niño en el mundo del cómprame 87
- Construcción de estereotipos juveniles 99
- Jóvenes y protagonismo social 105
- Nuevas escrituras: ¿nuevos aprendizajes? 115
- Maestros del presente 121
- Cruzadores de fronteras 127
Segunda parte Pistas
1 ó. Participar 135
- Colaborar 145
- Experimentar 151
- Incluir 159
- Integrar 163
Final: Hacia una escuela wiki 167
Bibliografía 173
2. PANTALLAS PODEROSAS
¿Ya no hay tiempo para otra lección?
Geokge Steineb
Isabel tiene tres meses de vida y sus papas sostienen que reacciona ante Los estímulos que percibe cuando conectan ante ella un sitio web diseñado para chicos. Su abuelo, un periodista muy popular, comenta en su programa de radio que la beba parece tranquilizarse o angustiarse según suenen o se acallen determinados sonidos provenientes de ese sitio. Y concluye: "Es tiempo de empezar a tomarse un poco más en serio el tema de Los medios. Los chicos vienen cambiados. Más vale que empecemos a pensar en esos temas antes de que los medios nos pasen por encima".
El comentario, por supuesto, dista de ser una disquisición académica. Sin embargo, la teoría coincide con la declaración ingenua del hombre de los medios. Las audiencias no son conscientes del impacto infocomunicacional al que se ven sometidas. El disfrute del entorno tecnológico-mediático de los más jóvenes va de La mano con el desconcierto de los mayores. Porque los adultos, padres y docentes, atravesados ellos mismos por Las tecnologías, no cuentan con trayectorias para transmitir modelos, ni con formación teórica para diseñarlos; conocen la desazón de hacer frente a una realidad que les resulta desconocida: un niño mucho antes de ir a la escuela está en contacto, cada vez más temprano, con pantallas.
Los sujetos se encuentran expuestos a ellas en las casas, en los consultorios, en los medios de transporte. Pantallas de los celulares que se cobijan bajo las almohadas. Pantallas a las cuales se accede cada vez más joven y más solo. Los medios y las tecnologías de la comunicación se erigen vertiginosamente -cada vez con mayor autoridad- como espacios de socialización. No solo transmiten información y entretienen sino que crean modelos de adoración. Son promotores de nuevos próceres transnacionales, iconos que lavan identidades locales, globalizan las estéticas, adelgazan la diversidad cultural hasta lograr una supuesta cultura universal que comparten millones de almas en el mundo. El culto a las celebridades hace que "lo que la idolatría pierde en durabilidad Id gane en intensidad. [...] Como otras ofertas culturales seductoras, debe adecuarse a 'un máximo impacto y a la inmediata obsolescencia', despejando el terreno rápidamente para nuevas y apasionantes aventuras" (Bauman, 2004). Bourdieu alerta acerca de que "uno de los mayores problemas que plantea la televisión [y que alcanza a otras pantallas] es el de las relaciones entre pensamiento y velocidad. ¿Se puede pensar atenazado por la velocidad?" (Bourdieu, 1997).
Los medios son espacios de encuentro, de comunicación e intercambio social. En el caso de niños y jóvenes, en términos generales, suelen acceder sin miradas adultas que los acompañen. Muchos corren a la salida de la escuela para ver el programa preferido, ese del que hablan más tarde con sus amigos por chat, mail, teléfono o al día siguiente en el recreo.
Las investigaciones coinciden en que los chicos miran un promedio de cuatro horas diarias de televisión; algunos miran tres, otros hasta seis horas por día. Este último grupo suele estar conformado por niños que pertenecen a familias con menor cantidad y variedad de recursos tanto simbólicos como materiales. A veces están más tiempo frente a las pantallas que el que pasan en la escuela, e incluso que el que comparten en familia. Un estudio realizado en la Argentina por el Comité Federal de Radiodifusión[1] (COMFER) en el año 2008 revela que, ante la pregunta "En el mundo de hoy, ¿qué cree que ejerce mayor influencia en los niños?", la respuesta de los hombres es: "la televisión 34,3 %; internet 42,5 %; la escuela 10,2 % y los padres 13 %". Y la de las mujeres: "la televisión 29,8 %; internet 49,6 %; la escuela 6,6 % y los padres 14 %".
Estos consumos se transforman, entonces, en puertas de acceso a nuevos conocimientos, informaciones y también hábitos y valores. Mirar no es solo mirar sino que también implica participar de manera activa en el proceso de comunicación.
Si bien la televisión es aún la reina de las pantallas (Jacques Attali[2] sostiene que en el año 2010 habrá 2000 millones de televisores encendidos a la vez en el mundo), no es menos cierto que las tecnologías de la comunicación empiezan a modificar la tendencia. La Unesco señala en el informe Hacia las sociedades del conocimiento:
En 1995, el número de internautas representaba el 3 % de la población mundial y, en 2003, el 11 %, es decir más de 600 millones de personas. Sin embargo, el crecimiento de la red corre el riesgo de tropezar rápidamente con el "techo transparente" de la solvencia económica y la educación, si tenemos en cuenta que el 20 % de la población mundial concentra en sus manos el 80 % de los ingresos del planeta. [...] Es posible prever que el acelerado ritmo actual de crecimiento del número de internautas disminuya a medida que su proporción se vaya acercando al 20 % de la población mundial. (Unesco, 2005)
En este sentido, el informe alerta acerca del riesgo de la profundización de la brecha cognitiva, que acumula los efectos de las distintas brechas observadas en los principales ámbitos constitutivos del conocimiento -el acceso a la información, la educación, la investigación científica y la diversidad cultural y lingüística- y representa el verdadero desafío planteado a la edificación de las sociedades del conocimiento" (Unesco, 2005).
Actualmente los jóvenes latinoamericanos prefieren internet a la televisión, incluso aunque no dispongan de acceso a la red (Bringué Sala y Sádaba Chalezquer, 2008). Lo cierto es que, hoy en día, los chicos miran televisión, entre otros factores, porque es accesible. En el caso del acceso a la computadora, la cobertura es mucho más baja en hogares y escuelas. Se calcula que en la Argentina los usuarios de internet
son más de quince millones, lo cual representa el 42 % de la población nacional, pero las conexiones residenciales no pasan de tres millones; la mayor parte de los argentinos accede esporádicamente a partir de cibercafés o locutorios. Casi dos tercios de ese total se concentran en la ciudad o la provincia de Buenos Aires. (Sibilia, 2008)
Las pantallas son poderosas herramientas a la hora de estimular, entretener, informar y formar. Son lugares de encuentro, grandes plazas, en las cuales se puede participar de muy diferente modo y donde los jóvenes exhiben, cada vez más, su intimidad y la transforman en espectáculo muchas veces sin anticipar las consecuencias de la huella indeleble que dejan en el ciberespacio, señala Nicholas Burbules en una entrevista periodística (Burbules, 2007). Son espacios de juego, de estudio, de creación, de vinculación social, de construcción de identidad, de descubrimiento y aprendizaje que consumen muchas horas diarias de la vida de los jóvenes.
Estas herramientas, muchas veces vilipendiadas, logran, si se lo proponen, sensibilizar a las audiencias en pos de actitudes solidarias y comprometidas. Tal es el caso de la telenovela Montecristo, producida originalmente en la Argentina y que tuvo versiones también en México y Chile. En la versión original se aborda la lucha por la recuperación de la identidad de niños apropiados ¡legalmente durante la dictadura militar. En las adaptaciones esto se reemplaza por el narcotráfico y el contrabando de bebés.[3] En el caso argentino, durante su emisión se multiplicaron las consultas de jóvenes que querían conocer su origen en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo. El ejemplo da cuenta de cómo la reconstrucción de la trama social desde los medios puede resultar poderosa. Esta dimensión tiene su paradójica contrapartida: la insensibilización. "El exceso de informaciones puede llevar a una especie de saturación que bloquee e insensibilice" (Ferrés, 1994).
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