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La propaganda política

masaprisaEnsayo19 de Agosto de 2013

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1. Una primera aproximación

En el siglo XX se ha experimentado el poder sin precedentes del discurso persuasivo

en la propaganda política y, sobre todo, en el discurso publicitario y la información,

a través de los llamados medios de comunicación de masas o, usando ese anglicismo

que tanta fortuna hizo entre los años 60 y 70, los mass media.

La aparición de la Nueva Retórica coincide, no por casualidad, con el auge de la

persuasión como elemento movilizador de las masas. Pero no hay que llamarse a

engaño. Por una parte, las decisiones judiciales no pueden convertirse ellas mismas en

discursos forenses, por cuanto no dependen tanto de su éxito persuasivo como de la

interpretación -recta, sabia, adecuada, justa...- de lo que el ordenamiento jurídico ofrece

para cada situación, pues constituyen en sí actos de autoridad.

Por otra parte, la retórica no es una mera estilística, no es un manual de estilo al

que echar mano en busca de figuras y otros recursos estilísticos. La retórica fue elemento

constructor de las antiguas democracias griega y romana, y, asimismo, la consistencia teórica

de la literatura como expresión de lo más preciado que tiene el ser humano: las ideas

y las palabras para expresarlas, y con ello, la interpretación de sí mismo, de la vida y la

muerte, del alma humana, de lo trascendente, del mundo, de lo particular y de lo universal.

Sabido es que retórica proviene del latín rhetorica, que a su vez deriva del griego

retorike. Al docente y «ejecutor» del arte del buen decir, esto es, de la elocuencia, se

le denominaba rhetor, maestro de retórica o, también, orador2. Desde la Antigüedad

hasta el siglo XVIII, «el dominio de la palabra era señal de dominio de las facultades

preeminentes del hombre como ser racional»3. El mismo Cicerón, en su obra juvenil La

invención retórica, supedita esta disciplina al pensamiento -la filosofía y la moral,

entendiendo incluida en ellas a la política-, y expresa haber llegado a la conclusión de

que «la sabiduría sin elocuencia es poco útil para los estados, pero que la elocuencia

sin sabiduría es casi siempre perjudicial y nunca resulta útil. Por ello, quien descuida el

estudio noble y digno de la filosofía y la moral y consagra todas sus energías al ejercicio

de la palabra, se convierte en un ciudadano inútil para sí mismo y perjudicial para

su patria. [...] Ahora bien, si examinamos los orígenes de lo que llamamos elocuencia,

ya sea un arte, un estudio, una práctica o una facultad natural, descubriremos que nació

por causas muy dignas y se desarrolló por excelentes motivos»4. Para Cicerón, la elocuencia

está en la base misma de la civilización: «Hubo un tiempo, en efecto, en el que

los hombres erraban por los campos como animales, se sustentaban con alimentos propios

de bestias y no hacían nada guiados por la razón sino que solían arreglar casi todo

mediante el uso de la fuerza; no existía aún el culto a los dioses; nada regulaba las relaciones

entre los hombres; nadie había visto aún matrimonios legales ni mirado a hijos

que pudiera considerar como propios; tampoco conocían los beneficios de una justicia

igual para todos. Así, por error e ignorancia, la pasión ciega e incontrolada que domina

el alma satisfacía sus deseos abusando de su perniciosa compañera, la fuerza física.

Entonces un hombre sin duda superior y sabio descubrió las cualidades que existían en

los hombres y su disposición para realizar grandes empresas si fuera posible desarrollarlas

y mejorarlas mediante la instrucción. Dotado

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