La sociedad de las burbujas cuánticas

La sociedad de las burbujas cuánticas

La falsedad y el engaño al que se ve sometida la sociedad por parte de la maquinaria neoliberal y capitalista, pareciera que hiciera más fuerte su deseo de desigualdad. Un mundo individual, plagado del desprecio por la condición humana, en donde solo importa el beneficio propio a costillas del deterioro del otro, sin el mas mínimo atisbo de culpa. “Mama tengo hambre”, el pan de cada día en el suplicio de Juan, mientras Pablo con dificultad se lleva a la boca un gran pedazo hamburguesa, que le deja los labios untados. Es el planeta de las burbujas cuánticas, de los multiversos, en el cual las situaciones adversas y afortunadas pertenecen a dimensiones diferentes, pero con los mismos protagonistas (Hawking, 2002).

Es por eso, que la indiferencia pareciera ser esa historia de ficción de universos paralelos o burbujas cuánticas, en el que simplemente se oprime un botón, se cambia de canal y se pasa a otro mundo exótico, pero siempre gobernado por unos pocos, con discursos convincentes y subliminales que recalan en lo más profundo del subconsciente del pueblo y hacen de su desgracia, la normalidad (Díez, 2009). No hay que ser ciego, para resistirse al colorido de las notas de voz que indican lo que se debe comprar, ni sordo para no escuchar el suave y dulce sonido de una imagen prototipo de la nueva moda.

En el siguiente apartado se desdibuja el retumbante e inclemente transcurrir del tiempo, que se estanca en la repitencia absurda del fenómeno capitalista y se fundamenta en la displicencia del pueblo que se resiste al cambio, debido a la implantación de chips que producen pensamientos unidireccionales (Díez, 2009), marginando las problemáticas a universos paralelos infinitos, carentes de sentido y aparentemente desligados.

En un primer universo, es difícil estar seguro, si existe alguna identidad, puesto que todo lo que es el ser humano, socialmente hablando, es producto del diseño de un grupo limitado de personas que sobrepasó el limite de sus riquezas y solo tiene ansias de poder Es el cosmos en el que las elites minoritarias se reúnen a tomar decisiones sobre lo más conveniente para ellos (Martín, 2005). Tal vez lo anterior sea exagerado, pero pareciera que en este mundo todas las personas estuvieran conformes con la desigualdad, las guerras, el hambre, la tristeza y la infelicidad, que los omnipotentes perpetúan, para distraer de sus verdaderos intereses.  

En esta esfera, no se le puede explicar a un niño que acaba de perderlo todo, su casa, sus padres e inclusive partes de su cuerpo, que lo que sucede allá afuera entre Chiítas y Sunitas, estado y rebeldes, Estados Unidos y Rusia, o como se quiera llamar, es el reflejo del control de unos pocos orgullosos, sentados detrás de un escritorio, degustando de los más ricos manjares, dando órdenes arbitrarias, mientras sus “Groom of the Stool” o “limpia colas reales”, las acatan al pie de la letra, para conseguir una estirpe de nobleza, a costa del sufrimiento del otro (BBC, 2018) y (ACNUR, 2016).

En otra dimensión, pero no tan alejada de la anterior, el mundo está al borde de un daño irreversible o “punto de inflexión” como lo aseguraba Hawking, en donde puede convertirse en el planeta venus, por el despiadado consumo de hidrocarburos, productores de cantidades exorbitantes de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero y se abandonan fuentes alternativas de energía, por el absurdo interés de los oligopolios de aumentar sus arcas y hacer crecer más su gran ego (BBC, 2018). En este universo paralelo, un señor de apellido pmurT es presidente de una potencia mundial y se retira del acuerdo de Paris, por no aceptar la evidencia del cambio climático. Parece ser el ejemplo más claro de la desidia del orbe del capital.    

En la burbuja cuántica de la inhumanización, la ciencia y la educación son esclavos del sistema de mercado, para atraer por un lado con sus innovaciones la atención de los incautos y sedientos ciudadanos del mundo globalizado, sin importar cualquier daño colateral al ambiente y a su humanidad; y por el otro para crear seres sin conciencia, con el deseo de permanecer zombis, frente al despampanante panorama que ofrecen la tecnología y los medios de comunicación (Díez, 2009).

En este singular planeta, una humilde familia, que escasamente tiene con qué comer, se da el lujo de hacer que todos sus miembros, tengan el celular de mas alta gama, que en poco tiempo quedara obsoleto, puesto que las grandes multinacionales se encargaran de sacar al mercado una idea innovadora o simplemente una compañía como la de la manzanita mordida, ralentizará sus equipos con nuevas actualizaciones, para inducir a los ciudadanos a desatender sus obligaciones y ponerse al día con la nueva moda (Portafolio, 2017). Es el mundo de la idiotización.

En otro universo, la cultura ancestral de unos indígenas que por siglos ha transmitido su sabiduría y tradiciones, de generación en generación, se está perdiendo por el terrible miedo de la cavernicolanización del taparrabo y la choza. Aquí existen los Nükak Macu, una tribu que por siglos se desplazó de un lugar otro, para encontrar su sustento, con gran respeto por la madre naturaleza. La invasión de su territorio por parte del hombre blanco en su afán por obtener caucho y coca tiene a esta última tribu nómada en peligro de extinción, por la deslumbrante y llamativa sensación que generan las nuevas costumbres y la variabilidad genética de las enfermedades que les contagian y los matan. En estas tierras, ya es común ver a muchos de los nativos vistiendo ropas de marcas reconocidas y con un acento poliglota (Mahecha y Franky, 2011). Síntomas de un mundo despreocupado por la erudición, más entregado al dinero.

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