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Los factores genéticos, hormonales y ambientales que propician la aparición del Lupus Eritematoso Sistémico

ELI LEOBARDO ARREOLA LOPEZEnsayo27 de Enero de 2023

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT

Unidad Académica de Ciencias Químico Biológicas y Farmacéuticas

Programa académico de Químico Farmacobiólogo

 

Los factores genéticos, hormonales y ambientales que propician la aparición del Lupus Eritematoso Sistémico 

Unidad de aprendizaje: Desarrollo de Habilidades del Pensamiento. 

Integrantes del equipo:

·       Elí Leobardo Arreola López

·       Sofía Mariane Castro Duarte

·       Carla Ivonne Soto Aguila

·       Jose Miguel Arjona López

 

Semestre y grupo: 1°A


Los factores genéticos, hormonales y ambientales que propician la aparición del Lupus Eritematoso Sistémico

INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se abordará el tema “Enfermedades autoinmunes” enfocándonos hacia una enfermedad muy particular denominada “Lupus Eritematoso Sistémico” la cual, por su propia naturaleza, pone en juego además de la vida de las personas, la calidad de esta, provocando daño no solo fisiológico sino también,  daño colateral respecto a otros aspectos de la vida de los pacientes.

Este tipo de enfermedades afectan al sistema inmune y la forma en que este actúa. Puesto que, normalmente, el sistema inmunitario puede discernir qué gérmenes no son parte de su organismo, por lo que los destruye (Medlineplus, 2020).

El LES (Lupus Eritematoso Sistémico) es una afección en el sistema inmunitario del cuerpo, en el cual se ataca por error el tejido sano. Este puede afectar la piel, las articulaciones, los riñones, el cerebro y otros órganos (Medlineplus, 2020).

Dentro de los síntomas más comunes que presentan los pacientes con Lupus están la fiebre, el cansancio extremo, erupción cutánea en forma de mariposa en las mejillas y nariz, sensibilidad al sol, pérdida de cabello, dolor al respirar, entre otras más específicas que dependen del órgano afectado (Lupus Foundation of America [LFA], 2020).

Esta enfermedad la puede presentar cualquier persona, aunque estudios han demostrado que es más común que se presente en mujeres que en hombres; también se ha observado que se presenta más en mujeres latinas, asiáticas, nativo americanas y europeo americanas, teniendo un mayor riesgo a padecerla aquellas que se encuentran en edad reproductiva (15 a 44 años). A pesar de que los casos en hombres son más escasos, cuando estos presentan la enfermedad, se ocasiona un mayor daño renal, neurológico y hematológico (Center for Disease Control and Prevention [CDC], 2017).

La cantidad de casos difiere entre un lugar y otro. En los Estados Unidos se estima una incidencia de 5.1 por 100,000 habitantes por año y una prevalencia de 52 por 100,000 habitantes. Mencionan también que en países de Europa occidental la incidencia oscila entre 2.2 a 4.7 por 100,000 habitantes por año (Gómez-Puerta y Cervera, 2008).

En el caso de México hasta el día de hoy no se cuenta con un registro de casos de pacientes con lupus,  hecho confirmado por la UNAM quien busca impulsar o implementar dicha carencia de información, ya que es necesaria para la realización de investigaciones que nos ayuden a encontrar una cura para la enfermedad (El Heraldo, 2021).

Por otro lado, el diagnóstico no oportuno (más susceptible en casos asintomáticos), influye mucho en el agravamiento del LES así como de sus efectos (Morales, González,  Gámez,  Vázquez y Castro, 2010).

Asimismo, otros factores que influyen en la complicación de la enfermedad son la exposición al sol, el consumo de diversos fármacos, el estrés, el embarazo y las condiciones genéticas, ya que todo esto puede alterar al sistema inmune (Fundación Mexicana para la Dermatología A.C.[FMD], 2017).

Debido a lo complicada que es, a lo largo del tiempo se ha buscado una cura para esta enfermedad, sin embargo, no se ha tenido éxito, lo cual ha derivado en el desarrollo de diferentes tratamientos que intentan al menos aminorar los síntomas, algunos de los más comunes son el uso de inmunosupresores, antiinflamatorios, esteroides y anticoagulantes, y dependiendo del órgano que ha sido afectado es el tratamiento que será indicado por el médico (LFA, 2020).

Por lo tanto, uno de los objetivos de este trabajo es, si bien no es posible conocer las causas como tal de este padecimiento, encontrar y dar a conocer los factores de riesgo que propician la manifestación del Lupus Eritematoso Sistémico, y a su vez difundir las causas del agravamiento de la enfermedad, así como descubrir a qué se debe que su mayor incidencia sea en las mujeres. Además, el desarrollo de la presente investigación se hará a partir de diferentes fuentes de información arbitrada y con el apoyo de los pocos datos obtenidos de un estudio realizado en cinco regiones de México (Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa, Yucatán y Ciudad de México), que muestra una incidencia de entre 1.8 y 7.6 casos por cada 100,000 habitantes aproximadamente (Grupo de Estudio Epidemiológico de Enfermedades Músculo Articulares, [GEEEMA], 2011).

ANTECEDENTES

El término “lupus” es atribuido al doctor Rogerius, quien empleaba este término en el siglo XII para referirse al eritema malar o enrojecimiento en forma de mariposa en la zona de las mejillas y nariz de los pacientes, pues este era similar a la mordedura de un lobo. Tiempo después, alrededor de 1850, Hebra y Cazenave le dieron por primera vez el nombre de “lupus eritematoso” y señalaron que existía una mayor incidencia en mujeres (Gómez-Puerta y Cervera, 2008).

Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX, en mil ochocientos noventa y cuatro, cuando se logró descubrir una medicación útil para dicho padecimiento, medicación que consistía en el uso de quinina, la cual resultó ser el mejor tratamiento disponible. Al pasar de los años se percataron de que el conjunto de la quinina con salicilatos daban resultados aún más convenientes y  efectivos, tratamiento que fue catalogado como el mejor de su época hasta mediados del siglo XX, años en los cuales Hench descubrió y postuló, después de varias investigaciones, el efecto de los corticosteroides en los pacientes con LES, el tratamiento es tan efectivo, que incluso en la actualidad es requerido para este padecimiento tan complejo (Ondarza, 2017).

Asimismo, el reconocimiento de la intensidad en las diferentes manifestaciones del LES entre las otras enfermedades relacionadas con el eritema entre principios y mediados del siglo XX, y  los descubrimientos de las células LE en Estados Unidos son considerados acontecimientos fundamentales en la historia de este padecimiento. (Iglesias, 2003).

El LES es conocido desde hace más de 500 años pero su denominación ha sufrido diversos cambios a lo largo del tiempo debido al mejor conocimiento e individualización de la enfermedad (Gómez-Puerta y Cervera, 2008).

Por otra parte, aunque el origen es desconocido, se ha encontrado con el paso del tiempo que la enfermedad prevalece en las mujeres debido a las hormonas, específicamente a los estrógenos femeninos presentes en pastillas anticonceptivas, que aceleran la aparición de la enfermedad en mujeres que ya presentaban predisposiciones genéticas (Ondarza, 2017).

Hablando de genética, se proponen tres genes que podrían estar vinculados a la aparición del lupus: el que corresponde a la molécula del Complejo Mayor de Histocompatibilidad Clase II (MHC-II), el gen encargado de codificar las proteínas del sistema complemento, y el gen que altera a los receptores IIa y IIIa de inmunoglobulinas. Estos se encuentran en los cromosomas 1, 4 y 6 del material genético de una persona (Sánchez, Barajas, Ramírez, Moreno y Barbosa, 2004).

Además de la existencia de factores genéticos que puedan asociarse con la enfermedad, existen otros tipos de factores como son los ambientales, de los cuales el más destacable es la radiación ultravioleta. Dicho factor agrava el padecimiento de la enfermedad al generar una mayor muerte celular alterando el ADN y las proteínas intracelulares a modo que estas lleguen a percibirse como antígenos o elementos externos al cuerpo (Enríquez, 2013).

Es importante recalcar que todo tratamiento para el lupus tiene como propósito controlar la enfermedad y evitar rebrotes que puedan causar daño irreversible por culpa de la misma. Además, dentro de los tratamientos no farmacológicos están el uso de protectores solares, el control dietético, el ejercicio físico, evitar el consumo de tabaco y las situaciones de estrés (Gómez, Paladio, Carreras, y Catalán, 2012).

Respecto al uso de fármacos no existe un tratamiento para la causa de la enfermedad o una cura de la misma, existen tratamientos solo para las manifestaciones de esta y globalmente no se puede establecer un tratamiento general para los pacientes dado la variabilidad de la enfermedad en estos, se tiene que ser flexible para adaptarse en cada momento a la situación clínica del paciente, con quien hay que consensuar y evaluar beneficios y riesgos (Gómez, et al, 2012).

Por otra parte, la manera de diagnosticar este padecimiento ha cambiado a lo largo del tiempo. En el año de 1997, se fijaron 11 criterios para la detección del lupus eritematoso sistémico, establecidos por el Colegio Americano de Reumatología (ACR) mismos que ya tomaban en cuenta la presencia de anticuerpos antinucleares (AAN). En la actualidad, Dorner y Furie adoptaron nuevos criterios además de la presencia de AAN en pacientes con lupus tomando en cuenta otros elementos como las manifestaciones clínicas (fiebre, hematológicas, neuropsiquiátricas, mucocutáneas, serosas, músculo-esqueléticas, renales) y las variaciones del sistema inmune (Mercado, Urquiza, Guardado y Araiza, 2021).

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