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Monografia


Enviado por   •  25 de Junio de 2013  •  3.932 Palabras (16 Páginas)  •  276 Visitas

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MONOGRAFIA DE LA SEGUNDA 2DA LECTURA

EVOLUCIÓN Y FRAUDE

Evolucionismo y fraude han ido siempre asociados. Aclaremos que por evolucionismo‖ se entiende la teoría —defendida como tesis comprobada— de la descendencia humana por vía del transformismo de todas las especies. Y por fraude se alude a los hechos ilícitos de las falsificaciones científicas y a las falsedades ideológicas; en estas últimas se cae, cuando a una mera hipótesis de trabajo se la presenta como una verdad demostrada, o se insiste en exhibir su validez cuando la experimentación la ha desmentido.

El evolucionismo, que ha abarcado todas las disciplinas vinculadas al estudio de la naturaleza, ha hecho especial hincapié en el análisis del pasado ancestral, en la paleontología y la prehistoria. Y nunca se ha caracterizado en exceso por la seriedad de sus conclusiones. Es el mismo gran maestro del evolucionismo contemporáneo, Pierre Teilhard de Chardin, quien afirma: ―hubo un tiempo en que la Prehistoria merecía ser objeto de sospechas o burlas. Ese tiempo ha continuado.

1.- LOS ESLABONES DE LA TEORÍA EVOLUCIONISTA

El proceso comienza ya con el primer divulgador del evolucionismo darwinista, el zoólogo de la Universidad de Jena, Ernest Haeckel.

Como es sabido, el difundido autor de ―los enigmas del Universo‖ fue quien acuñó la expresión “monismo” para referirse a la teoría de la significación unitaria del universo en sus tres reinos naturales. Él fue quien popularizó la denominada “ley biogenética fundamenta” (por la cual la “ontogenia” desarrollo del embrión animal a partir del huevo sería la “recapitulación” — reproducción abreviada — de la “filogenia” — desarrollo de las especies a través de las eras geológicas. Fue él quien exhibió con lujo de detalles los primeros “árboles filogenéticos”, para explicar la transformación histórica de las especies, partiendo de la materia inerte hasta el hombre. Así aseguraba la unidad de la naturaleza (“ley biofísica”) y su conexión causal (el determinismo riguroso).

Además proponía la existencia de un “missing-link” (eslabón que falta, según Darwin), el llamado “Pit- hecanthropus” (pileco, mono, antropos, hombre).

Su principal tarea, fuera de la exposición del esquema reseñado, fue tratar de encontrar esa primitiva forma común (el “phyllum” de todas las especies). Así habló de la “ mónera”, como una ameba sin núcleo. En su “Histoire de la création naturelle”, anunciaba que “estas móneras son sólo pequeños grumos mucilaginosos, móviles y amorfos, constituidos por una substancia carbonada albuminoide”. El lector pensará, lógicamente que Haeckel disponía de alguna prueba de la existencia de las tales “móneras”. Pues no. Y como en los congresos internacionales a los que asistió se lo hicieron notar con cargosa insistencia, él se dio en fabricar sus pruebas. “Llegó al extremo de alterar las reproducciones de algunos preparados, con el fin de dar una base más evidente a sus afirmaciones”. Pero sólo siguió una cosecha renovada de burlas y sarcasmos. Entonces fue cuando el darwinista inglés Thomas Henry Huxley (que se hacía llamar “el bull-dog de Darwin”), anunció haber bierto en el océano Atlántico, a una profundidad de 4000 a 8000 metros, una materia gelatinosa, a la que clasificó como la célebre “mónera” y en homenaje a su inventor la llamó “bathybius haeckell” . El “batibio” (de “bathus”, profundo y “bios”, vida), era la cosa que se daba la vida a sí misma. “En los medios adictos a Haeckel hubo una explosión de entusiasmo... Haeckel triunfaba, pues todas sus exposiciones de la evolución asignaban un lugar primordial al recien llegado. Sin embargo, los bioquímicos, que progresaban con menos entusiasmo y más espíritu crítico, pusieron las cosas en su lugar. Huxley mismo, en 1879, en el Congreso de la Asociación Británica realizado en Sheffield, reconoció su error con un sentido del humor muy inglés: ...―yo pensé que mi joven amigo Bathybius me prestaría algún servicio, pero lamento decir que con el tiempo no ha respondido a ninguna de las promesas de su juventud. . . no se trata más que de un precipitado gelatinoso de sulfato de cal, que ha arrastrado en su caída un poco de materia orgánica". Mientras Huxley abandonaba de este modo su propio descubrimiento, Haeckel se empeñaba aún más en defender la realidad de ese ser vivo- cuya existencia era fundamental para su sistema. En realidad nunca abandonó esa idea‖3. Así se registró el escandaloso fraude.

Pero mientras el mundo-científico se divertía a costa de la mónera de yeso, hubo quien por iguales urgencias de fideísmo que Haeckel siguió creyendo en su validez. Fue nada menos que el padre del materialismo dialéctico, Federico Engels, quien en su obra ―Dialéctica de la Naturaleza‖, en 1880, a, pesar de las irrefutables pruebas de Pasteur, sostuvo que el paso de la materia inerte a la vida se daba a través del puente haeckeliano. ―Engels... se cuida mucho de poner en duda el Bathybius Haeckelli‖; pero por si acaso ofrece otra primera substancia el ―Eozoon canadense.

¿Quién era este nuevo divo del evolucionismo?

Por esos años —de las grandes ilusiones de la segunda mitad del siglo XIX— los transformistas Dawson y Carpenter habían encontrado en el Precámbrico de Finlandia y de los Pirineos un fósil al que atribuyeron el carácter de primer vestigio de vida y enseguida lo bautizaron con el nombre de “eozoon canadense”. Aunque algunos prevenidos consideraban ―que tenía una estructura demasiado regular para un ser viviente, habría podido mantener bien o mal su lugar bajo el Sol de la prehistoria si no se hubiese encontrado en las zonas de m etamorfosis de contacto. Recibió el golpe de gracia y perdió sus últimos defensores cuando se lo descubrió en los bloques calcáreos del Vesubio. Un cierto número de otros fósiles de estos terrenos han ido a unirse al Eozoon en el vasto campo de las ilusiones perdidas‖. Hasta el mismo maestro del neo-darwinismo marxista, J. B. S. Haldane, terminó por admitir que el Eozoon canadense, casi con seguridad, no es un producto orgánico‖5. Así se derrumbó el segundo fraude.

Hubo que abandonar ese campo y refugiarse en otro: el de la embriología.

Ya el evolucionista Fritz Müller había sintetizado así la proposición que Haeckel haría suya: ―En su

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