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O'Donell Sociedad y estado.

Piettro Di GirólamoDocumentos de Investigación6 de Septiembre de 2016

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Globalización

EST ADO ,

DEMOCRA CIA Y

GL OB ALIZA CION

Algunas reflexiones generales*

Guiller mo O’Donnell**

El eje central de la argumentación del autor

es el juego complejo y a veces contradictorio entre, por

un lado, el inmenso dinamismo de la globalización y, por el

otro, la necesidad de un estado fuerte y amplio,

asentado sobre una ciudadanía conciente y una

sociedad civil vigorosa, capaz de ser foco de lealtades de la

población, de sostener un sistema legal justo y efectivo, de pro-

mover y a la vez domesticar las principales

consecuencias socialmente dañinas de los mercados, y

de sustentar un régimen democrático. Parte importante del

problema es que la globalización ya está y seguirá estando,

pero tenemos muy poco del tipo de estado antes delineado.

Otra parte del problema, no menos preocupante, es que el

*La versión original de este trabajo fue escrita por encargo de la Unidad sobre Estado y Sociedad Civil del Banco

Interamericano de Desarrollo, la cual por supuesto no es responsable por ninguna de las opiniones aquí vertidas

Realidad Económica agradece al Dr. O’Donnell y al BID su autorización para publicar este trabajo, el cual no

podrá ser reproducido sin previa conformidad.

**Director académico, Helen Kellogg Institute of International Studies, Universidad Notre Dame, Estados Unidos.8

avance de la globalización sin un estado que la domestique dis-

minuye la probabilidad de lograr ese estado. Frente a tal caren-

cia, estos países nuestros, que nunca fueron ejemplo de igual-

dad ni de homogeneidad, se hacen más desiguales, más het-

erogéneos y más desarticulados. A partir de esto, una reacción

es la de no hacer nada: ¿para qué nadar contra tan fuertes cor-

rientes? Además, si uno ignora cómo funcionan los mercados

reales y cree ciegamente en los libros de texto, tal vez sea posi-

ble convencerse de que a la larga -vaya a saber cuándo- los

beneficios de la globalización y sus

mercados habrán de alcanzar a los muchos que primero

nuestra historia y más tarde esta globalización han ido dejando

de lado. Claro que en un mundo así ya no queda lugar para la política

ni para la democracia.Estado, democracia y globalización

En la primera parte de este docu-

mento discutiré algunos aspectos

de la globalización y sus implicacio-

nes sobre la problemática del esta-

do en los tiempos actuales, sobre

todo en lo que se refiere a América

latina y el Caribe. Luego analizaré

algunas características más per-

manentes del estado, en cuanto és-

te se pretende el principal agente

del bien común de la población que

acota en su territorio. Finalmente,

discutiré algunos criterios que me

parecen importantes para la vigoro-

sa supervivencia de nuestros esta-

dos nacionales en medio de las

presentes y futuras tendencias de

la globalización, con especial aten-

ción sobre otro fenómeno mundial,

la democratización.

● Comienzo por un hecho obvio

pero que conviene recordar: vivi-

mos una época inusitada de la his-

toria de la humanidad, en términos

de la magnitud y velocidad de los

cambios de todo orden que están

ocurriendo. Cincuenta, veinte y

hasta diez años atrás nadie pudo

predecir , o siquiera imaginar, esos

cambios y mucho menos su impac-

to combinado. A ellos solemos po-

nerle un nombre, globalización, que

abarca muchas cosas diferentes

pero que sin embargo tienen algu-

nos aspectos en común. Uno de

ellos es que en buena parte operan

por medio de mercados –de bie-

nes, de servicios y de ideas– casi

siempre imperfectos pero merca-

dos al fin. Otros aspectos comunes

implican un movimiento contra-

puesto. Por un lado observamos,

objetivamente, el rápido achica-

miento del mundo, evidenciado por

la enorme velocidad y amplitud de

los bienes materiales e inmateriales

que se mueven, cada vez con me-

nos obstáculos , en el planeta. Por

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otro lado, ese achicamiento se con-

trapone, y en realidad se comple-

menta por un aspecto subjetivo: el

del ensanchamiento geográfico y

temporal con que la conciencia mo-

derna se piensa a sí misma y a su

circunstancia. Cada vez más, mu-

cho de lo que nos ocurre está origi-

nado, o determinado, en ámbitos

más amplios y más transnacionales

que los de hace pocos años.

El movimiento combinado del

achicamiento objetivo del mundo y

del ensanchamiento de nuestras

conciencias produce, sin duda, mu-

chas cosas buenas, algunas de las

cuales registraré abajo. Pero, junto

con otros factores que no es del ca-

so analizar aquí, proque no pertene-

cen directamente a la problemática

de la globalización, ella también

produce fenómenos que se tradu-

cen en la manifiesta angustia y de-

sorientación contemporáneas. Sim-

plificando puede decirse que esos

fenómenos son dos y están cerca-

namente relacionados: la sensación

de que el destino individual, el de

muchos de nuestros emprendimien-

tos y hasta el de países enteros, es-

tá más influido que nunca por fuer-

zas y actores que operan más allá

de nuestra capacidad de controlar-

las. El otro fenómeno es la erosión

de todo tipo de fronteras, tanto de

la vida individual (que antes podría

concebirse circunscripta a la comu-

nidad o país donde uno vivía) co-

mo, y esto es lo que me importa en-

fatizar aquí, de los estados nacio-

nales. Hoy capitales, transaccio-

nes, ideas y personas se mueven

por el mundo con lo que hasta ha-

ce poco hubiera parecido una inusi-

tada y, en varios sentidos, inconve-

niente libertad.

Estos procesos coexisten para-

dójicamente con otros, también en

escala mundial, los de democrati-10

realidad económica 158

zación. Digo que paradójicamente

porque, salvo utopías de una ciuda-

danía mundial que está muy lejana

y de todas maneras no me parece

recomendable, la democracia pre-

supone un estado fuerte y bien de-

limitado. No hay democracia sin

ciudadanía, y no hay ciudadanía

sin la base territorial que provee el

estado –salvo casos excepciona-

les, todos somos ciudadanos en

tanto somos miembros de un cierto

estado–. Esta ciudadanía no inclu-

ye sólo el -por cierto muy importan-

te- derecho del libre voto. También

incluye en la vida cotidiana de la

sociedad, derechos y obligaciones

que el estado establece y garantiza

mediante su sistema legal. Ade-

más, cuando la ciudadanía se ex-

presa como pueblo o nación, cons-

tituye un sistema de solidaridades,

un sentido de pertenencia a un “no-

sotros” que tiene como referencia

central al estado, a la población y al

territorio que aquél delimita.

La erosión de todo tipo de fronte-

ras a la que tiende la globalización

se contrapone con lo que parece

ser la tendencia humana a generar

y mantener sistemas de solidaridad

territorialmante acotados, incluso la

clara delimitación territorial presu-

puesta por la democracia y la ciu-

dadanía. Esto plantea por lo menos

tres preguntas. La primera, cómo

no luchar autodestructivamente

contra los vientos de la globaliza-

ción sino más bien, si se me permi-

te la imagen, digerir sus principales

consecuencias negativas. La se-

...

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