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Pediatria


Enviado por   •  17 de Julio de 2015  •  3.452 Palabras (14 Páginas)  •  210 Visitas

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INTRODUCCION:

Iniciamos este documento motivando la reflexión sobre algunas nociones o concepciones que tenemos acerca de la niñez y cuyo análisis es sumamente útil para entender cómo vemos a nuestros beneficiarios principales y cómo nos situamos frente a ellos, desde nuestro rol como agentes educativos y sociales.

¿Qué es para mí un niño o niña? ¿Qué significa ser niño?

¿Es lo mismo hablar de la infancia que de la niñez?

¿Qué visión del niño o niña tienen sus padres? ¿Cuál es la visión o percepción de los educadores? ¿Qué creencias o ideologías están alrededor de la niñez?

Los niños muchas veces son considerados de manera distinta a nosotros, los adultos. Eso se ve reflejado en nuestras conductas y actitudes que tenemos con ellos, donde muchas veces nos cuesta verlos como personas o seres humanos que siente, piensan, actúan, pero de acuerdo a la primera etapa de su vida, es decir su infancia.

Cuando uno se refiere a las niñas y niños, puede tener diversas imágenes: pensar en los bebés haciendo sonidos agú agú con la dulzura de los angelitos; otros recordarán los niños que están solos, sucios de pies a cabeza porque deambulan entre basurales, algunas otras personas verán al niño riéndose por su travesura, entre otras. Muchas de nuestras visiones, se relacionan con recuerdos de nuestra propia infancia, algunos buenos otros tristes.

La infancia, ese paso natural y necesario en el desarrollo humano, ha tenido históricamente diversas interpretaciones, que evidencian el trato hacia los niños tanto en el mundo privado (hogar) como en la esfera pública (la sociedad). Así, los niños han sido vistos de diversas maneras: como seres angelicales, como adultos en miniatura, como los herederos del pecado, como seres sin valor y pasivos, como joyas intocables, hasta lograr ser entendidos como sujetos sociales de derecho.

Es ampliamente conocido aquel dicho que dice “Como te ven te tratan”, si lo referimos a la niñez, diremos que de la manera como sean entendidos o concebidos los niños y niñas, será la relación y el trato que se tenga con ellos o ellas. Ello repercute también en nuestras intervenciones educativas.

Si lo vemos como un ser pasivo, que “hay que moldear” creeremos firmemente que hay que estimularlo y educarlo desde nuestro rol y perspectiva y no desde sus intereses o necesidades; si vemos a los niños como sujetos en evolución o en desarrollo tendremos un énfasis en proporcionarles los estímulos para que se desarrolle.

A continuación, se presenta resumidamente, la información sobre los conceptos referidos a los niños con referencias desde el siglo III a nuestros tiempos (los datos de tiempo, no son secuenciales porque algunos se dieron en simultáneo). Finalmente se analizan las implicaciones educativas, que tienen las concepciones mas arraigadas en nuestro medio.

VISIÓN DE LOS NIÑOS A TRAVÉS DE LA HISTORIA:

La forma como las diversas culturas ven a los niños, ha marcado las relaciones sociales y la socialización del niño al interior de la familia. Sobre la base de los estudios existentes presentamos a continuación una secuencia sobre la concepción del niño en la historia:

Los niños son un estorbo (se inicia en los años 354-430)

La generalización de la existencia de la niñez como estorbo se acuña desde las confesiones de San Agustín (354-430), cuya teología refiere que el hombre nace del pecado, por eso el niño es la imagen viva del desliz.

Ello implicó, que muchos niños sean privados del calor hogareño y del afecto maternal y que sean considerados por la familia como una molestia. El infanticidio, el aborto, el exilio, el abandono y la crianza por nodrizas, eran costumbres de la época.

Las nodrizas aparecen en el siglo XIII, se generaliza y democratiza en el XVIII (todas las capas sociales), las madres dejan la crianza de sus hijos para cuidar la granja o ayudar al marido en las tareas productivas.

La teología en boga, reforzaba esa actitud despreciativa hacia la infancia, argumentando que carecen de alma. Esto se evidencia por una ausencia de literatura sobre infancia, y el desinterés médico por las enfermedades infantiles, pues la Pediatría como especialidad médica recién surge en 1872.

Los niños son yugos (hasta el Siglo IV):

Los padres eran los propietarios de los hijos, ellos los consideraban como carga y como yugos. Los niños inspiraban en los adultos temores, fobias y fantasías. Los padres podían disponer de sus hijos para cambio u uso según su interés.

Los niños son malos por nacimiento (Siglo XV)

Toma como base el postulado de San Pablo, quien menciona en la Biblia que el pecado original de Adán y Eva es heredado por todos y por lo tanto toda persona nace en pecado y solo con la devoción a Jesucristo se puede recuperar la gracia de Dios.

Los niños eran entendidos como entidades llenas de maldad y por lo tanto sujetos a castigos corporales despiadados para dominarlos (azotes, cepos, grillos). No había ningún interés porque los padres asuman su crianza, siendo encargados a terceros o abandonados a su suerte.

Esta concepción inspiró diversas teorías, por ejemplo Burke consideraba que la maldad es innata y promovía las instituciones sociales, necesarias para instruir la ética en la gente y garantizar comportamientos responsables (Newman y Newman).

El predicador español Vives (1492-1540) en su obra “La institución de la mujer cristiana”, muy divulgada y muchas veces traducida en el siglo XVI, toma los conceptos de San Agustín e instruye a las madres sobre la buena formación de sus hijos: “las madres pierden a sus hijos cuando los amamantan voluptuosamente…” “Madres, entiendan que la mayor parte de las malicias de los hombres es vuestra responsabilidad” (Salinas 1994)

Contribuye a ello el racionalismo de Descartes (1596-1650) quien establece que la infancia es debilidad del espíritu y afirma que los prejuicios que incubamos en esa etapa son causa principal de nuestros errores y dificultan el aprendizaje de las ciencias y la clara representación de las ideas.

El niño como propiedad (siglo XVI)

En esta etapa se da un marcado debate entre los aristócratas, teólogos y filósofos sobre la naturaleza esencial de la gente, frente a la realidad social y económica,

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