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¿Por qué nos podemos equivocar en la búsqueda del bien?


Enviado por   •  31 de Marzo de 2015  •  1.035 Palabras (5 Páginas)  •  161 Visitas

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2. ¿Por qué nos podemos equivocar en la búsqueda del bien?niño, si no le supusiera ninguna contrariedad, entonces no lograría desarrollar su racionalidad). En una carta de 1912 decía Rilke a su amigo André Gide: “para vivir verdaderamente, nos hace falta creer que en el fondo de todos los males mora un bien puro que nosotros, ciegos, hubiéramos rechazado si nos hubiera sido presentado abiertamente y sin este disfraz doloroso”. La idea de que hay ciertas formas de felicidad que sólo se tornan accesibles a través de la experiencia del dolor, es el tema de una gran película del director polaco Kryztof Zanussi: “El año del sol quieto” (1984).

b) Templanza

Muchos de los mejores bienes, de aquellos que contribuyen a un mayor despliegue de la personalidad, son arduos, están aún lejos de nosotros y son, por tanto, difíciles de conseguir. Pero hay bienes tan fundamentales, como aquellos que se relacionan con la mantención de la vida, que no pueden quedar entregados a la mayor o menor fuerza de voluntad de cada uno. Por eso el logro de estos bienes va acompañado de un atractivo especial, el placer, que hace que los hombres se dirijan a ellos de manera espontánea. No se trata de que el placer esté restringido a ellos, o que su valor se reduzca a su capacidad de proporcionar agrado, sino que los placeres que se relacionan con estos bienes de la permanencia y la transmisión de la vida son particularmente intensos y accesibles a todos, de modo que se asegura que la mayoría de los hombres los consiga sin grandes dificultades.

Importancia del placer

El placer, entonces, da acceso a bienes importantes para el hombre. Si comer no produjese un agrado, la mantención del individuo se vería amenazada. Otro tanto sucede con la procreación, necesaria para la pervivencia de la especie. Pero también existen placeres intelectuales: la música, el arte y la literatura, por ejemplo, pueden ser particularmente gratos y abren el horizonte humano hacia otras realidades. Quien goza con estas manifestaciones del espíritu humano tiene una capacidad mayor de percibir, posee un mundo más amplio que el hombre que está recluido en lo inmediato.

Con todo, los placeres muchas veces son contradictorios. Hace ya muchos siglos Epicuro mostró magistralmente cómo unos placeres hacían imposible el logro de otros, de modo que había que elegir. Es decir, aun en el caso de quienes piensan que el placer constituye el fin de la vida humana, se reconoce que debe intervenir otra instancia, la razón, capaz de poner orden en los apetitos. El “placer de los disolutos”, destaca Epicuro, termina por conducirnos al dolor. Pretender la satisfacción simultánea de todos los deseos, es intentar lo imposible y produce necesariamente ansiedad, frustración y una vida desequilibrada.

La tradición aristotélica, a diferencia de los epicúreos, en vez de poner el placer como fin de la vida, le reconoce un importante papel, pero como un añadido a la existencia

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