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Postmodernidad Y Etica De Lipovestsky


Enviado por   •  3 de Julio de 2014  •  1.020 Palabras (5 Páginas)  •  243 Visitas

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Posmodernidad y ética: ¿La era del posdeber?

Lipovetsky dice que aquello que ha perdido vigencia en la segunda mitad de este siglo es el deber. La obligación ya no es movilizadora de las conductas sino al contrario, ese rol (mover las conductas) lo desempeña la necesidad de satisfacción del deseo.

Desde el siglo XVIII hasta 1950 se produjo en Europa un proceso de secularización de las éticas religiosas. Dios deja de aparecer como garantía de moralidad en las conductas. Aunque esta primera etapa de secularización ética mantuvo una forma religiosa: el deber mismo.

La segunda etapa, que comienza a mediados del siglo XX, va a disolver justamente ese resabio religioso; se trata de la “época del posdeber”. La abnegación y el sacrificio ya no pesan como ideales de vida. En cambio se exaltan el bienestar, el ego y la satisfacción en el plano individual.

El “efecto ético” es una de las mejores manifestaciones del posdeber. En esta cultura no solo se permite la presencia de grupos fundamentalistas religiosos o moralistas, sino que se promueve y populariza el debate sobre temas como la droga, el aborto o la pornografía.

Si hay un progreso en la moral para los tiempos del posdeber, consistirá en la capacidad para modificar con mayor rapidez los excesos, las injusticias y los errores.

Posdeber y medios masivos de comunicación

La era del posdeber se asienta en el conjunto hedonismo - consumismo - individualismo que vive la cultura presente.

En las sociedades contemporáneas, la comunicación se ha vuelto instantánea y planetarizada. Los medios masivos de comunicación aparecen jugando un papel central en la constitución de nuevas valoraciones. Los medios, a través de la publicidad, son responsables en gran parte de exacerbar el consumo, creando necesidades donde no las había (todo es susceptible de ser comprado o vendido). Con respecto a la información, podemos decir que se vuelve hiperrealista y teatralizada, y esto permite que cualquier acontecimiento se transforme en noticia. Todo debe ser exhibido, y de ser posible, en directo, no importa de que se trate, pues, como señala el autor, en este posmoralismo importan más los hechos que los valores.

Empiezan a proliferar programas televisivos y radiales que se disputan el espacio de lo privado poniéndose al servicio de la historia más particular. Lo privado pierde sus límites y se vuelve público. La consigna es ver y mostrar todo de cerca, en sus mínimos detalles. La televisión deja de ser vehículo de hechos para convertirse en generadora de hechos. Hoy es muy difícil independizar lo real de los medios. El hombre se ha vuelto más sensible a la miseria expuesta en la pequeña pantalla que a la más cercana y tangible. Hay más compasión por el semejante distante que por nuestro prójimo cercano.

Las técnicas de caridad fueron adaptadas al espectáculo y la publicidad: “Ya no hay causas nobles sin grandes estrellas, ni colectas sin sonido”. La tele-caridad es el nuevo sujeto de esta escenografía mediática.

En la sociedad del posdeber, el mal se espectaculariza y el ideal está poco magnificado.

La nueva moral del trabajo y la empresa en relación con la tecnociencia.

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