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Regalo De Altamar


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  1.936 Palabras (8 Páginas)  •  175 Visitas

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REGALO DE ALTAMAR

En medio del mar mediterráneo existe una pequeña isla llamada Bora Boa, en donde cada tarde se pueden escuchar los coros de los viejos marineros y pescadores que regresan a sus casas. En una de ésas casitas de tejas rojas y paredes blancas marcadas por la brisa marina, vive un viejo pescador llamado Alberto, junto con su nietecita María; ambos salen muy temprano cada mañana a pescar y cuando logran hacerlo en abundancia venden su preciado cargamento en los mercados de las islas cercanas, y celebran tomando té y pastelitos en un café a la orilla del mar; mientras contemplan como el cielo lentamente se tiñe de Índigo y despiertan poco a poco las soñolientas estrellas que cada noche deben guiar a casa a marineros, pescadores y exploradores por igual.

Ocurrió pues, que un día los peces comenzaron a escasear y una mañana unos golpes se dejaron escuchar en la puerta del viejo Alberto PUM, PUM, PUM, se escuchaba -Voy-decía el viejo-ya voy, calma que va a tirar la puerta. ¡Abra en este mismo instante o tiro la casa señor Alberto!-era la voz del señor Teodoro, el banquero del pueblo, bien conocido por su corpulenta figura, terrible carácter y que, de no ser porque siempre usaba traje y corbata cualquiera hubiera pensado que era un aguerrido toro de lidia-. -¡ah, buenos días señor Teodoro!-dijo Alberto- -¡buenos nada!-interrumpió el banquero-vine a exigirle que me dé mi dinero, ya se ha retrasado varias semanas en sus pagos. -lo sé señor Teodoro-repuso el viejo-lo que sucede es que la pesca ha estado muy escasa, pero si me da un par de semanas más yo sé que podré darle un pago. -¡un pago!-gruñó el banquero-¡pero si ya me debe dos! ¡Ya no puedo esperar más, o me da mi dinero este fin de semana señor Alberto o mejor va sacando sus cachivaches porque le quitaré la casa y el bote! -pero…pero-titubeó el viejo- -¡nada!-gritó Teodoro- ¡o me paga o lo pongo de patitas en la calle! ¡Tiene hasta éste fin de semana señor Alberto, hasta el fin de semana! Desde otra habitación, la pequeña Mariel escuchaba todo lo que sucedía y se echó a llorar, pero en aquel momento saltó a su cama un hermoso gatito atigrado que comenzó a ronronearle. -¡Aslam, que bueno que viniste a verme! Porque estoy muy triste.

Aslam visitaba constantemente la casa del viejo Alberto pues se había hecho amigo de Mariel desde el día en que ella lo había salvado de ahogarse en la playa una noche de tormenta, a Aslam le encanta escuchar los cuentos de los pescadores y disfruta como nadie tomando el sol en el muelle mientras la brisa juega con sus desalineados bigotes; también adora el sonido que hace sobre el piso el brillante tazón de cerámica que Mariel dispuso para servirle leche o sopa de champiñones que le encanta tomar especialmente en días nublados; Aslam es el mejor amigo de Mariel, y por eso ella le contó lo sucedido aquella mañana. Después de que el gato escuchó la terrible historia de sus amigos deseaba ayudarlos, así que se fue al muelle y esperó a que los pescadores levantaran sus redes y anclaran sus botes, y, cuando todo quedó en calma, el pequeño Aslam subió a una de las lanchas y comenzó a cantar así :brisa marinera, brisa de niebla y sal escucha a las vanidosas nubes que quieren la belleza de la madre luna opacar, llévalas contigo a otros cielos a danzar y deja que mi luna tome en sus brazos al mar para que un tierno beso ella le pueda dar. En segundos, una docena de peces salió a la superficie diciendo ¿quién canta ésa hermosa canción? ¿Quién sabe ésas palabras secretas que nos llaman a la superficie? -Fui yo-dijo Aslam- -¡Oh pero tú eres un gato! –Exclamaron al unísono los peces- ¡tú lo que quieres es comernos! -¡No no!-replicó el gatito-yo lo que quiero es su ayuda. -¿Ayuda para qué?-preguntaron ansiosos los peces- -Para mis amigos, necesito saber por qué es tan escasa la pesca -Lo que sucede gato-comenzó a explicar un pequeño tiburón- es que estas aguas ya no son tranquilas para tener nuestros bebés, ahora debemos buscar mares muy lejanos y no habrá más peces hasta el otoño. -¡Eso no puede ser!-gritó el gato y entonces comenzó a contarles la historia del viejo Alberto y cómo perderían su casa si no reunían el dinero de Teodoro, cuando terminó de contar el triste relato ya se habían reunido en la superficie cientos de criaturas marinas, desde pequeños pececillos multicolores hasta enormes calamares y diminutos crustáceos que escuchaban atentos cada palabra que salía de la boca del gato; todas aquellas criaturas se habían conmovido mucho al escuchar la historia y se sorprendieron aún más al darse cuenta de que el gatito estaba llorando- . -Mira gato-dijo el tiburón- nos has conmovido profundamente, Así que vamos a proponerte un trato; si prometes venir cada anochecer a cantar como lo hiciste hoy te daremos a cambio unas cuantas de las más finas perlas nunca antes vistas, pero si vuelves pasado mañana antes del amanecer y entonas la canción favorita del mar tendrás un inmenso tesoro . -¿eso es todo?-dijo Aslam- ¡está bien, trato hecho! -muy bien-dijeron los peces-ahora vete y procura regresar antes del amanecer. Aslam regresó al muelle y se puso a recorrer las antiguas callejuelas del lugar, entrando en tabernas y escuchando cada relato, cada canción que cantaban los marineros y pescadores; pero nada, no había nada acerca de la canción favorita del mar. Ya entrada la mañana se dirigía a la casa del viejo Alberto; cuando de repente escuchó un estruendo en un callejón detrás del mercado. -Disculpa-decía el gatito-¿puedo

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