Venenos Envenenadores Envenenados
fernando11711 de Noviembre de 2013
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Venenos, envenenados y envenenadores
Gertrudis Uruchurtu
Víktor Yushchenko, candidato a la presidencia de Ucrania, estaba contento. Según la última encuesta, era muy probable que ganara las próximas elecciones. Había que preparar bien el camino. Por eso aquel día cenaba con un personaje clave: el director de seguridad. Poco tiempo después de la cena, un fuerte dolor de cabeza lo obligó a retirarse. Al día siguiente, el dolor de esto mago y de espalda se hicieron insoportables y le impidieron asistir a las presentaciones planeadas. Ningún medicamento lo aliviaba y el terror empezó a apoderarse de él cuando se vio en el espejo. Su rostro, que había sido el de un hombre guapo, ahora estaba tapizado de pústulas y quistes; su aspecto era monstruoso. Al practicársele un análisis de sangre, se encontró que contenía una concentración elevadísima de un veneno llamado dioxina, sustancia que es materia prima para fabricar el herbicida llamado agente naranja, que se usó en la guerra de Vietnam. La dioxina hace proliferar unas células llamadas macrófagos que provocan una reacción inflamatoria exagerada. Con ella los poros se tapan con queratina y aparecen quistes que dan a la cara un aspecto horrible.
El envenenamiento de Yushchenko es sólo la repetición de un hecho ocurrido miles de veces en la historia. Los venenos, los envenenadores y los envenenados son una de las partes oscuras de la humanidad. El veneno es el arma del cobarde. El envenenador lo aplica en forma furtiva, fría y calculada; sabe que el envenenado padecerá un sufrimiento corto o prolongado y lo con-templará de lejos o de cerca para satisfacer el odio o los fríos cálculos de interés para terminar con él. Es la revelación de los más bajos instintos del hombre... o de la mujer, pues se cree que a lo largo de la historia o de la leyenda, ellas han sido las autoras, si no del mayor número de envenenamientos, sí de los más espectaculares.
Uno de los primeros descubrimientos del hombre es que, más allá de su belleza y utilidad como fuente de alimento y medicina, las plantas también matan.
¿Qué es un veneno?
Cualquier sustancia extraña que al penetrar en el organismo altera y deteriora su funcionamiento se considera un veneno. Por mucho tiempo su uso fue empírico, muchas veces ligado a la superstición y a la brujería. No fue sino hasta el siglo XX cuando el avance de la ciencia empezó a explicar los distintos mecanismos de acción de los venenos. Se puede decir en forma general que cualquier veneno interrumpe la secuencia natural de las cadenas de reacciones químicas que mantienen la vida celular, trastornando el metabolismo de los organismos y conduciendo a una catástrofe bioquímica que puede llevarlos a la muerte.
La dosis es factor clave para que una sustancia actúe como veneno. La misma sustancia que produce la muerte en el organismo en cierta concentración, en una menor puede actuar como medicamento y proporcionar alivio a algún padecimiento.
La belladona es una planta que contiene tres alcaloides considerados venenosos: hioscina, escopolamina y atropina. Estas sustancias se unen a los receptores de la acetilcolina, un neurotransmisor que hace posible la transmisión en el sistema nervioso autónomo y que controla funciones tan importantes como la respiración y el ritmo cardíaco. Al alterarse esta transmisión, puede sobrevenir la muerte. Sin embargo, la atropina en dosis bajas disminuye la intensidad de las contracciones intestinales y alivia los retortijones. Si alguna vez el oftalmólogo te ha dilatado la pupila aplicándote un colirio para poder examinar el interior del ojo, ha sido gracias al atropínico que hay en esas gotas.
La planta recibió el nombre de belladona porque en Venecia, en el renacimiento, surgió entre las mujeres la moda de emplear extractos de ésta para dilatar la pupila; decían que esto hacía que sus ojos se vieran más brillantes.
Arsénico, el "polvo de la sucesión"
Eliminar a alguien para heredar sus bienes o quitarlo de en medio para ascender o por venganza no era muy difícil de lograr en la Roma antigua si se contaba con un buen veneno. Los especialistas en conseguir la sustancia adecuada eran bien pagados. En el tiempo de Nerón, siglo I de nuestra era, una mujer gala, llamada Locusta, era la experta proveedora de la realeza de las dosis de arsénico necesarias para eliminar a quien la estorbara. De esta manera Nerón se deshizo de Británico, el heredero legítimo al trono, y de muchos más. El número de envenenados fue tan grande, que el siguiente emperador, Galba, mandó matar a Locusta.
En el renacimiento italiano, quien recibía una invitación a la mesa de la familia del papa Alejandro VI, o de su hijo César Borgia, tenía gran probabilidad de no seguir vivo al día siguiente. En la cima de la corrupción del poder, eliminaron a cuanto enemigo obstaculizara sus proyectos. Empleaban un veneno a base de arsénico llamado Cantarella y lo fortalecían con otros ingredientes como fósforo.
En el siglo XVII existieron dos famosas envenenadoras que preparaban sus pócimas a base de arsénico. Giulia Toffana se hizo célebre por su aquetta di Napoli, con la que al parecer envenenó a más de 600 y Hyeronyma Spara por su especialidad de instruir y proveer de venenos discretos y adecuados a las esposas que tenían maridos incómodos para convertirlas en viudas.
Los venenos con arsénico llegaron después a Francia, donde su popularidad creció y fueron el instrumento utilizado para adquirir una herencia o alcanzar un puesto. Todo el mundo los conocía como poudres de succession, polvos de la sucesión.
Una gran controversia, aún sin resolver, es la causa de la muerte de Napoleón. Siempre se dijo que había muerto a causa de un cáncer de estómago cuando estuvo exiliado en la isla Santa Elena. Sin embargo, estudios recientes del cabello que aseguran le perteneció, revelan un contenido de arsénico muy por encima de lo normal. Algunos creen que su muerte se debió a que estuvo inhalando arsénico del pigmento verde del tapiz que cubría la casa en donde estuvo arraigado; éste contenía arseniuro de cobre, más conocido como verde de Scheele. Otros aseguran que el arsénico le fue administrado por su asistente, el conde Montholon, quien pese aparentar serle 12leal siempre, según algunos historiadores, tenía el encargo de Luis XVIII de impedir su regreso a Francia.
Impunidad
La dificultad para comprobar el envenenamiento por arsénico u otras sustancias, explica la popularidad de los envenenadores. En el siglo XIX empezó a practicarse una prueba muy burda, pero en cierta forma efectiva. Se daban a comer a un perro o a un gato extractos del estómago y de los intestinos de la persona envenenada; si los animales morían, se consideraba que había habido envenenamiento. En este siglo, los envenenamientos con arsénico cobraron una popularidad escandalosa, pero a la mayoría de los envenenadores no se les podía comprobar su fechoría y salían libres. En 1832, el químico inglés James Marsh desarrolló un método que consiste en hacer una extracción acuosa del arsénico de los tejidos. Ésta se hace reaccionar con hidrógeno para formar un gas compuesto de hidrógeno y arsénico, que al depositarse en una superficie de vidrio, libera el arsénico en forma de una película gris metálica. Este método detecta cantidades pequeñísimas de este elemento. Con esto se inició la química forense, y empezó a disminuir la impunidad de los envenenadores.
El arsénico es un elemento que tiene gran afinidad con el azufre. Al penetrar en las células, se une a él en las proteínas que lo contienen. Las enzimas son proteínas indispensables para que se realicen las reacciones del metabolismo celular. Cuando el arsénico se combina con los azufres de la enzima, la inutiliza y provoca un caos bioquímico que lleva a la muerte celular. Actualmente, el antídoto empleado en el envenenamiento con arsénico es una sustancia llamada dimercaprol. Ésta contiene en su molécula átomos de azufre que tienen mayor afinidad con el arsénico que el azufre de las enzimas. De esta manera, lo atrapa, libera a la enzima y permite que ésta realice nuevamente sus funciones vitales.
A pesar del halo de maldad que existe sobre este elemento, un medicamento a base de arsénico, llamado Salvarsán, fue muy empleado para curar la sífilis antes de que hubiera antibióticos.
Los alcaloides
Se llama alcaloides a sustancias naturales que se encuentran en algunas plantas y que tienen un efecto fisiológico —deseado o no— en el organismo del hombre o los animales. Su estructura molecular es muy variada y lo único que tienen en común es que todas contienen en su molécula átomos de nitrógeno que les comunica un carácter alcalino al disolverse en agua, por lo cual se les dio este nombre. Se conocen más de 3 000 diferentes alcaloides.
La función que tienen dichas sustancias en las plantas no es bien conocida. Se cree que algunos sólo son productos de desecho del metabolismo de la planta. En otros casos, se ha visto que la concentración de estas sustancias aumenta antes de que se formen las semillas y disminuye después de la maduración de éstas, lo que hace pensar que quizá tienen algún papel en esta maduración. Otros alcaloides pueden ser producto de la evolución ya que, por ser tóxicos, protegen a la planta de los depredadores.
Muerte con olor a almendras
El cianuro de sodio al contacto con el ácido clorhídrico del jugo gástrico se transforma en ácido cianhídrico, el veneno más rápido y letal, pues 0.01 g es suficiente para matar a una persona en 30 segundos. Tiene un olor igual al de las almendras. Fue por eso que cuando se planeó envenenar a Rasputín, se puso cianuro
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