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Tipos de venenos

amu-Trabajo20 de Abril de 2015

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Venenos

Introducción

Se llama veneno a cualquier sustancia que produce enfermedad, lesión tisular, o que interrumpe los procesos vitales naturales al entrar en contacto con el organismo. La mayoría de los venenos tomados en cantidades suficientes son mortales. Una sustancia venenosa puede ser de origen mineral, vegetal o animal, y puede asumir la forma de un sólido, un líquido o un gas. Dependiendo del tipo de veneno ejercerá su acción sobre la superficie corporal o, de forma más grave, sobre los órganos internos o el sistema nervioso.

Tipos de venenos

En los seres humanos los venenos se suelen clasificar según sus efectos en corrosivos, irritantes, o narcóticos; estos últimos

también se conocen como venenos sistémicos o nerviosos.

Los venenos corrosivos incluyen los ácidos o álcalis fuertes, que producen destrucción tisular externa o interna, es decir, abrasan la piel o la mucosa gástrica. Los vómitos se desencadenan de inmediato y están mezclados con sangre. Los venenos habituales, llamados agentes corrosivos, incluyen el ácido clorhídrico, el ácido carbónico, el bicloruro de mercurio y el amoniaco.

Los irritantes, como el arsénico, el mercurio, el yodo y los laxantes, actúan directamente sobre la membrana mucosa provocando irritación o inflamación gastrointestinal acompañada de dolor y vómitos. Los venenos corrosivos diluidos también tienen estos efectos. Los irritantes incluyen venenos acumulativos, aquellas sustancias que se absorben poco a poco sin provocar lesión aparente hasta que de forma repentina producen su efecto.

Los venenos narcóticos actúan sobre el sistema nervioso central o sobre órganos como el corazón, el hígado, los pulmones o los riñones hasta que afectan los sistemas respiratorio y circulatorio. Estos venenos pueden producir coma, convulsiones, o delirio. Los venenos narcóticos incluyen alcohol, opio y sus derivados, belladona, trementina, cianuro potásico, cloroformo y estricnina. En esta categoría también se incluye uno de los venenos más peligrosos que se conocen, la toxina botulínica, una potente toxina bacteriana causa de intoxicación alimentaria aguda (botulismo).

El envenenamiento de la sangre, también de naturaleza bacteriana, se produce cuando un microorganismo virulento invade la circulación sanguínea a través de una herida o una infección. Los síntomas incluyen escalofríos, fiebre, postración, y con frecuencia, infecciones o abscesos secundarios en varios órganos. La mayoría de los venenos gaseosos también afectan a la sangre. Debido a que estos gases restringen la capacidad del organismo de absorber oxígeno, suelen incluirse en la categoría de los asfixiantes, grupo al que pertenece el conocido monóxido de carbono. Sin embargo, hay también venenos gaseosos corrosivos o irritantes.

Cerca del 50% de todos los casos de envenenamiento humano en el mundo occidental se deben a fármacos o productos domésticos habituales como aspirinas, barbitúricos, insecticidas, y cosméticos. Debido a que los barbitúricos son accesibles con facilidad, los efectos tóxicos que derivan de su mal uso no son infrecuentes. El envenenamiento agudo puede deberse a una sobredosis o una interacción con otros fármacos, en especial el alcohol. La víctima de un envenenamiento agudo por barbitúricos experimenta agitación y náuseas, o entra en un sueño profundo marcado por una respiración cada vez más superficial cuyo posible fin es el coma y el fallo cardiaco. El envenenamiento crónico por barbitúricos, causado por el uso prolongado de estos fármacos, se caracteriza por irritación gastrointestinal, pérdida de apetito y anemia. En estados avanzados de envenenamiento crónico por barbitúricos la víctima sufre confusión mental.

Tratamiento

Son diversos los tratamientos para contrarrestar el efecto de un veneno. En la mayoría de los casos se aconseja la dilución, es decir, la ingestión de grandes cantidades de agua o leche. En otros se recomienda utilizar un emético, una sustancia que induce el vómito y libera al estómago de ciertos venenos. Los eméticos actúan a nivel local, como por ejemplo, sobre los nervios gástricos, o a nivel sistémico, sobre el centro del vómito del cerebro. Los remedios domésticos consisten en una cucharada de sal disuelta en agua caliente o dos cucharadas de mostaza disueltas en medio litro de agua. Los eméticos no se deben administrar a personas que han ingerido un veneno corrosivo. A diferencia de un emético, un antídoto es un remedio que contrarresta químicamente el efecto de un veneno, aunque de modo indirecto pueda provocar el vómito. Un antídoto puede actuar contra un veneno neutralizándolo, convirtiéndolo en insoluble, absorbiéndolo, aislándolo, o produciendo un efecto fisiológico general opuesto. En cualquier envenenamiento es imprescindible iniciar el tratamiento de forma inmediata.

2. Plantas Venenosas

Son plantas que contienen sustancias que, al penetrar en el organismo provocan reacciones nocivas que causan lesiones o la muerte. Es muy posible que exista hasta un 1% de especies de plantas venenosas aunque aún no se haya reconocido esa condición en todas ellas. Las plantas peligrosas gozan de amplia distribución en bosques (hierba de San Cristóbal o actea), campos (leche de gallina), pantanos (eléboros como el vedegambre y la rosa de navidad), regiones secas (ciertos chaparros o encinos), bordes de caminos (celastráceas) y parques (kalmia), y crecen tanto silvestres (celidonia o celedonia, celidueña, hierba de la golondrina) como cultivadas (glicina o wistaria). Muchas plantas ornamentales comunes, como la adelfa o balandre, laurel rosa, blanco o colorado, la convalaria (muguete, lirio de los valles o hierba de San Juan) o el muérdago, son venenosas.

Los botánicos no han fijado normas que permitan determinar con exactitud si una planta concreta es venenosa. Las especies tóxicas están dispersas, en cuanto a sus hábitats y a sus relaciones botánicas. Contienen más de veinte en especial tóxicos, en especial alcaloides, glucósidos, saponinas, resinoides, oxalatos, compuestos fotosensibilizadores y ciertosminerales, como selenio o nitratos, que toman del suelo y van acumulando. Los compuestos venenosos pueden estar distribuidos por todas las partes de la planta (cicuta) o acumularse más en unos lugares que en otros, como la raíz (tsuga), las bayas (daphne) o las hojas (laurel de montaña). La toxicidad de una planta puede variar con la edad; por lo general, la nocividad aumenta con la madurez, sin embargo, algunas especies muy tóxicas en sus fases juveniles se transforman luego en inocuas (cadillo).

Ciertos principios activos provocan irritación de la piel (ortiga), mientras que otros desencadenan una reacción alérgica (hiedra venenosa). Pero casi todos los venenos deben penetrar en el organismo para actuar y, en la mayor parte de los casos, esa entrada se produce por ingestión. Por lo general, una persona adulta tendría que comer más de 60 g de la parte venenosa de la planta para intoxicarse (esta cantidad es, en proporción, menor para los niños). No obstante, algunas plantas son tóxicas en cantidades muy inferiores; así, bastan una o dos semillas de ricino (higuera, higuereta, palmacristi, tártago de Venezuela) para matar a un niño.

Después de la ingestión, el veneno puede actuar inmediatamente sobre el aparato digestivo (diefembaquia, euforbia, ciertas Solanáceas) y provocar dolor abdominal agudo, vómitos e, incluso, hemorragias internas, o bien pasar al torrente sanguíneo. En este caso, primero llega al hígado, que puede resultar lesionado. Los oxalatos cristalizan en el riñón (ruibarbo) y desgarran los túbulos. Algunas plantas afectan al corazón (adelfa); ingeridas en pequeñas cantidades, algunas de estas toxinas tienen virtudes medicinales (digital o dedalera). Las especies que contienen alcaloides suelen inducir reacciones desagradables o peligrosas en el sistema nervioso. Son ejemplo la parálisis (cicuta), las alucinaciones (estramonio o toloache, hierba del diablo, o chamico) o el paro cardiaco (tejo). Algunos tóxicos actúan directamente sobre las células del organismo. El ejemplo más claro es el cianuro, liberado a partir de un glucósido vegetal (laurel cerezo), que impide que las células absorban oxígeno. Por su parte, los nitratos, que ciertas plantas contienen en concentraciones excesivas, se combinan con la hemoglobina de la sangre, que queda incapacitada para transportar oxígeno a las células. Algunas reacciones son muy específicas; así, el helecho común destruye la médula ósea, donde se forman las células hemáticas; el hipérico o hipericón contiene un veneno que, al ser ingerido por los animales, reacciona con la luz solar y provoca quemaduras y lesiones graves en la piel expuesta.

Las plantas venenosas son demasiado numerosas como para pensar en erradicarlas y muchas son muy apreciadas como ornamentales de jardín o de interior. En caso de sospecha de intoxicación, hay que acudir al médico cuanto antes.

Barbitúrico

Proviene de la familia de fármacos derivados del ácido barbitúrico (C4H4N2O3) (combinación de urea y ácido malónico) que producen depresión cerebral. Dependiendo de su dosis y formulación presentan un efecto sedante (tranquilizante), hipnótico (inductor del sueño), anticonvulsivo, o anestésico. Los barbitúricos de acción ultracorta, como el tiopental, se utilizan por vía intravenosa para inducir la anestesia quirúrgica. Los de acción larga, como el fenobarbital, se emplean para prevenir las crisis epilépticas. Otros barbitúricos como el secobarbital se utilizaron como ansiolíticos, fármacos que evitan los estados de ansiedad, hasta el desarrollo de los tranquilizantes (benzodiacepinas). Todavía se usan para el tratamiento

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