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Walter Benjamin


Enviado por   •  26 de Octubre de 2013  •  705 Palabras (3 Páginas)  •  508 Visitas

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En “La obra de arte en la época de la reproductivilidad técnica” (1936), el filósofo alemán Walter Benjamin reflexiona sobre las implicaciones que tiene la industrialización del arte en la masa espectadora y en el mismo arte.

El crítico judío muestra como la facilidad con la que en su día se reproducía la obra del artista a través del cine y la fotografía, transforma el propio objeto artístico acercándolo al espectador. Este acercamiento tiene elementos positivos incuestionable pero Benjamin se centra en analizar dos consecuencias fundamentales de este nuevo arte: la pérdida del aura y la vulgarización. La nueva sociedad sustentada por el sistema capitalista está construida bajo el alpha y omega de la rapidez y la masificación, desde una perspectiva materialista el arte no será más que el reflejo de estos nuevos a prioris económicos. La pérdida del aura es, en parte, consecuencia de la rapidez, la desfragmentación y el control que impone el sistema capitalista; la vulgarización, por el contrario, es la respuesta a la masificación estandarizada implantada por la economía industrial.

En este artículo me centraré en analizar el concepto de “pérdida del aura”; en otro próximo estudiaremos la vulgarización de arte preconizada por Benjamin y la relacionaremos con el mercado de la “cultura” actual.

En esta obra, Benjamin constata que la reproducción de algo parte de una falsificación de ese algo original. Una reproducción de la Mona Lisa, no es lo mismo que el original. ¿Por qué? Porque el acto creador pertenece a la historia y tiene una historia él mismo; sea lo que sea lo que quiere transmitir, no es ajeno a un inicio, a unas vicisitudes históricas. El arte reproducido es mera copia de un original que siempre está ausente, por eso nos acerca a un arte carente de tradición; la película que vemos es una copia como tantas otras, sin embargo, esa lejanía con lo originario de la obra de arte, esa pérdida del aura y de la historia nos parece natural.

El cine ejemplifica bien esta desfragmentación de la historia. El director graba escenas inconexas que después montará como un puzzle; el desarrollo del trabajo artístico se asemeja en la época de la reproductivilidad técnica a la tarea de Victor Frankenstein: unir trozos muertos para crear un monstruo hecho de retazos. Y digo trozos muertos porque como bien constata Benjamin, el actor actúa frente a una cámara, un aparato, sin desarrollar una historia-sentido ante público real (como sí lo hace, por cierto, el actor de teatro). Esas actuaciones ante la cámara, que no ante espectadores reales sobre los que interactuar, son repetidas, cortadas, retocadas y montadas en un proceso industrial de producción.

De hecho, según el filósofo judío, el valor de la obra de arte actual se funda en su posible reproductivilidad. Cuanto más se tenga que copiar una cinta de un film

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