A Un Domingo En La Mañana.
orfeo121520 de Octubre de 2013
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Organización textual- contenido y estructura.
A UN DOMINGO EN LA MAÑANA.
Por: MVC
1. El tiempo. 2. El Trabajo. 3. La máscara. 4. El instinto y la pasión. 5. El lunes.
La mañana del domingo es desatenta, dispersa y poco elaborada, no tiene un plan, porque solo desea ser en la posibilidad, no en la rutina marcada. No hay un despertador, porque el tiempo no quiere ser medido. Los segundos, horas y minutos no pasan, en la mañana del domingo sabes que el tiempo siempre es el mismo, los que pasamos, somos nosotros. La saludas con un café, el pelo impredecible, y con suerte recordando lo que soñaste anoche. La mayoría duerme mientras hablas con el viento, se escuchan unos cuantos carros a lo lejos, pero no los suficientes para perturbar, el vagabundo aun duerme en el parque, el señor de siempre pasea su perro, o ¿el perro lo pasea a él?, es el instante del letargo, de no saber a que hora pertenecemos, es simplemente sentir que por un instante no somos de nadie, porque no estamos pensando, que seremos el lunes.
No se piensa en él traje, en la ropa que combina, no quieres discutir con tu pelo, y lo que menos importa es concertar el color de las medias. El saludo hipócrita no saldrá de tus labios, que ahora saben a café. En los días normales alguien hace miles de preguntas, y otros quieren miles de respuestas. Alguien piensa en lo que quiere y alguien quiere que tú pienses lo que él quiera. El domingo en la mañana estas lejos del cemento y el escombro, ellos conviven como huéspedes de la mentira, de los que te hacen creer que todo funciona bien, que tienen la verdad, por momentos son dueños de tus días, finges que crees lo que dicen y refugias tu verdad, con una risa imperceptible que solo es tuya, y de nadie más.
No hay que confeccionar detalle por detalle la máscara de los días repetidos, su tono de voz sumisa, prudente y sometida, la mirada lejos de horizonte y carente de perspectiva, no tienes que transitar los corredores sin ser sentido, propinar una opinión general y acorde con la mayoría, reconocer los límites y su continúa reducción, dar más pasos hacia atrás que adelante. Un domingo en la mañana nadie te obliga a creer que el universo es inapreciable, que el centro es de algunos pocos, que los demás sobrevivimos en las orillas, te olvidas de rumiar las palabras, saberlas tuyas y reprimirlas, exiliarlas arrojarlas a un rincón, donde su evocación no altere el orden, al que estas sometido en ese instante en que usas tú mejor máscara, entonces simplemente las evocas, las entregas al mundo, salen con tanta fuerza que diluyen cualquier imagen falsa superficial y adornada.
Estas en la terraza, en un parque, en la sala, o en tú cama observando detenidamente el techo de tu habitación, reflexionas y te das cuenta que lo único verdadero del hombre; son sus deseos y pasiones, (las ideas no, estas en últimas las tomamos de otros que las pensaron primero), sin embargo, lo más reprimido del ser humano son sus instintos, los encargados de detonar la idea de saber y sentir que deseas, que te apasiona. Te das cuenta que esconder lo único que nos hace diferentes, complejos, reaccionarios, sabios, reflexivos y creativos es lo que nos reduce a una prodigiosa e inmensa amalgama de mentiras. Nos quedamos sin virtudes, sin pasiones terminamos concluyendo que no somos nadie.
Es fácil cavilar y darse cuenta durante un domingo en la mañana que a muy pocos les importa la esencia del ser humano, toman el alma solo como un código de barras, un pasaporte para vidas eternas inexistentes. El alma, debe ser el instinto y la pasión, la palabra verdadera, esa misma que nos contiene y nos define. Que gran parodia, que gran comedia humana que nos invita a actuar, y pareciera que solo se descansa y nos olvidamos de esta deficiente representación, un domingo en la mañana.
A veces pensamos en levantarnos
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