ANALISIS DE ORALIDAD

Según la concepción cognoscitiva, escribir es un proceso que requiere la participación activa del escritor, quien debe aplicar operaciones mentales muy complejas: planificar, redactar y revisar. Cada una de estas operaciones requiere que el que escriba tenga en cuenta diversos niveles textuales que involucran varios aspectos: propósito del escrito, posible lector, plan de acción de la tarea de escritura, contenido, características del tipo de texto, léxico adecuado, morfosintaxis normativa, cohesión, ortografía, entre otros aspectos.

La escritura, ya fuera sobre piedra, tablilla, cuero, papel, u otros materiales, constituye sólo un primer momento. La imprenta, la televisión, el teléfono, la radio, la computadora son también formas de la palabra. Cada una de ellas supone nuevas maneras de relacionarnos con los otros, con los saberes y con nosotros mismos. Incluso generan una nueva oralidad denomina “oralidad secundaria” diferente de aquélla propia de las sociedades que no conocen la escritura.

La aparición de la escritura marcó una ruptura con respecto a las formas de concebir la palabra porque ella permite establecer fuera del pensamiento lo que en realidad sólo puede existir dentro de él. Sus funciones se fueron extendiendo: hoy la escritura constituye una actividad privilegiada de las sociedades contemporáneas, que excede ampliamente el papel de ayuda - memoria.

El estudio de las relaciones entre la oralidad y la escritura tiene diferentes posturas teóricas. Una limitación común a las primeras investigaciones en este campo, radica en reducir estas relaciones o bien a la subordinación de la escritura a la oralidad, o bien de la oralidad a la escritura.

La primera postura organiza su argumentación en torno de la idea del origen: la oralidad es anterior a la escritura, tanto en la historia de la humanidad como en cada individuo en particular. La concepción de la escritura como superior a la oralidad está basada en la idea de que la primera pertenece a sociedades “civilizadas”, “evolucionadas” y a individuos “cultos”.

Por un lado, en sociedades con escritura las funciones que adquieren la oralidad y la escritura son complementarias y no se puede hablar de que una sea superior a la otra. Por otro lado, la oralidad de las sociedades sin escritura es diferente de la oralidad de las sociedades con escritura.

Existe una influencia activa sobre la base de la relación del pensamiento, lenguaje escrito y aprendizaje, a fin de comprender como la escritura puede ser un instrumento de desarrollo del pensamiento y de elaboración de conocimientos. De esta forma, el problema fundamental de la interrelación entre el pensamiento entre el pensamiento y el lenguaje es el problema del paso del sentido subjetivo no formulado aun verbalmente y comprensible sólo para el propio sujeto, a un sistema de significados verbalmente formulados y comprensibles para cualquier interlocutor, sistema que se forma en alocución verbal.

En el caso de la escritura, el escritor sabe qué quiere escribir, cuál es el propósito que le anima y cuál es la audiencia a la que dirigido su mensaje. El problema consiste en cómo formular ese mensaje. La escritura en su carácter de herramienta psicológica modifica la estructura de los procesos cognitivos, llevando a los seres humanos del razonamiento práctico – situacional hacia el pensamiento teórico conceptual y narrativo, lo que implica la aparición de nuevas y más elevadas formas de pensamiento. Al mismo tiempo, la escritura permite la expresión de ideas y sentimientos que se pueden comunicar y compartir con otros a través del tiempo y del espacio.

Desde esta perspectiva, el lenguaje escrito exige un trabajo consciente y analítico, mientras que el lenguaje oral aparece como una actividad espontánea que abstrae la realidad y la representa en palabras. El

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