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Análisis y expresión verbal Lectura analógica


Enviado por   •  21 de Octubre de 2016  •  Trabajos  •  1.237 Palabras (5 Páginas)  •  300 Visitas

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Análisis y expresión verbal

Lectura analógica

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Actividad

  1. Trabajo a realizarse por equipo de lectura (Todos deben leer el texto en forma independiente)
  2. Investigar sobre la obra de Frida Kahlo, sobre todo lo relacionado a las pinturas mencionadas en la lectura.
  3. Diseñar una estrategia de trabajo que muestre la secuencia de pasos a seguir.
  1. Tarea que no se debe omitir
  1. La estrategia debe incluir los siguientes aspectos entre otros:
  1. Identificar y marcar las analogías y/o metáforas mencionadas a lo largo de la lectura.
  2. Elaborar conclusiones de la interpretación de la lectura con base en el nivel analógico.
  3. Incluir fotografías o imágenes que puedes insertar en el cuerpo del trabajo y con base en estas generar analogías figurativas.
  1. Elaborar el trabajo en computadora y subirlo al foro de discusión correspondiente con el título: Lectura analógica Frida Kahlo y el nombre y apellido de los cuatro participantes

Instrucciones:

Realiza la lectura Frida Kahlo, y lleva al cabo la estrategia diseñada.

Frida Kahlo

La vida de Frida Kahlo es un gran cuadro dramático enmarcado por el dolor. Desde los seis años, cuando fue atacada por la parálisis, hasta el día de su muerte, el sufrimiento no abandonó su cuerpo ni tampoco dejó de estar presente en sus obras. Es más, fue a causa del accidente que la invalidó para siempre, cuando era estudiante de la preparatoria en 1926, que se inició en la pintura: un tranvía que arrastra un autobús, como tantas veces ha sucedido; los fierros retorcidos que destrozan su cuerpo, también como tantas veces ha sucedido. Sólo que en este caso, la muerte se detuvo en seco cuando vio que su víctima, en la cama del hospital, encerrado su cuerpo en la cárcel del yeso, tomaba los pinceles que su padre le había regalado y empezaba a pintar.

Frida nació en Coyoacán. Su infancia en la casa en la que pasaría toda su vida ha quedado registrada en uno de sus cuadros. Infancia casi pueblerina, cuando Coyoacán estaba todavía rodeado de llanos, erizado de nopales y salpicado por la presencia  de las humildes casas de adobe. Infancia de patio cerrado en el que la niña podía andar, aún desnuda, entre las plantas del jardín o recorrer los cuartos continuos y de altos techos en cuyos muros veía constantemente los grandes retratos ovalados de su padre, fotógrafo de profesión –Herr Kahlo- , de su madre Matilde Calderón  o de sus abuelos. Imágenes inolvidables que han quedado perpetuadas en su pintura.

No es este cuadro el único que nos habla de su vida, sino casi todos los que hizo. Es una artista tan peculiar  que pudo darse en su pintura un lujo que sólo los poetas se habían permitido, el de presentar artísticamente sus sentimientos y sus emociones, su alegría y su dolor, sus afectos y sus gustos personales, subjetivos, alcanzando sin embargo una proyección universal. El cuadro que Frida Kahlo prefería, entre tantos que pintó, era “Mi nodriza y yo”. Cuadro que en su composición  me recuerda una pintura popular desconocida, propiedad de un oscuro médico rural, en la que la Virgen llevaba en sus brazos a Cristo. No es una Pietá, tradicional, sino una piedad a la mexicana. La Virgen llorosa conduce a su hijo muerto con el cuerpo lleno de heridas tremendas; pero a pesar de ser el cuerpo de Cristo crucificado, a pesar de tener facciones y barba de treinta años, es un niño. El cuerpo pequeño, en los brazos de su madre, ha sido el recurso del artista anónimo para representar varios conceptos al mismo tiempo, conceptos que de otra manera no podía representar en su compleja coexistencia: dolor, crueldad, ternura, maternidad, tristeza, beatitud, religiosidad, todo reunido en emotiva síntesis. Frida no lo conocía. Y sin embargo ella se pintó en brazos de su nana, con sus facciones de mujer y cuerpo de niña. Hasta aquí la semejanza. Pero es suficiente para descubrir en su creación que esa relación auténtica de concepto no es meramente casual, sino que responde a vivencias comunes, vitales. Y si Cristo, en la pintura popular “muere” en brazos de su madre, Frida en su pintura “vive” en brazos de su nana, vive gracias a las gotas de leche que florecen en el árbol glandular del pecho de esa nana indígena de piel bronceada y de rostro inmutable, máscara pétrea que es el símbolo genérico del pueblo que alimentó espiritualmente a la pintora.

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