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Autodefensas De Michoacán


Enviado por   •  26 de Marzo de 2014  •  1.569 Palabras (7 Páginas)  •  282 Visitas

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Hay cuatro factores explican el auge imprevisto de las autodefensas en Michoacán.

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En primer lugar, el fuerte crecimiento reciente de la pobreza extrema.

Según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) la pobreza extrema disminuyó 11 puntos porcentuales en todo el país, pero en Michoacán, a contramano del resto del país, subió un 9%. La situación es aún más grave en los municipios de Tierra Caliente, sumidos desde comienzos de 2013 en un conflicto armado.

Rosario Robles, titular de la Sedesol, advirtió que la pobreza extrema pudo haber aumentado en 29 municipios de Michoacán, la mitad de ellos ubicados en Tierra Caliente.

Las zonas urbanas de Apatzingán, Lázaro Cárdenas y Uruapan cuentan con la mayor cantidad de personas en situación de pobreza. En Aquila, Tumbiscatío, Churumuco, Parácuaro y Chinicuila, luego tomadas por grupos de autodefensa, se reportaron, entre 2011 y 2012, las mayores proporciones de personas en pobreza extrema.

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En segundo lugar, el conflicto armado entre el Cartel de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios, una guerra que excede las fronteras de Michoacán y llega con fuerza al vecino Guerrero.

En Guerrero el grupo Los Granados, de Salvador El Chava Granados, se alió con el Cartel de Jalisco Nueva Generación para expulsar de la Costa Grande guerrerense a Los Caballeros Templarios. Para eso Los Granados pactaron una tregua en la larga confrontación que lleva adelante desde el año 2008 con Rogaciano Alba Alvarez, ex alcande priísta de Petatlán.

La tregua entre Los Granados y el Cartel de Jalisco Nueva Generación, que se pactó el 30 de septiembre 2013, pasó a llamarse Fuerza Guerrerense.

El gobierno de la entidad reforzó la frontera con Michoacán para evitar que el conflicto se traslade a sus sitios turísticos (Acapulco). Pero la parte serrano quedó librada a su suerte, donde se reportó falta de alimentos y medicinas ya que los grupos criminales cercaron la zona de combate.

Esta recomposición de los grupos narcos en Guerrero, al que no está ajeno el perredista Grupo Guerrero, busca asegurar el estratégico corredor de drogas de la Costa Grande.

Ambas organizaciones, el CJNG y Los Caballeros Templarios se disputan las zonas de producción y tráfico de estupefacientes y el monopolio de la elaboración de drogas sintéticas a partir de precursores químicos que llegan al puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán, limítrofe con Guerrero.

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En tercer lugar, la fluctuación insensata entre desinterés y complicidad de los líderes políticos mexicanos con el crimen organizado.

Mediante un escándalo que estalló en las redes sociales, se supo que Melissa Plancarte, la hija cantante del capo de los Caballeros Templarios, Enrique Plancarte, grabó uno de sus videos musicales en el Palacio de Justicia de Morelia, el mismo recinto donde asumió el actual gobernador de Michoacán, el priísta Fausto Vallejo.

José Manuel Mirelles, uno de los líderes de las autodefensas, declaró que el movimiento surgió debido al hartazgo de padecer las injusticias del crimen organizado, así como la complicidad o complacencia de las autoridades ante tales hechos.

Luego de la incursión de fuerzas federales en Michoacán, Luis Torres, presidente municipal de Buenavista Tomatlán, dijo que esperaba que con dicho operativo militar todo volviera a la normalidad; sin embargo, acusados por las autodefensas de nexos con el narco, él y otros dos presidentes municipales, siguen expulsados:

1. Guillermo Valencia, presidente de Tepalcatepec, expulsado por las autodefensas en mayo del 2013.

2. Jesús Cruz Valencia, municipal de Aguililla, atiende los asuntos del municipio desde Morelia.

3. Luis Torres tampoco despacha en el municipio.

Las autodefensas estaban poniendo en debate aspectos sustantivos de la gobernabilidad priísta: el monopolio de los medios de violencia, la legitimidad e intangibilidad de los cargos públicos electos, la capacidad de las autoridades de adoptar decisiones autoritativas obligatorias para todos, la reapropiación del concepto de “guerra justa”.

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Y en cuarto lugar, el factor más importante, el vuelco masivo e imprevisto de gran parte de la población michoacana a la simpatía y el apoyo abierto a las autodefensas.

Entre los pobladores rebelados ocupan un lugar relevante los pequeños empresarios como Hipólito Mora, dedicado a la producción de limón, uno de los más importantes negocios en la región de Tierra Caliente. En febrero del 2013 fundó en la comunidad de La Ruana el movimiento de las autodefensas, evento que estuvo preparando durante cuatro años, debido a los abusos que enfrentaban los residentes por parte de Los Caballeros Templarios.

Edgardo Buscaglia afirma que en Michoacán hay una mezcla de las distintas variantes de paramilitarismo, ya que hay grupos legalmente constituidos para la defensa de su población, otros que reciben apoyo logístico de empresarios, o bien de grupos criminales, y uno más cuenta con el apoyo del Estado.

Dice que los civiles armados que aparecieron en febrero del 2013 no son auténticas autodefensas sino paramilitares. Algunos son financiados por el Estado, otros por empresarios hartos de las extorsiones y secuestros y otros por grupos criminales que buscan mantener el control en ciertos territorios.

Es diferente a los grupos de civiles armados en el municipio de Cherán donde sí existe una auténtica y real autodefensa de control social, ya que el pueblo elige legítimamente a quienes lo van a defender, no con tácticas ofensivas, como lo están haciendo los denominados autodefensas en municipios como Tepalcatepec, Coalcomán, Aguililla, Churumuco, entre otros.

“Un grupo de autodefensa es socialmente legítimo cuando el pueblo le pide que se organice o el pueblo mismo participa en la defensa. No toma un carácter ofensivo, es decir, no comienzan a rastrillar y a limpiar regiones de grupos adversarios, como sí hacen muchos de los grupos que ves en Michoacán recientemente”.

“Esa es la gran tragedia de Michoacán, que hay más paramilitarismo que autodefensas, sí hay, pero minoría y justamente son las autodefensas las que están siendo aniquiladas”.

Por su parte John Ackerman afirma que “algunos descalifican a los nuevos alzados como una supuesta creación de EPN y de su asesor Óscar Naranjo en su afán por reproducir el ‘modelo colombiano’ en nuestro país… El apoyo que el pueblo humilde ha dado a los nuevos grupos armados demuestra que no son simples “guardias blancas” al servicio del poder y el dinero… Los vaivenes entre negociación, represión, auspicio y amonestación del gobierno hacia las “autodefensas” demuestran que el levantamiento ha puesto en jaque al régimen… La novedad en Michoacán no es el lamentable nivel de violencia ni la inaceptable cantidad de muertos en la entidad… Lo que marca la diferencia hoy es el surgimiento de una sinergia positiva entre la sociedad civil y las autodefensas que abona el terreno para el fortalecimiento del poder popular”.

En este sentido no habría una brecha tan amplia entre las nuevas autodefensas y otros grupos comunitarios, como los comuneros purépechas de Cherán y los nahuas de la sierra de Manantlán. Si bien muchos líderes de las “autodefensas” efectivamente han expresado una incuestionable confianza hacia los gobernantes estatales y federales corruptos e inútiles, los dos tipos de movimientos comparten la misma base social de mexicanos dignos dispuestos a defender su patrimonio y su patria. Por ejemplo, la reciente devolución a sus verdaderos dueños de tierras que habían sido expropiadas por los narcotraficantes constituye una señal muy positiva de las autodefensas al expandir su intervención más allá de temas exclusivamente de seguridad pública.

Para Ackerman era real la posibilidad de un levantamiento social general en Michoacán, contagiando a otras regiones del país. Por eso el Ejército mató a tres personas, incluyendo una niña de 11 años, en su acción inicial. Los ciudadanos caídos no eran autodefensas y no portaban armas. Eran civiles pacíficos solidarizándose con el grupo de ciudadanos. “Las autodefensas y sus líderes serán tolerados siempre y cuando no movilicen o empoderen a la ciudadanía en general. Es la típica lógica del poder autoritario que busca cooptar a los líderes y separarlos de sus bases”.

Mientras los civiles armados de Cherán no plantean amenazas a la gobernabilidad nacional, las autodefensas michoacanas alertaron al mismo Departamento de Estado. El entusiasmo social no hizo mucho hincapié en las limitaciones del programa de las autodefensas, que solo querían luchar contra Los Caballeros Templarios, ni en los mezquinos intereses de sectores burgueses marginados, ni en los arreglos de sus líderes con el gobierno nacional. Por momentos pareció que el proyecto superestructural del colombiano general de Policía Óscar Naranjo sería un fiasco, porque las autodefensas michoacanas, llenas de limitaciones, se volvieron masivas. El gobierno permitió la conformación y la operación de algunos de los grupos de autodefensa en Michoacán (y presumiblemente también en Guerrero), pero el fenómeno se extendió hasta abarcar toda la región de Tierra Caliente, agrupado en el Consejo General de Autodefensas y Comunitarios de Michoacán. La simpatía social hacia esta iniciativa creció rápidamente y rebasó cualquier pretensión de control o manipulación gubernamental, a tal punto que el ejecutivo debió intervenir nuevamente en la entidad.

El apoyo de amplios segmentos de la sociedad hacia el movimiento era innegable, no obstante las suspicacias que generó en algunos analistas y observadores políticos. La gente seguirá defendiéndose como pueda, y lo que resuelvan las comunidades locales hacer para defenderse de la violencia promovida, tolerada y generada desde Estado es una decisión de las comunidades, cuyos grados de autonomía son variables como lo es todo en la vida social.

Las autodefensas no son sólo personas que enfrentan al crimen organizado, a la policía federal o al Ejército. Potencialmente representan una nueva forma de auto-organización social. Es aquí cuando Estados Unidos y el gobierno mexicano decidieron intervenir. Lo que había sido una inteligente jugada política en un laboratorio de políticas públicas amenazaba con desatar una guerra. Y el Ejército, enviado a pacificar, entregó con claridad el mensaje: protestar sí, organizarse no.

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