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Bajo La Misma Estrella

manuelhooli.12313 de Diciembre de 2014

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A

Capítulo 1

finales del invierno de mi decimoséptimo año, mi madre decidió que estaba deprimida, probablemente porque rara vez dejaba la casa, pasaba la mayoría del tiempo en cama, leía el mismo libro una y otra vez, comía infrecuentemente y dedicaba bastante de mi abundante tiempo libre en pensar sobre la muerte. Cada vez que leas un libro o página web sobre cáncer, o lo que sea, siempre la depresión esta enlistada entre los efectos colaterales del cáncer. Pero, en realidad, la depresión no es un efecto colateral del cáncer. La depresión es un efecto colateral de morir. El cáncer también es un efecto colateral de morir. Casi todo lo es, en realidad. Pero mi mamá creía que requería tratamiento, así que me llevó con mi médico de cabecera, Jim, quien estuvo de acuerdo en que estaba navegando en una paralizante y totalmente clínica depresión, y que por lo tanto, mis medicinas se debían ajustar y también debería asistir a un grupo de apoyo semanal.

Este grupo de apoyo presentaba un reparto rotativo de personajes en varios estados de malestar impulsados por tumores. ¿Por qué rotaban? Un efecto colateral de morir.

El grupo de apoyo, por supuesto, era tan deprimente como el infierno. Se reunían todos los miércoles en el sótano de una amurallada Iglesia Episcopal en forma de cruz. Todos nos sentábamos en círculo, justo en el medio de la cruz, donde las dos tablas se encuentran, donde el corazón de Jesús hubiera estado.

Noté esto porque Patrick, el líder del grupo de apoyo y la única persona por encima de los dieciocho años en el recinto, hablaba acerca del corazón de Jesús en cada bendita reunión; todo sobre como nosotrosjóvenes sobrevivientes del cáncer, estábamos sentados justo en el precioso corazón sagrado de Jesús y lo que sea.

Así que, aquí está como fue todo en el corazón de Dios: los seis, siete o diez de nosotros caminamos/rodamos, pastamos en una selección de decrépitas galletas y limonadas, nos sentamos en el Círculo de la Confianza y escuchamos a Patrick contar por enésima vez la historia de su deprimente y miserable vida; como tenía cáncer en sus bolas y pensaron que iba a morir pero no murió y ahora es, un adulto ya crecido en el sótano de una iglesia en la ciudad número 137 más bonita de América, divorciado, adicto a los video juegos, sobre todo sin amigos, ganándose la vida mediante la explotación de su cancerígeno pasado, trabajando lentamente su camino hacia un título de maestría que no va a mejorar sus perspectivas de carrera, esperando, como todos nosotros lo hacemos, porque la espada de Damocles1 le dé el alivio que se le escapó, esos muchos años atrás cuando el cáncer tomó sus nueces, pero salvo lo que sólo el alma más generosa llamaría su vida.

¡Y TÚ TAMBIÉN PUEDES SER MUY AFORTUNADO!

Luego nos presentamos: Nombre. Edad. Diagnóstico. Y como estábamos hoy. Soy Hazel, había dicho cuando llegaron a mí. Dieciséis. Tiroides originalmente, pero con unas impresionantes y duraderas colonias satélites asentadas2 en mis pulmones. Y estoy bien.

Una vez que estábamos alrededor del círculo, Patrick siempre preguntaba si alguien quería compartir. Y entonces comenzaba el tonto círculo de apoyo: todo el mundo hablando de luchar, y batallar y ganar y encogerse y explorarse. Para ser justos con Patrick, nos dejaba hablar de morir, también. Pero la mayoría de ellos no estaban muriendo. La mayoría iba a vivir hasta la edad adulta, así como Patrick.

Lo que significaba que había un buen montón de competitividad al respecto, con todo el mundo no sólo queriendo vencer al cáncer en sí

1Damocles: Según la historia griega, Damocles era un cortesano presumido y el rey para escarmentarlo, en la cena colocó una espada en el techo encima de su cabeza, Damocles se dio cuenta de ello y frenó su actitud. La frase la

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