Cien años De Soledad
nniccolee27 de Octubre de 2013
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El boom coincide a su vez con los quince minutos de buena fama de la revolución cubana. Siempre habrá que incluir como parte del fenómeno a La Habana y a la revolución de Castro porque su simpatía ideológica define la noción de “generación literaria” por encima del estigma de ventas: la revolución tuvo un poder de impacto social en todos los países de América Latina pulverizados por dictaduras de derechas, y su escenario y la defensa de esa revolución sirvió para visualizar conatos de intelectuales y llevarlos en grupo con las maletas revueltas y la bandera de la responsabilidad del escritor por todo el mundo y porque el boom dura lo que dura la simpatía de los intelectuales latinoamericanos con la revolución cubana. La primera edición de Aura de Carlos Fuentes está fechada en La Habana (Colección La Honda, Casa de las américas, 1968) y al acta de defunción del boom (la carta de los intelectuales encabezados por Vargas Llosa y Carlos Fuentes en revista Libre y en Revista Casa de las Américas con la que declaraban que una revolución no puede censurar la cultura ni subyugar a los artistas), es de 1971.
Cien años de soledad es el caso emblemático de este llamado boom y al que aspira aún la industria editorial en lengua española: ningún otro libro se editó con tantos tirajes en tan pocos meses ni fue aceptado desde el inicio como una obra importante no solo para los lectores sino para la cultura colectiva y la idiosincrasia de la región: un clásico rotundo. Una obra importante para la cultura es un clásico. Y un clásico es un libro que le concierne una generación entera, a una época y a una comunidad amplia y que sigue arrojando luces a las generaciones venideras. Sin embargo, el boom latinoamericano no sólo es un fenómeno editorial: coincide con un cambio generacional de población vieja a una juventud mayoritaria y un salto de la sociedad agraria a la burguesa, y una gran apertura de la educación universitaria y a una supremacía de la clase media. El continente, en términos sociales compartía rasgos sorprendentes: un continente de economías agrícolas, que sufrían la explotación de una potencia en común y de un centralismo enfermizo que haría crecer las urbes aceleradamente atrayendo a los jóvenes a los centros de poder. El boom coincide también con el asentamiento y consolidación de la industria editorial en lengua española. El boom coincide con el florecimiento de la protesta social y contracultural de las universidades latinoamericanas. Las características esenciales de la época son las de un continente con la mayoría de su población oscilando entre los 12 y 35 años, con una gran vitalidad, con un equilibrio tirante entre la urbanización y el mundo rural (la balanza en las siguientes décadas se inclinaría por la urbanización de las capitales), y un continente marcado por conflictos sociales seculares y deseos de comprensión de los mismos. En ese escenario surge la idea de un intelectual comprometido con los problemas de su sociedad: Llosa, Cortázar, Fuentes y García Márquez se muestran carismáticos y se cuelgan la guayabera y la pipa y la bufanda y adoptan las posturas de intelectuales públicos y comprometidos, siguiendo el modelo sartreano. Esa intención de traspasar las fronteras con la responsabilidad estética obliga a los escritores a pensarse los problemas del continente en términos supranacionales. En una entrevista, con motivo del premio Rómulo Gallegos, le preguntaron a García Márquez si la literatura compleja no abría un abismo entre la gente del común y el arte muy sofisticado. La respuesta soberbia fue: “Los escritores latinoamericanos estamos trabajando para que las clases obreras del continente puedan leer novelas complejas”. Quería decir que por entonces aún seguía en vigor la idea de que era posible revolucionar la sociedad desde el arte.
Que el fenómeno del boom empiece en La Habana, Ciudad de México y Buenos Aires, recuerda que fue justamente en esas ciudades donde fueron recibidos los editores españoles en la diáspora de la Guerra Civil (tras la censura franquista), quienes fueron los encargados de fundar las casas editoras que dos décadas después apostarían por autores latinoamericanos y harían posible el interés de los lectores del mundo por la literatura de esta región. Valga también recordar que Colombia se negó a esta posibilidad, la de tener grandes casas editoras, al cerrar sus puertos a la diáspora española. Colombia los expulsó, a los exiliados, en tiempos de Laureano Gómez, un derechista que pretendía imponer en el país una dictadura teocrática de inspiración franquista.
Dime con quién bebes
Reportaje de Ernesto Shoo sobre García märquez y la recién publicada Cien años de soledad
El éxito de Cien años de soledad empezó desde antes de ser publicado el 5 de junio de 1967 en Buenos Aires por la editorial Sudamericana. ¿Cómo es posible que un libro sea famoso antes de ser publicado? La fama de algo depende siempre de otro, más que del autor o del objeto de culto. La ponderación es ajena y externa y se da a manos de curadores, peritos y de autoridades en la materia. Por otro lado, lo que describe el poder en el mundo son las relaciones que alguien tiene. Con quiénes trabaja. A quién tiene de amigo (ver Facebook del hijo del presidente de la república y compararlo con los contactos propios). Las vanguardias más influyentes que ha tenido Latinoamérica (el modernismo de Rubén Darío a la cabeza) se dio con una fórmula mágica que sigue invariable hoy: escritores que son periodistas y que hacen migraciones culturales para cubrir eventos e informar de ellos en sus países, o encuentros generacionales que surgen por exilios forzosos. Estos escritores se encuentran con pares en ciudades capitales donde se llevan a cabo festivales o encuentros, y regresan a sus países a propagar lo que se está haciendo en otros lugares, en crónicas, declaraciones públicas, y a planificar nuevos eventos en los que el grupo generacional se configura y multiplica. Pasó con Rubén Darío. Pasó con Martí. Pasó con Barba Jacob. Pasó con Alfonso Reyes. Pasó con Vargas Llosa, pasó con Carlos Fuentes y pasó con García Márquez, que había llegado a México en 1961 a trabajar en la industria cinematográfica, después de un trasiego por el periodismo bogotano, una breve estancia como corresponsal en Francia, una incursión en el periodismo de modas venezolano, el periodismo político cubano y una breve estadía en Nueva York como corresponsal de la agencia Prensa Latina. En cada uno de estos viajes se dio el encuentro con personas clave del mundo de la cultura y de la literatura y del periodismo. Estos contactos adoptarían una función de multiplicadores, peritos, curadores y multiplicadores para cuando Cien años de soledad estuviese escrita en 1966. Entre esa red de contactos influyentes estaba la familia Cano, dueña de El Espectador (El Espectador publicaría un capítulo anticipado de Cien años de soledad antes de que el libro fuese lanzado), Plinio Apuleyo que lo llevó a Venezuela y luego lo contactó con los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina (la cercanía con los periodistas de la revolución cubana sería determinante para una simpatía que aún hoy perdura entre García Márquez y Cuba), Álvaro Mutis (alto funcionario de una petrolera con contactos establecidos en México y España) quien lo contactó con el mundo de la cinematografía y la literatura mexicana. Carlos Fuentes, con quien empezó a trabajar como guionista y quien lo situó como autor promesa frente a Luis Harss (argentino de origen, crítico, periodista y profesor norteamericano que haría el primer mapa de escritores continentales en Los Nuestros, editado por Sudamericana, y donde se incluía a García Márquez junto a Cortázar, Fuentes, Llosa, Carpentier, como los autores renovadores de la literatura en español), Sergio Galindo (por recomendación de Mutis publicó Los funerales de la mama Grande, primera obra que leyó de García Márquez la agente literaria Carmen Balcells por recomendación de Luis Harss), Cortázar y Vargas Llosa, autores de obras exitosas y ganadores de premios que les daba autoridad y tribuna y que publicaban ensayos en simultánea en los principales diarios y revistas de élite en América, España y Francia.
El factor publicitario
El factor de público cautivo es determinante para una obra que fue anunciada en los principales medios del continente como una obra absoluta, maestra, genial y obligante en las revistas de influencia social y política del continente. Meses antes de que la Editorial Sudamericana se arriesgara con 8000 ejemplares de primera edición, una tercera parte del libro había sido publicada por avances en la Revista Mito (Bogotá, un capítulo), en La cultura en México (fragmento y ensayo laudatorio de Carlos Fuentes en que la llamaba “Biblia y Quijote de américa”), en Mundo Nuevo (dirigida por Emir Rodríguez Monegal en París, con difusión en todas las capitales de América Latina, entrevista a Fuentes) en Primera Plana (Argentina, reportaje a fondo y capítulo por Ernesto Schoo y nota exegética de Vargas Llosa, premio Seix Barral donde la declaraba obra maestra y “Amadís de América”) en El Espectador (Colombia, un capítulo), en El Clarín y La Nación (principales periódicos de Argentina, donde se reseñaba al autor en antologías de cuento y crítica junto a los principales nombres de la literatura del siglo). Publicaciones todas firmadas por autoridades y dirigidas tanto a intelectuales y periódicos de cobertura nacional y continental.
Todos los periódicos, a través de esa red de amigos que lo comunicaban a otros amigos, proclamaban la grandeza de una obra que acababan de leer en borradores o por fragmentos. Esta anticipación colectiva, y el
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