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Critica Al Plan 2011


Enviado por   •  17 de Febrero de 2013  •  666 Palabras (3 Páginas)  •  574 Visitas

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En el pasado teníamos un plan de estudios, de educación básica, sin articulación. Los efectos negativos se tradujeron en alta reprobación y deserción en secundaria, una falta de identificación y confluencia entre todos los maestros de preescolar, primaria y secundaria y, finalmente, la carencia de visión integradora que excluye de las responsabilidades correspondientes.

Recientemente se publicó el acuerdo 592 de la SEP, que señala –prolijamente, en decenas de hojas- un plan de estudios unificado para toda la educación básica nacional. Es mucho lo que le sobra y algo lo que le falta, pero lo que me parece digno de aprecio es el esfuerzo de concentrarse en el efecto final que buscan los servicios educativos que son derecho constitucional de todo mexicano.

A partir de este momento los funcionarios estatales, los expertos en pedagogía, los críticos de política educativa e incluso, idealmente, los propios padres y madres de familia, quedamos emplazados a revisar con ojo crítico este esfuerzo de “Plan 2011” para que se defina lo que socialmente debemos esperar de la educación básica. Buscando leerlo en el mejor sentido, el acuerdo nos retrata al egresado de nuestro sistema: una persona que gradualmente ha desarrollado competencias para aprender por su cuenta, para hacer sentido de la información, para ubicarse en el mundo natural y social que lo rodea, para encontrar soluciones con base en conocimientos sólidos y para relacionarse con sus conciudadanos en el respeto y la colaboración.

Nuestro egresado “tipo” dominará su propia lengua como medio de comunicación privilegiado, pero también podrá leer y comprender adecuadamente textos en inglés; su contacto con los sistemas de cómputo no será ocasional y dependiente de las comodidades –o de la falta de ellas- de su contexto familiar, sino que precisamente su paso por la escuela le habrá brindado las herramientas suficientes para manejarse con soltura en el medio digital; las competencias cívicas alcanzadas nos harían prever una persona que avanza en autoconocimiento y autocuidado, solidaria y respetuosa de la legalidad. ¿Y cómo llegaremos a que todo esto se realice? Porque, el texto asienta, se habrá revisado el alcance de conocimientos esperados, bajo la experta conducción de maestros y directivos profesionales quienes, conociendo y ateniéndose a estándares de desempeño, podrán evaluar los avances y ajustar sus intervenciones.

¿Es puro sueño, utopía, demagogia? ¿Otra reforma de papel fallida en las escuelas reales, con los niños y jóvenes de carne y hueso? Más nos vale que no. Creo que se vale soñar, se puede soñar, se debe soñar. Con dos condiciones: que se ponga la bolsa a donde se puso la boca (eficiente y honesto uso de un presupuesto de monto proporcionado y cuidados escrutinio) y que se asuman los costos –políticos y culturales- de una transición de gran envergadura. El optimismo es ingenuo si no se está listo para la lucha. Una visión de las escuelas mexicanas como espacios de convivencia y crecimiento sereno, ordenado y sistemático pasa por un gran compromiso de los adultos, especialmente padres y maestros, y por una severísima e histórica reconversión de las reglas no escritas del sistema educativo.

Yo soy optimista. Al proyecto, a mi juicio, le faltan metas y le falta –a su vez- articulación con la profesionalización de autoridades y docentes. O más que faltarle, para estar completo en los cómos –que no se van a reducir a boletas renovadas, libros de texto más ligeros y millones de computadoras- hay que precisar metas y profesionalización. El Plan 2011 se completa con un compromiso para, por ejemplo, reducir sistemáticamente el porcentaje de alumnos en nivel de logro insuficiente en la prueba ENLACE, de modo que al concluir los próximos cuatro años la mitad de todos los alumnos estén en los niveles bueno y excelente. O que para el 2018 todos los maestros mantengan su certificación. O que para el 2024 nuestros alumnos alcancen el desempeño promedio de la OCDE en PISA. “A todos diles que sí, pero no les digas cuándo” es una forma de laxitud que puede deteriorarse en engaño.

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