Cronica urbana

Pablo vino con tres amigos. Esto es así, el lugar funciona y sobrevive en la ilegalidad. Se hacen los que no les importa, pero son habitúes. Antes de meterse con una fija, prefieren pagar y hacer que aquí, no ha pasado nada.

Son pocas las luces rojas que iluminan una barra en el costado derecho, sillones a la izquierda interrumpidos por un mini escenario con dos caños y un gran espejo en la pared.

Se pueden subir todavía dos pisos más, pero no me animo. Sé que ahí las chicas se cambian, pintan y se llenan de cremas entre los percheros de los que cuelgan innumerables corpiños, tangas, minifaldas que podrían ser vinchas, shorts con brillos y musculosas ultra pequeñas. Y me pregunto si están por elección o cayeron en las garras de los depredadores. Me ofrecen unas pastillas, digo que no y me voy.

[pic 1]

Al día siguiente, en la esquina de avenida Corrientes y Rodríguez Peña, en el microcentro porteño, veo a un hombre pegando papelitos en un tacho de basura. Los mismos que veo en postes de luz, teléfonos públicos, rejas. Estas famosas pegatinas de oferta sexual con contenido explicito que se encuentran en espacios públicos todos los días y cada vez, en mayor cantidad. Me pregunto que hay detrás de ellos, quien maneja el negocio, que intereses persiguen.

[pic 2][pic 3]

La única cara visible es la del volantero, siendo el eslabón más bajo de la cadena de trata y explotación sexual pero con un rol fundamental. Contactan a los clientes y conocen la dinámica de la calle.

Pasan los días y en otra zona del centro, observo la situación inversa. Una mujer de 30-40 años aproximadamente, despegando uno por uno estos papelitos llamativos de estas chicas de entre jóvenes de bajos recursos que caen en las redes de trata de personas. Le pregunto por qué lo hace, si es una plaga que parece no acabar jamás. Me dice que si bien no todas las ofertas son de chicas traficadas, la gran mayoría si, y es la única forma que encuentra para expresar que las mujeres no quieren ser cosificadas, usadas ni vendidas como objetos sexuales

“A veces son del interior”- expresa con los ojos vidriosos, y el perfil que buscan es el típico de una mujer joven, madre a cargo de sus hijos o de su familia que no tiene posibilidades de acceder a un salario para mantener a su familia. Por eso les es imposible rechazar una oferta laboral en Buenos Aires. Los reclutadores bucean en la vulnerabilidad.

Ellas no lo saben, pero alguien siempre las observa de cerca. Preparan sus colmillos para el ataque. Se trata de un instinto animal que estudia minuciosamente sus movimientos, sus características físicas, su entorno y situación socioeconómica. Similar a una película, muchas veces realizan seguimientos de autos a la salida del colegio o la Universidad, que les sacan fotos y algunas después desaparecen. Buscan un perfil mas refinado.

Detrás de sus movimientos, veo las preguntas que sus ojos esconden ¿Por qué me eligieron a mí? ¿Por que tuve violaciones masivas? ¿Por qué fui presa tan joven?. Simplemente ¿Por qué?

Lástima que no puedo responderles.

Vuelvo al lugar de las sombras difusas entre coloradas y doradas con una simulación de clima cálido y hablo con una morocha originaria de la ciudad de Jujuy. Se llama María y luego que la echaron del trabajo, en busca de un futuro mejor se fue de su provincia. Durmió cinco meses en la plaza Miserere en once. Seguía buscando trabajo. Una mujer la higienizó. “¿Qué hago? Le pregunto María, y la mujer respondió:”Nada, los hombres van a hacer todo.”

...