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Cuentos Y Canciones De Cri Cri


Enviado por   •  22 de Agosto de 2011  •  5.265 Palabras (22 Páginas)  •  1.492 Visitas

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Cuentos y Canciones de Cri-Crí

© Francisco Gabilondo Soler " Cri-Crí el Grillito Cantor"

Dedicatoria

A mis amigos desconocidos:

H ACE un tercio de siglo, cuando aún no sabía qué rumbo tomar en la vida, di en recor-dar mi infancia. Imagen tan dulce y grata que trajo consigo una cascada de musiquita alegre.

Escribir aquellas lejanas impresiones me reportó primero, un difícil pasar; después, un vivir modesto. Pero olvidando el signo del dinero, la verdadera fortuna consistió en dar forma a cien pequeños detalles de la primera edad.

Escribir cada canción, cada cuento, me ha causado tanto placer y emoción que no cam-biaría mi montón de papeles por un tesoro rutilante y yerto.

Gente hay que sabe de mis cantos; otros, por cosa de años, o de distancia, apenas van a conocerlos. A todos mis oyentes dedico esta parte de lo que llevo imaginando, con la esperanza de que tales pequeñeces también evoquen en ellos días lejanos de risas y jue-gos, con la misma intensidad que yo he sentido al hacerlo.

de corazón...

Disco 1

Parte 1

Tema de Cri-Crí (Entrada)

¿Quién es el que anda aquí?

¡Es Cri-Crí! ¡Es Cri-Crí!

¿Y quién es ese señor?

¡ EL Grillo Cantor!

Un grillito convertido en señor.

Cri Crí es un señor que una vez fué grillo: un grillito que vivía en campos y bosques tocando su pequeño violín. ¿Por qué se volvió señor? Pues porque cuando era grillo, la vida de Cri Crí estaba llena de peligros. Si por la noche se acercaba a alguna casa tocan-do una serenata, no faltaba durmiente irritado que le arrojase cuanto hay de arrojadizo; o, si Cri Crí se atrevía a entrar en alguna habitación con afán de lucir su arte, las damas asustadas por su aspecto pedían a gritos la ayuda de una escoba, una bomba insecticida o hasta de la misma policía.

Sí, ¡ser grillito estaba lleno de inconvenientes! Por éso Cri Crí se volvió señor; un señor del tamaño más grande posible para quedar a salvo de pisotones, escobazos y lluvias insecticidas.

Siendo ya señor, Cri Crí procuró imitar a los demás señores, refrenando su intenso deseo de caminar a saltos y de morder la ropa de algodón; pero su alma siguió siendo la de un grillo amante del violín y afecto a visitar los hogares para narrar con música, las aventuras que le ocurrieron en lejanos lugares desconocidos. Podría preguntarse ¿Cuán-do sucedió esa trasformación de grillito a señor? La respuesta carece de importancia; si fué hace mucho o hace poco Cri Crí mismo lo ignora. Los milenios, los siglos, los mon-tones de años con todavía más montones de días, horas y minutos nada significan para él. Cri Crí asegura que el tiempo comenzó cuando su abuelo adquirió un gran reloj de péndulo que todavía hace tictac en un rincón del comedor. Por mucho que se columpie el péndulo de se reloj, más rápida se agita la cola de un perro. El tiempo es una cadena de sucesos y éso de la edad no pasa de ser una cosa muy relativa.

Un nietecito preguntó a su abuela: --¿Cuantos años tienes?

--Veinte-- mintió la anciana sonriendo.

--"Oh"-- exclamó el niño ¡Yo creía que eras más joven!

Cri Crí está convencido de que las abuelitas no son damas viejas sino muchachas anti-guas, casi siempre con el don maravilloso de saber contar cuentos; mas, ¿porqué se ven las abuelitas así? ¿Por qué? Ojalá alguien pudiera explicarlo.

Di ¿Por Qué?

Di por qué dime abuelita,

Di ¿por qué eres viejita?

Di ¿por qué sobre las camas

ya no te gusta brincar?.

Di ¿por qué, usas los lentes?

Di ¿por qué, no tienes dientes?

Di ¿por qué, son tus cabellos

como la espuma del mar?

Micifuz, siempre está

junto al calor, igual que tú.

Di por qué, frente al ropero

donde hay, tantos retratos,

di ¿por qué, lloras a ratos?

Dime abuelita, ¿por qué?.

Di por qué

frente al ropero, donde hay

tantos retratos, di ¿por qué

lloras a ratos? Dime abuelita

¿por qué?

Desacuerdo de Cri Crí

La gente adulta, las personas ya crecidas, son incomprensibles, y sus juegos habituales carecen de sentido. Tal es la opinión de Cri Crí. Los mayores casi siempre se divierten con un juego que llaman comercio, el comercio se juega así: dentro de la tienda hay un largo mostrador detrás del cual hay una señorita o un jóven que se pasan el día mirando hacia la calle. Entran otras personas a cambiar dinero por objetos poco interesantes, que rara ves son dulces o juguetes. El que entró vuelve a salir con su paquete y el vendedor guarda el dinero en un cajón. ¿Para que lo guarda? ¡Con lo bonito que es arrojar las mo-nedas al riachuelo para verlas brillar en el fondo como peces redondos! Ese juego de cambiar dinero por cosas que no son ni golosinas ni muñecos, lo repiten sin cansarse jamás; y, lo que es peor, los jugadores nunca ríen. Hay otro juego de grandes que llaman "velada literario-musical". Lo juegan así: se llena un salón de gente sentada, una señorita canta algo muy agudo ¡como si acabara de ver un ratón! Después canta un señor con voz tan baja que recuerda un toro amarrado. Suele terminar el juego con otro señor más que dice versos, pero moviendo tan sólo las manos y los brazos. Si el declamador agregara alguna voltereta a su recitado, parecería mas bonito su acto. Al final, todos los sentados aplauden pero tampoco ríen. Cri Crí no puede comprender

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