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Divina Comedia


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2013  •  1.688 Palabras (7 Páginas)  •  211 Visitas

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CANTO I

A mitad del camino de la vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado.

¡Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!

Es tan amarga casi cual la muerte;

mas por tratar del bien que allí encontré,

de otras cosas diré que me ocurrieron.

Yo no sé repetir cómo entré en ella

pues tan dormido me hallaba en el punto

que abandoné la senda verdadera.

Mas cuando hube llegado al pie de un monte,

allí donde aquel valle terminaba

que el corazón habíame aterrado,

hacia lo alto miré, y vi que su cima

ya vestían los rayos del planeta

que lleva recto por cualquier camino.

Entonces se calmó aquel miedo un poco,

que en el lago del alma había entrado

la noche que pasé con tanta angustia.

Y como quien con aliento anhelante,

ya salido del piélago a la orilla,

se vuelve y mira al agua peligrosa,

tal mi ánimo, huyendo todavía,

se volvió por mirar de nuevo el sitio

que a los que viven traspasar no deja.

Repuesto un poco el cuerpo fatigado,

seguí el camino por la yerma loma,

siempre afirmando el pie de más abajo.

Y vi, casi al principio de la cuesta,

una onza ligera y muy veloz,

que de una piel con pintas se cubría;

y de delante no se me apartaba,

mas de tal modo me cortaba el paso,

que muchas veces quise dar la vuelta.

Entonces comenzaba un nuevo día,

y el sol se alzaba al par que las estrellas

que junto a él el gran amor divino

sus bellezas movió por vez primera;

así es que no auguraba nada malo

de aquella fiera de la piel manchada

la hora del día y la dulce estación;

mas no tal que terror no produjese

la imagen de un león que luego vi.

Me pareció que contra mí venía,

con la cabeza erguida y hambre fiera,

y hasta temerle parecia el aire.

Y una loba que todo el apetito

parecía cargar en su flaqueza,

que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

Tantos pesares ésta me produjo,

con el pavor que verla me causaba

que perdí la esperanza de la cumbre.

Y como aquel que alegre se hace rico

y llega luego un tiempo en que se arruina,

y en todo pensamiento sufre y llora:

tal la bestia me hacía sin dar tregua,

pues, viniendo hacia mí muy lentamente,

me empujaba hacia allí donde el sol calla.

Mientras que yo bajaba por la cuesta,

se me mostró delante de los ojos

alguien que, en su silencio, creí mudo.

Cuando vi a aquel en ese gran desierto

«Apiádate de mi -yo le grité-,

seas quien seas, sombra a hombre vivo.»

Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,

y a mis padres dio cuna Lombardía

pues Mantua fue la patria de los dos.

Nací sub julio César, aunque tarde,

y viví en Roma bajo el buen Augusto:

tiempos de falsos dioses mentirosos.

Poeta fui, y canté de aquel justo

hijo de Anquises que vino de Troya,

cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

¿Por qué retornas a tan grande pena,

y no subes al monte deleitoso

que es principio y razón de toda dicha?»

« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente

de quien mana tal río de elocuencia?

-respondí yo con frente avergonzada-.

Oh luz y honor de todos los poetas,

válgame el gran amor y el gran trabajo

que

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