EL DESTINO DE ALICIA
oschazApuntes1 de Septiembre de 2019
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EL DESTINO DE ALICIA
Como un momento espontáneo, algo que no planeaba nadie, así sucedió. Se enamoró de quien menos pensaba. Él era un tipo ordinario que anhelaba lo extraordinario. A veces se decía a sí mismo que, tal vez, tenía muy altas expectativas. Era pesimista y pensaba que tenía motivos para ello. Le resultaba irónico que cuando trataba de ser optimista, sus esperanzas caían y entendía el porqué de su pesimismo.
Él, un tipo ordinario, lo único seguro en él era su inseguridad. Era un lastre para él. Se sentía enamorado de una chica de su clase que era precisamente lo contrario a ella. Ella era un día soleado y él, una noche oscura; una noche fría en un invierno especialmente cruel. Esa chica era porrista, la típica chica que gusta de ser el centro de atención, la que quiere que todo el día y a toda hora se esté hablando de ella y sólo de ella. Él prefería evitar a todo el mundo, se había acostumbrado a su soledad y eso no era algo bueno.
Se había enterado de una fiesta a la que no tenía la menor intención de ir, pero un par de días antes supo que el novio de esta chica no estaría en la ciudad, tampoco irían los amigos de este tipo músculos de acero y cabeza de piedra. Pero de alguna extraña manera, ella asistiría. Aquello no hizo más que darle un único y más que suficiente motivo para asistir.
Es curioso que, sin darse cuenta, había una especie de cadena de amores no correspondidos. Él estaba perdido en la mirada de una chica que nunca lo vería de la misma manera. Esta chica tenía pareja, pero éste no sentía lo mismo por ella, de ninguna manera. Le era infiel apenas se presentaba oportunidad alguna. Un patán cualquiera. Y del primer chico, que nunca había vuelto la mirada detrás, se había estado perdiendo de la especial mirada que lo apreciaba cada día. Alicia.
Alicia, una chica que era discreta y recatada, supo que este chico, Isaac, iría a esa fiesta de gente vacía y conversaciones pretenciosas, y encontró así su motivo para asistir. ¿En qué estaba pensando? No estaba segura, pero quizá podría haber un momento en el que pudiera acercarse a él y hacerse notar. Existía la posibilidad de que, tal vez, ni siquiera supiera de su existencia. Isaac, por su parte, pensaba exactamente lo mismo sobre la chica de colores pastel.
La noche de la fiesta llegó. Isaac se puso su mejor camisa y un poco de la colonia de su padre que, tarde se dio cuenta, tenía un olor rancio; pero era la única que había. Quizá pudiera no notarla. Alicia demoró un buen rato en decidirse entre un hermoso- pero osado – vestido color rosa, o algo más casual. Quería hacerse notar, pero no ante toda esa gente hueca, sino ante Isaac. Era lo único que le importaba. No quería que pensara que se esforzó demasiado, que estaba desesperada por tener su atención. Quería que la notara, por ella, no por su cuerpo. Su mente estaba hecha un caos.
Avanzada la noche, la música sonaba fuerte, la multitud bailaba gracias al estímulo del alcohol sobre sus cuerpos y alguna que otra pareja prefería hablar entre sí. Sólo había un par de rezagados. Al pie de la escalera, Isaac permanecía sentado observando a la chica de sus sueños, bailando y besando unos labios que apenas conocía, mientras su cuerpo se rodeaba por un par de brazos musculosos que le hacían darse cuenta que no era una batalla a la que debiera enfrentarse. No tenía sentido. Pensaba en eso mientras sostenía un vaso medio lleno de una bebida que no terminaba de gustarle, pero la bebía igualmente, esperando el momento en que dejara de importarle.
Al extremo de la sala, sentada sobre la abrazadera del sofá, se hallaba Alicia. Platicaba con su única amiga en todo el mundo. Lo hacía mientras mantenía la mirada sobre ese pobre diablo. Le dolía verlo así, pero más aún, lo injusto de los amores no correspondidos.
─ Ve a hablar con él ─ le dijo su amiga.
Las palabras golpearon fuerte en su cabeza, había pensado en hacerlo, pero no sabía cómo hacerlo.
─ ¿Estás loca? Va a mandarme al demonio. Seguramente quiere estar solo.
─ Eso no lo sabes. ¡Ve!
─ ¿Qué diablos voy a decirle? Ni siquiera sabe que existo.
─ Entonces, que sepa que existes ─ dijo la chica.─ Es como dicen, ya sabes: “El ‘no’ ya lo tienes”.
Alicia suspiró, temerosa, pero convencida de que su amiga estaba en lo cierto.
─ Seguirás igual con él. Observándolo en silencio desde el último pupitre, resignada porque sabes que nunca girará su cabeza y te verá. Nunca te sonreirá. Nunca pasará nada.
Alicia dio un trago a su bebida, armándose de valor a cada trago.
─ Sólo pueden pasar dos cosas, Alicia. Puedes quedarte tal y como estás ahora. O puede ser que esté abierto a conocerte.
─ No sé si pueda.
─ Son tal para cual. ¡Malditos inseguros! ─ dijo la chica mientras lanzaba una carcajada.─ Hay chicos que son algo tímidos. Sé que no debería ser así, Alicia, pero te toca dar ese primer paso.
Alicia dio otro trago, armada de suficiente valor y, antes de avanzar hacia él, dijo en tono de broma:
─ ¡Te odio!
─ Me amas, maldita ─ dijo ella.
Sonaba ahora rock a todo volumen. Do I Wanna Know? de Arctic Monkeys se escuchaba fuerte, cada nota del bajo se hacía sentir en el corazón de Isaac. Sentía la letra como si hubiese sido escrita para él, se sentía patético.
─ I don’t know if you feel the same as I do… ─ cantó en voz bajo justo antes de darle un trago a su bebida.
─ ¿Isaac? ─ se escuchó una voz a su lado. Isaac giró la cabeza, era sólo una chica de su clase.
─ Hola ─ saludó sin más.
Alicia volteó a ver discretamente a su amiga, quien la miraba con una sonrisa levantando ambos pulgares, esperando que eso le diera ánimos para no retractarse.
─ ¿Puedo sentarme aquí? ─ preguntó temerosa.
─ Claro ─ dijo Isaac mientras le hacía lugar.
─ Soy Alicia, por cierto ─ dijo ella.
─ Lo sé. Tomamos algunas clases juntos, ¿no?
─ Así es ─ Alicia sonrió al saber que no era una completa extraña.
Enseguida hubo unos segundos de silencio que ella rompió.
─ ¡Vaya desastre! ¿No te parece?
Isaac la miró. Esperaba que continuara.
─ Estamos metidos en un lugar en el que no pertenecemos, con gente que no nos agrada, tratando de complacer a alguien a quien no le importamos. Es algo triste, ¿no te parece?
─ Nadie podría explicarlo mejor ─ respondió Isaac mientras levantaba su vaso, esperando que Alicia hiciera un brindis. Y así fue.
─ ¡Salud!
Ambos dieron un trago, y fue Isaac quien habló.
─ Me siento estúpido, ¿sabes? No sé en qué momento pensé que venir aquí sería una idea. Creí que tendría una oportunidad. ¡Qué estúpido! ─ dijo entre risas.
─ Suele pasar. Siempre hemos tenido el sueño de volar, pero mientras más alto lo hacemos, más grave es la caída.
Isaac la miró asombrado.
─ Es una buena metáfora.
─ Es el alcohol ─ dijo Alicia.─ No merezco todo el crédito.
Él sonrió. Ella también.
─ ¿Puedo preguntarte algo, Alicia?
─ Dime.
─ Dijiste que estamos igual, tratando de impresionar a una persona de mierda. Supongo que ya sabes quién es ella, pero ¿qué hay de ti? ¿Quién es el desgraciado que te ignora?
La voz le tembló, trataba de averiguar cómo contestar a eso.
─ Bueno, no es un desgraciado. Sólo es algo distraído, pero es un buen chico.
─ ¿Y quién es?
─ Quizá no estoy demasiado ebria para decírtelo ─ dio el último trago a su bebida ─. Se acabó la mía. ¿Quieres otra?
─ Sí, ¿por qué no?
Ambos se pusieron de pie y avanzaron hacia la cocina, más precisamente al lugar donde se hallaban todas las botellas. Para lograrlo, tuvieron que pasar de nuevo por la sala, donde se hallaba aún Sarah, la amiga de Alicia, quien la miraba con una sonrisa de satisfacción.
La música seguía sonando y la gente seguía bailando, pasaron las horas. Los chicos habían estado haciendo poco más que beber y conversar y, hasta ese punto, era todo lo que necesitaban. No se habían percatado del reloj, ya pasaban de las dos de la madrugada y, con el tiempo, la gente se fue. La casa se había quedado casi vacía. Eran sólo unos cuantos que resistieron. Sarah se había marchado, le dejó un mensaje a Alicia, pero ella no lo había notado. Ninguno de los dos recordaba una compañía tan agradable.
Pero había sido demasiado alcohol. Isaac observaba a la chica que hablaba frente a él, mientras trataba de hacer que su entorno se mantuviera quieto. Era como si estuviera girando todo alrededor suyo, o quizás era él. Tenía que esforzarse un poco más para hacer que sus palabras salieran de manera correcta y entendible. Ahora tenía que levantarse hacia el baño más frecuentemente. Sus párpados se habían vuelto pesados.
Hablaban de un tema y de otro, de música y cine. Desde la arquitectura de los edificios hasta los superhéroes más poderosos, pasando por historia general hasta religión y un sinfín de tópicos. Pero ella decidió volver al primer tema de conversación, con el que comenzaron a hablar cuando estaban aún al pie de la escalera.
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