ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EMILIO S. BELAVAL El niño morado de Monsona Quintana


Enviado por   •  8 de Enero de 2018  •  Reseñas  •  2.251 Palabras (10 Páginas)  •  610 Visitas

Página 1 de 10

EMILIO S. BELAVAL

El niño morado de Monsona Quintana

Para el doctor José S. Belaval y Veve

Por la mañana, Monsona Quintana le dijo a su marido Anacleto Quintana:

[pic 1] —Anoche nos nasió otro. Yo no quise despeltalte. Me las emburujé yo sola como púe.

El padre no se conmovió mucho que digamos con el nacimiento del nuevo hijo. Eran dieciséis picos pidiones que tenía bajo su techo y los hijos no se alimentan con pepitas de cundiamor.

—Haberá que compral algo, me imagino —indagó recelosamente.

—Ya le he remendao el coy y le he jecho unas batinas pa vestil. No te apures.

—Endispué idré a vello —respondió el padre, un tanto aliviado, tirando para sus

abrojales.

A Monsona Quintana le dolió más el despego de su hombre que el parto: "Este canijo no me va a querel a mi guimbo. iMía que ilse sin mirallo!" Ella que está desesperada por acabar con el café de la mañana, para darle una mirada de tres yardas de largo a su guimbo precioso. Los picos pidiones de la casa estaban agolpados alrededor del coy, velándose los ojos al recién nacido:

---iMai, qué chiquitito es!

—Entoavía no ha estirao una patita.

—¿Cuándo abrirá los sojos, mai?

Oyendo el cotorreo de los picos, Monsona Quintana se desesperaba sin poder echarle a su guimbo esa primera mirada donde una mai busca con qué hilos de lucero le han bordado a su niño. Pero ni siquiera esa sensiblería le está permitida a una jíbara de mi tierra, cuando pare por la madrugada. Dale que dale a la paleta del café para que tueste la hedionda, más pendiente el ojo del coy que del humero, más llena de curiosidad la cara que de entuertos la cintura; por fin pudo servir el café, cargar su latón de agua' apagar las tres piedras, y con el corazón echando llamas, ir a mirarle la carita a su guimbo.

El niño de Monsona Quintana era uno de esos niños morados de nuestra montaña, pobre motete de cera escrofulosa, cañamazo trágico donde borda la tuberculosis, a quien nunca se le conoce otra color que no sea la color de la muerte. Al contemplar aquel pellejito humano se embraveció el alma amorosa de Monsona Quintana.

MUERTE

—iGuimbo bonito, más que bonito, precioso, más que precioso, devino! —cantaleteó su corazón de mai, agarrando su lío morado.

Monsona Quintana es una jíbara estracijada de mi tierra, que ha parido diecisiete veces; tiene la barriga tan dilatada que ya su marido nunca sabe cuándo su mujer está embarazada. La maternidad se ha tragado la juventud de la jíbara, que una vez tuvo colores de camándula y pechos de tórtola dormilona. Ahora sólo queda una mai imaginera, agotada de tanto cargar la quebrada hasta la casa, sin más cintas que los pequeños cintajos que siempre lleva colgados en el alma, una mai jíbara de mi tierra. Esta vez el cielo ha querido hacer un escarmiento en el bohío de Monsona Quintana. El último hijo le ha nacido tan raquítico, que es casi una sobraja de hijo.

—Si al menos entuviera leche pa éste —suspiró la jíbara, tentándose el colgajo.

El guimbo se decidió a estirar una piernecita y la mai se olvidó de toda su miseria. Aquella mezquindad de hijo, que se atrevía a moverse entre un montón de harapos, volvió a poner a la mai imaginera:

—iMía que piese más bonito que me ha sacao mi guimbo!—, voceó Monsona Quintana, coleteando su goce de paridora. —Tié colol de indio el angelito.

Se fue a prepararle una agüita de tautúa para que soltara la borra. Se había sacado una botellita y un teto nuevo de su propio buche, a fuerza de un ahorrillo de granos, sin que el marido husmeara que estaba la sopa corta. El guimbo se la bebió si apretar el bembe. Estaba dormido en un sueño de caracol, un sueño de niño morado, el sueño que casi se parece a la muerte, pero que para Monsona Quintana era como el reposo de un serafín a quien le están remendando el ala: "¿Pol qué me haberé encariñao tanto con este guimbo?" se preguntaba con indomable alegría, una mujer a quien la maternidad [pic 2] no podía ya darle un solo goce, una mujer que había apurado, año tras año, el romance de la barriga.

Cuando llegaron las otras piponas del barrio, Monsona Quintana les presentó a su guimbo morado con la soberbia de haber parido el hijo más fino de su comisariado. Una de las barrigonas alzó el niño, soplando su sinfonía de boca:

-—iMía que mono es, Monsona! Aojalá el mío me salga asina.

—A mí me está un poco amoratao. ¿Tendrá frío? —inquiró una, menos entusiasta. —Vas a tenel que criarlo con leche maúra. Pa mí que éste te ha nasío delicao —le previno otra, tragándose un poco la repugnancia.

Monsona Quintana les arrebató el guimbo con una furia alegre, para matar el augurio. i Bah chinches que son las mujeres cuando tienen barriga. ¿Qué iba a estar amoratado su guimbito precioso? Aquella era color de indiecito, color de gallito morado de palizada jíbara. Bien podría ella quitarle el frío, si lo tenía, con su calor de mai, bien apretujado su guimbo en el nido hondo del vientre adiposo. Aquel niño venía del cielo, con un pico de pitirre, a ser el hombrecito que le sirviera a su mai, cuando el guimbo fuera comisario y tuviera una mai impedida.

Pero la charla de las piponas dejó durante todo el día una roncha en el alma de Monsona Quintana; una de ellas apenas se había atrevido a mirar el guimbo de Monsona Quintana, como si tuviera miedo de que se le pegara el mal del ojo al por nacer. ¿Estaría de verdad enfermo su guimbo? ¿Tendría frío? El nene era de tiempo y había coronado

345

[pic 3]

PERSONALtbAt) Y LITERATURA

en un solo dolor, aFttas se 1c habla hinchado una vena putu parir. El guimbo quiso ahuyentar la zo?0bra de su tuai. titAndose el itner berrido, Monsonn Qutntana brincó, más rtscosa que una catita. a desnatar In prunero hntnbtv de su guttnbo,

Vino una comadrona, de 0108 vietos y manos sucias, n verle el ombligo al niño morado dc Monsona Quintana.

—"Mc han dicho que lo de anoche tue ligero.

—Casi sin dolol. No tuvf que dispeltnl n Anacleto. Adfgame usté, ¿me le ve usté algo malo a mi guimbo?

—Yo no le vedo nú malo, El eolol que no es de saló, Yn te he dicho que no calgues tanta agua cuando estés asma Esas cosas .lneen mal, —Pero. ¿ha veído usté algunos cotno éste?

—Sí, mujel. Sólo que se crían esmirriaos y dun mucha fatiga. Yo te trairé algo pa tu guimbo.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (12.9 Kb)   pdf (109.3 Kb)   docx (30.4 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com