El Hombre Mediocre
LaJansen15 de Octubre de 2014
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CAPITULO I.
I. ¿AUREA MEDIOCRITAS?
Este subtuitulo nos habla sobre que mentalmente están muy debajo de lo que seria su raza, el tiempo y de su clase social pero como todo también están los que si son superiores.Entre unos u otros entra una gran parte por caracterizar inferioridades o claro las excelencias, obviamente su existencia es natural y necesaria. Todo esto viene con la mediocridad que en la inteligencia humana se encuentra el talento.
II. LOS HOMBRES SIN PERSONALIDAD:
Los hombres sin personalidad son innumerables Si se tuviera en cuenta la buena opinión que todos los hombres tienen de sí mismos, sería imposible ver de los que ese caracteriza por la ausencia de personalidad. Lo normal no es el genio ni el idiota, no es el talento ni el imbécil en esto el hombre que nos rodea, el que prospera y se reproduce sin que nadie lo note, es el mediocre ya que ningún hombre es excepcional en todas sus aptitudes, pero no podría afirmarse que son mediocres de la nada, existen grupos de hombres que pueden entrar en varios tipos comunes
III. ENTORNO DEL HOMBRE MEDIOCRE:
Si pudiéramos medir los valores individuales, irían en una escala continua, de lo menor a lo mayor. Entre los tipos extremos y escasos, observaríamos una gran parte de sujetos, más o menos equivalentes, acumulados en los grado. El hombre ahora se dice es un animal que evoluciona en las más recientes edades geológicas del planeta; no fue perfecto en su origen, ni consiste su perfección en volver a las formas anteriores, que ocurrieron con los simios. El que es justo medio lo sabe tiene la intención de serlo; el hombre mediocre es justo lo normal aunque sin sospecharlo lo es por naturaleza, no por opinión es mas por carácter, no por accidente. Pero fuerza es reconocerlo, tales definiciones son inseguras desde el punto de vista de la psicología socillllllllllllllllllllal; conviene buscar una más exacta e inequívoca, abordando el problema por otros caminos.
IV. CONCEPTO SOCIAL DE LA MEDIOCRIDAD:
No obstante las infinitas diferencias individuales, existen grupos de hombres que pueden englobarse dentro de tipos comunes; tales clasificaciones, simplemente aproximativas, constituyen la ciencia de los caracteres humanos, la teología, que reconoce en Teofrasto su legítimo progenitor. Esas clasificaciones, admisibles desde algún punto de vista especial, son insuficientes para el nuestro.
Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los órganos y las funciones mentalmente que le trasmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio social en el que el individuo está obligado a vivir. Esta acción educativa es, por consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva: una continúa aclimatación del individuo en la sociedad, el niño desarrollándose como un animal de la especie humana, hasta que empieza a distinguir las cosas inertes de los seres vivos y a reconocer entre estos a sus semejantes.
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda “el alma de la especie”, el
mediocre adquiere “el alma de la sociedad”. Es original e imaginativo, desadaptados del medio social en la medida de propia variación.
V. EL ESPIRITU CONSERVADOR:
Todos los hombres de personalidad firme y de mente creadora, sea cual fuere su escuela filosófica o su credo literario, son hostiles a la mediocridad. Los mediocres encuentran una justificación, como todo lo que existe por necesidad. La originalidad necesita un contrapeso robusto que prevenga sus excesos; habría ligereza en fustigar a los hombres metódicos y de paso tardío, si ellos constituyeran los tejidos sociales más resistentes, soporte de los otros.Ser mediocre no es una culpa; siéndolo, su conducta es legítima. Su acción seria nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, su acción seria nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, que inventan lo ilimitado después por ellos. Sin los mediocres no habría estabilidad en las sociedades; pero sin las superiores no puede concebirse el progreso, pues la civilización seria inexplicable en una raza constituida por hombres sin iniciativa.
VI. PELIGROS SOCIALES DE LA MEDIOCRIDAD:
El ambiente tornase refractario a todo afán de perfecciónalos ideales se agostan y la dignidad se ausenta: los hombres acomodaticios tienen su primavera florida. Los estados convirtiese en mediocracias, la falta de aspiraciones que mantengan el alto nivel de moral y de cultura, ahonda la Ciénaga constantemente.
La dignidad es irreverencia, es lirismo la justicia, la sinceridad es tontera, la admiración es imprudencia, la pasión ingenuidad, la virtud es una estupidez. En la lucha de las conveniencias presentes contra los ideales futuros. Ningún idealismo es respetado, si un filosofo estudia la verdad, tiene que luchar contra los dogmatistas momificados; si un santo persigue la virtud se astilla contra los perjuicios morales del hombre acomodaticio; si el artista sueña nuevas formas, ritmos o armonía, ciérrenle el paso las reglamentaciones oficiales de la belleza; si el enamorado quiere amar escuchando su corazón, se estrella contra las hipocresías del convencionalismo.
VII. LA VULGARIDAD:
La vulgaridad es el blasón nobiliario de los hombres ensordecidos de su mediocridad; la custodian como al tesoro el avaro. Pone su mayor jactancia en exhibirla, sin sospechar que es su afrenta. Estalla inoportuna en la palabra o en el gesto, rompe en un solo segundo el encanto preparado en muchas horas, aplasta bajo su zarpa toda eclosión luminosa del espíritu. Incolora, sorda, ciega, insensible, nos rodea y nos acecha; deleitase en lo grotesco, vive en lo turbio, se agita en las tinieblas.
La conducta, en sí misma, no es distinguida ni vulgar; la intención ennoblece los actos los eleva, los idealiza y, en otros casos determina su vulgaridad.
Los hombres que vivieron en perpetuo florecimiento de virtud, revelan con su ejemplo que la vida puede ser intensa y conservarse digna, dirigirse a la cumbre, encresparse de pasión tempestuosamente, como el océano sin que la vulgaridad enturbie las aguas cristalinas de la ola, sin que el rutilar de sus fuentes sea opacado por el limo.
La mediocridad es el complejo velamen de las sociedades, las resistencias que estas oponen al viento para utilizar su pujanza
LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL
CAPITULO II
I. EL HOMBRE RUTINARIO:
Las ciencias, el heroísmo, las originalidades, los inventos, la virtud misma, parecerles instrumentos del mal, en cuanto desarticularlos resortes de sus errores: como en los salvajes en los niños y en las clases incultas. Los prejuicios son creencias anteriores a la observación; los juicios exactos o erróneos son consecutivos a ella, todos los individuos poseen hábitos mentales; los conocimientos adquiridos facilitan los venideros y marcan su rumbo .En cierta medida nadie puede substraerles. No son exclusivos de los hombres mediocres, pero en ellos representan siempre una pasiva obsecuencia al error ajeno.
La ignorancia es su verdugo, como lo fue la otrora del ciervo y lo es aun del salvaje; ella los hace instrumentos de todos los fanatismos, dispuestos a las domesticidades incapaces de gestos dignos. Enviarían en comisión a un lobo y un cordero, sorprendiéndose sinceramente si el lobo volviera solo. Carecen de buen gusto y de aptitud para adquirirlo. Su incapacidad de meditar acaba por convencerles de que no hay problemas difíciles y cualquier reflexión paréceles un sarcasmo; prefieren confiar en su ignorancia para adivinarlo todo, basta que un prejuicio sea inverosímil para que lo acepten y lo difundan; cuando creen equivocarse podemos jurar que han cometido la imprudencia de pensar.la tolerancia de los ideales ajenos es virtud suprema en los que piensan. Es difícil para los semicultos; inaccesible. Exige un perpetuo esfuerzo de equilibrio ante el error de los demás; enseña a soportar esa consecuencia legitima de la falibilidad de todo juicio humano: El que se ha fatigado mucho para formar sus creencias, sabe respetar la de los demás.
Los hombres rutinarios desconfían de su imaginación santiguándose cuando esta les atribula con heréticas tentaciones reniegan de la verdad y de la virtud si ellas demuestran el error de sus prejuicios muestran grave inquietud cuando alguien se atreve a perturbarlos. Astrónomos hubo que se negaron a mirar el cielo a través del telescopio, temiendo ver desbaratados sus errores más firmes
II. LOS ESTIGMAS DE LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL:
Nos habla de Platón y Aristóteles con grandes personajes graves y serios. Eran buenos sujetos, que jaraneaban, como los demás, en el seno de la amistad. Escribieron sus leyes y sus retratos de política para distraerse y divertirse; era la parte menos filosófica de su vida. Las más filosóficas era vivir sencilla y tranquilamente .El hombre mediocre que renunciara a su solemnidad, quedaría desorbitado; no podría vivir el hombre que acepta esa máscara hipócrita renuncia a vivir más de lo que permiten sus cómplices. Hay, es cierto, otra forma de modestia, estimable como virtud legitima: es el afán decoroso de no gravitar sobre los que nos rodean, sin declinar por ello la más leve partícula de nuestra dignidades temor de comprometerse les lleva a simpatizar con un precavió escepticismo. Bueno es desconfiar del Hipócrita que elogia todo y del fracasado que todo lo encuentra detestable; pero es cien
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