El Valor Del Respeto
YANETDIAZ3 de Julio de 2012
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0 Les es esencial a las cultural crear y recrear valores y, con ello, mantener despiertas "las pasiones en torno a la dirección y sentido de la vida".
La educación consigue por medio de ellos, vertebrar los procesos de apropiación y socialización, de autoestima y de reconocimiento del otro.
La experiencia y la vida cotidiana propician la aparición de los valores en las conductas. Su espacio es "la reserva de libertad y de intimidad que poseen las personas y los grupos sociales". La educación abre un tercer espacio entre el espacio de las pautas sociales y su control, por un lado, y el espacio de la autonomía por el otro: el espacio crítico. "Ese lugar crítico es a nuestro entender, un lugar transcultural que no tiene época".
Lo más dinamizador en el despliegue de la identidad cultural es el encuentro, el cruce, la síntesis con las otras culturas. Por su creatividad simbólica y su íntima articulación con el lenguaje, las culturas se disponen a una comunicación abierta y creciente. Cada cultura busca su lugar en el mundo y construye su identidad que es también el ámbito de la identidad personal. Es esencial a la condición humana "un estar en el mundo y un estar con los otros"
"La identidad de cada hombre depende de su vínculo de encuentro y desencuentro con los otros seres humanos". Las culturas, y dentro de ellas las personas y grupos sociales, mantienen la aspiración de la vida con la promoción de los valores. Los valores responden a necesidades últimas y profundas, atraen la estimación y adhesión de personas y comunidades y orientan su comportamiento. Los valores forman parte de constelaciones oconjuntos axiológicos. El valor prioritario comunica la riqueza de su carga axiológica a todos los valores a él subordinados.
El sistema educativo estatal diseña los grandes lineamientos, pero la configuración concreta del proyecto debe apelar a la decisión y participación de los actores: docentes, padres y alumnos.
El valor sólo se ilumina desde el interior de una convicción "sin presiones ni sanciones ocultas", no es nunca un mecanismo de adaptación. El alumno ha de convertirse en alguien capaz de asumir "la conducción de su propia vida". La experiencia del valor implica "una autorreferencia personal" como momento de una circulación social del lenguaje y de la experiencia. Hay una profunda convicción, que involucra no un hecho, sino una dirección. "Es un poder para vencer", en tiempos agónicos de crisis y conflicto en situaciones de extrema presión frente a los dilemas, pero esa victoria es "con otros".
La educación es un proceso que vincula el pensar con la praxis ético-social y lo emotivo. En medio de las frenéticas idolatrías de nuestra época, en la que con facilidad se pueblan las pantallas con ídolos y "diosas", el autor propone al docente "como modelo de identificación axiológica". Un modelo no es perfecto, ni ejemplar, ni una incitación a la imitación. Pero recrea un valor de un modo único y personal, permitiendo la renovación de la vida. Lo que realmente importa, es que ellos alimentan la voluntad de vivir, promoviendo una vida más pródiga y elevada, recordemos a maestros comoSócrates, Ghandi, Luther King, etc. La diferencia entre el modelo y el ídolo está en que el modelo remite al valor y el ídolo no remite más allá de sí mismo. El ídolo pende del aplauso y la imitación, "el modelo inspira y entusiasma, despierta un comienzo, siembra direcciones y abre caminos"
A su vez, el docente tiene que estar dispuesto a saber escuchar los relatos testimoniales de sus alumnos. También se puede apelar a modelos barriales o contemporáneos reconocidos, entrevistar a un médico del hospital zonal, a un artista o artesano comprometido con la realidad de su comunidad, abuelos narradores de experiencias ocurridas en los comienzos de la construcción del barrio, etc. Debatir sobre experiencias pedagógicas planteadas en películas como La sociedad de los poetas muertos, etc. sería otra posibilidad.
Tenemos esa secreta esperanza de despertar las pasiones en torno a la dirección y sentido de vida que estamos proponiendo en las escuelas. Hay que instalar en los debates actuales palabras como: convección, modelos, sabiduría, silencio, amor. Sostenemos que una enseñanza en valores no debe ser una utopía radicalizada. Nuestro tiempo no es mejor ni peor que otros, la enseñanza de los valores en el sistema educativo tiene hoy también caminos abiertos. ¿Quién puede enseñar sin seleccionar valores?
La enseñanza de valores, necesita instalar una condición previa: recuperar al docente y al alumno como personas, y su relación mutua, como un espacio donde se activen las experiencias vividas, los sentimientos, las convicciones íntimas.
Arraigar la enseñanza en las convicciones y entusiasmo del que enseña, es el paso decisivo para que en la escuela de hoy haya enseñanza de valores, es decir, una enseñanza que perdure.
2. " La Sociedad y los Valores" 1
Los tiempos que corren en la cultura nos exigen tomar ciertos recaudos antes de empezar a considerar los caminos por los que se pueden transmitir valores en nuestros días. Cuando las culturas transitaban por sus épocas de consolidación, a las que podríamos llamar sus "épocas clásicas", la preocupación de la gente se dirigía a "cumplir" con las normas sociales. En las épocas de desequilibrio e inestabilidad como la nuestra, épocas de incertidumbre, la preocupación de la gente apunta a sobrevivir sin tener que compararse con ningún modelo social de comportamiento establecido.
No es, entonces, una tarea fácil hablar hoy de los valores. A modo de ejemplo, una lista de ellos: la solidaridad social, la libertad, la honestidad, la fidelidad, la sinceridad y otros semejantes. El primer obstáculo que se nos presentaría sería: ¿ qué se entiende por libertad?, ¿ solidaridad social con qué o con quién? "honestidad", "sinceridad", "fidelidad". Estas palabras parecen algo muy general y abstracto.
Cualquier diseño curricular, los programas, de reforma educativa y, por supuesto, los programas televisados de debate periodístico, dejará de aludir a la "necesidad de una ética del comportamiento", a "la pérdida de valores", a la "dramática extensión de la corrupción".
Dejamos sentado por adelantado que no creemos que esta época que nos ha tocado vivir sea peor que otras, que sea una época decadente. La situación actual, en la que reina el escepticismo frente a los valores, ha sido construida entre todos. En ella estamos todos sumergidos; su proceso, sus rasgos actuales nos atraviesan tanto a los optimistas como a los pesimistas.
Por lo tanto, la pregunta es: ¿qué nos ha ocurrido a todos para que los valores tradicionales se nos hayan ocultado, para que hayan perdido su manifestación atractiva y convocante?
A entender los valores como un producto de la tarea cultural, la pregunta que se nos impone es mucho más amplia y más radical en sus implicancias: si los seres humanos viven sumergidos en las pautas de valores de su propia cultura, ¿para qué proponerse la enseñanza de los valores si las meras costumbres culturales y la presión de la pertenencia social ya se encargarán de ese trabajo?
Lo que queremos poner de relieve es que no sería necesario hacer una enseñanza planificada de los valores con estrategias previstas de antemano, si los valores fueran sólo pautas culturales, porque las culturas tienen modos de permanencia a los que se los llama "caminos de endoculturación" mucho más eficaces que los de uno enseñanza sistemáticamente organizada. La sola presión que ejerce el grupo social sobre el individuo para que adopte sus pautas de convivencia, sería mucho más efectiva que lo que puede hacer una enseñanza sistemática como la que propone la escuela.
Tendríamos, entonces, un motivo para dudar de la convivencia de proponerse una enseñanza de la convivencia de proponerse una enseñanza de los valores, porque si los valores son pautas culturales no necesitaría sistematizarse su enseñanza.
El ser humano tiene reservas y estrategias ilimitadas para sustraerse al control social. En este sentido el ideal de una sociedad controlada en todos sus movimientos, tal como lo describió Foucault, nunca fue en verdad efectivo.
Hemos dejado como algo adquirido, que las pautas culturales no agotan el espacio de relativa autonomía que poseen las normas de comportamiento de las personas y de los grupos sociales.
Entre el espacio de control y el espacio de autonomía se abre, entonces, un tercer espacio: el espacio crítico. Este es el terreno propio de la educación: no sólo el terreno para sustraerse al control social oficial sino también de contestarlo con un cuadro de valores propio que también intenta tener validez social.
Esto que decimos tiene aplicación con distintos ámbitos educativos, sería apto tanto para ser aplicado, por ejemplo, en la tarea familiar de enseñanza como en aquella que se despliega a nivel escolar.
"Un lugar transcultural"
Para que haya una instancia de discernimiento crítico en el tema de los valores, es una condición ineludible el reconocer la posibilidad de poseer una libertad crítica. Ese lugar de la libertad crítica es, a nuestro entender, un lugar transcultural y transepocal.
Queremos decir que una cultura que no se contacta, no se mezcla, ni se combina con otras, es una pura abstracción o una situación histórica transitoria. La identidad de las culturas es una identidad en relación con las
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