Ensayos De La Muerte, Soledad, Nostalgia Y Amor
Kikiro27 de Febrero de 2014
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La soledad
La soledad se define como la carencia, voluntaria o involuntaria, de compañía; aire de melancolía y pesar al perder algo o alguien… sin embargo la soledad va más allá… algunos la definen como el tiempo que se pasa con uno mismo, tiempo de reflexión, de pensar en lo que depara el futuro o lo que te dejó el pasado, ellos son los que miran a la soledad como algo bueno; otros la miran como una maldición, una condena, una guerra interior llena de nostalgia, angustia, pena y dolor. Ambas partes, tienen un poco de razón, ya que todo depende con que pensamiento y actitud se tome. Y sin embargo la soledad es algo tan común entre los seres humanos, siempre hay momentos en lo que se encuentra solo, solo en la casa, solo en el colegio, solo en la iglesia… y también, hay veces en que la soledad se transforma en una forma de vida… La soledad, para mí, no es un sentimiento, más bien es un estado de la mente; un estado en el cual los seres humanos nos enceguecemos y no somos capaces de encontrar un rayo de esperanza. Es lo peor que se puede sentir, verse perdido, abandonado, sin esperanza y añorando tiempos que no vuelven más… completamente solo, sin nadie; aun estando en medio de un mundo lleno de gente, aun sabiendo que en realidad no se está solo. Por eso es un estado de la mente, porque todo en realidad, está en la cabeza; la mente es sumamente poderosa, hace ver lo que no hay y hasta hace sentirlo, tas es el caso de la soledad. Se dice que la soledad es un arma de dos filos: por un lado es buena, todos necesitamos un tiempo a solas, para reflexionar, para entrar en paz con uno mismo, incluso para hacer lo que nos gusta, sea esto leer, escribir, escuchar un poco de música, en fin, un tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. El problema es cuando ese tiempo a solas se utiliza tan solo para sufrir, para recordar las caídas, los problemas, para encontrarle el por qué a las desdichas que nunca faltan en la vida humana, para reflexionar sobre lo que no se es, lo que falta, lo que no cumplimos o en que fallamos. Cuando la soledad pasa a ser un tiempo de masoquismo y tortura es cuando ya no es bueno estar solos, más bien se transforma en el mayor miedo: esa soledad permanente, esa soledad que se impone en el alma y que a cada segundo nos recuerda que tan abandonados nos encontramos. Al ser la soledad el único acompañante absoluto he indispensable de todo ser humano, notamos que en realidad, puede llegar a ser un único verdadero amigo, ese que no nos deja y que esta, de hecho, cuando nadie esta… y es una virtud conservar ese sentimiento no como un mal que nos acecha y nos pone tristes, si no como un ejemplo más de independencia, y que no debemos perder. Porque es el ser humano, sino un alma que nació solitaria, pero en compañía de una familia. Al igual que todo en esta vida, la soledad es una ironía más, es esa soledad la que nos recuerda que nos gusta estar con los demás, pero cuando estamos con los demás, añoramos un poco de tiempo para estar solos. No hay normas ni reglas para la soledad, cada cual la lleva como puede. Y aun así, tantas personas creen que son las únicas en el mundo que se encuentran solas, que sufren de esta mal, tan común como el amor, la tristeza o los sueños. Y en realidad la soledad es la base de todo: al estar solos, resurgen recuerdos, imágenes, añoranzas y deseos, que por un tiempo desaparecieron y perdieron sentido; con estos recuerdos hay sentimientos encontrados, felicidad y tristeza, amor y nostalgia. También gracias a ese miedo, casi patológico, a la soledad, todo ser humano busca alguien con quien compartir esa soledad, y disminuirla un poco… así la base del mundo no es el amor hacia los demás, si no el miedo a la posibilidad de acabar solo. La vida no se trata de buscar algo con que ser felices con los demás, si no de buscar como nivelar y encontrar felicidad con nosotros mismos. Carlo Dossi (1849-1910 Escritor italiano) dijo: “¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos.” Y es muy real. Muy pocos seres humanos son capaces de sentirse a gusto consigo mismo, sentirse cómodo y por qué no decirlo, sentirse feliz en un momento donde nos concentramos en nosotros mismos. El miedo a la soledad, se basa en el mismo miedo a la muerte, morir solos y con recuerdos distantes, sin nadie alrededor, a tal punto en que miras en el espejo y no hay nadie en él. Ese es el límite de la soledad cuando ya no se toma ni uno mismo, cuando se olvida que como persona se tienen derechos y obligaciones, cuando se olvida que no es el único que se siente así, cuando se olvida que significa sentir esperanza. Y es que el problema de ser una persona es que se tienen sentimientos, todo sería tan fácil si no se sintiera el dolor de una pérdida, o si no doliera el desamor, si con dormir una noche se olvidaran las cosas malas o si el tiempo fuera más clemente y considerado y no dejara huella. Sería tan increíblemente sencillo un mundo sin más que paz y consideración, pero eso también se basa en la soledad. Duele una pérdida, porque al perder a un amigo o un ser querido, se siente más cerca la soledad; duele el desamor, porque nadie te acepta como eres y por qué te deja más solo que antes; duele el paso del tiempo ya que con cada segundo se está más cerca de esa pérdida y con la pérdida regresa ese estado de la soledad. Se dice que puede ser voluntario o involuntario, y sin embargo tan solo es cierto al principio, es voluntario cuando uno le dice a los demás que necesita pensar un poco y estar a solas en silencio, eso es voluntario. No lo es cuando son los demás lo que te abandonan y te dejan ahí, cuando tu no buscas huir de la sociedad, si no cuando la sociedad busca huir de ti. Es normal que en ciertas ocasiones las personas, por sus propios principios y pensamientos, se aislé de los demás en ciertos momentos de su vida, pero cuando se quiere regresar y no te aceptan, esa soledad ya no es porque fue buscada, si no fue adquirida. Y es lo complicado de esto, la soledad no es tan solo cuando realmente no te acepta nadie y comes solo en la mesa de la esquina, si no cuando aun estando en compañía de los demás se está callado en la esquina de la mesa. Alguien solitario no necesariamente es aquel que va en los pasillos solo, si no puede ser aquel que aparenta ir con un grupo de personas, las cuales, en su mayoría no le conocen. Se es solitario cuando se cree que nadie entenderá, que nadie le aceptará, que no es digno de estar en este mundo y sonríe ante ello, escondiendo las lágrimas en las noches de luna llena y en fotografías en compañía de gente tan falsa como ellos mismos. Se es solitario cuando se guardan apariencias y se sigue lo que los demás dicen y no escucha su corazón. Se es solitario cuando el único amigo que se tiene es ese cuaderno lleno de pensamientos, que se guarda bajo llave, por miedo a que alguno de sus “amigos” sepa cómo se siente. Se es solitario cuando no se elige serlo. No se es solitario cuando, las personas pasan un par de horas al día a solas, y son capaces de no se hundirse en ese sentimiento de no tener a alguien cerca; finalmente, se es solitario, y se sufre de soledad, cuando las 24 horas de un día se pasan calladas y se consumen en deseos de ser aceptados. Se es solitario cuando la soledad se vuelve un estado de la mente…
Ensayo sobre la nostalgia
La nostalgia no es una buena acompañante. Como no hay heridas frías, tampoco hay nostalgias frías. Pero a diferencia de las heridas, las nostalgias no arden. Son un rescoldo que no acaba de apagarse. Cuando se creen extinguidas, una palabra, una mirada, una canción o un lugar las reavivan. Están en la memoria como células durmientes. Sólo necesitan de un pequeño estímulo para activarse. Suele decirse que evocar o rememorar es volver a vivir. En realidad sucede todo lo contrario: recordar es la constatación de una pérdida absoluta. Nada es como era. Toda circunstancia se construye con elementos que son irrepetibles. Un momento nos reúne y el siguiente nos dispersa. Tal es la ley del tiempo, si se quiere voraz, siempre cambiante, aun el más monótono. Sospecho que estas fiestas de fin de año tienen una rara mezcla que incluye entre otras cosas el rito, la majadería y la farsa. Quizá por eso muchos las celebran disfrazados, incluyendo smoking y pajarita y traje largo de gala. Hay una cierta obligación a la alegría sin que haya buenas razones para tenerla. Mejor que así sea. Por qué no. Festejamos el porvenir por anticipado. Tal vez la vida no sea otra cosa que destapar cada año el champagne de los deseos y eso de darles rienda suelta nos embriaga y nos alegra. Tiene cierta semejanza con lo que me decía un didáctico lotero: un billete no da ninguna garantía de premio pero nos permite repartir e invertir el premio mayor durante toda la semana… Entonces, esa semana la hemos vivido como ricos. Y eso no hay con qué pagarlo.
Más sincera es la nostalgia. A muchos los acomete con las doce campanadas. Hay quienes tienen las defensas de los ensueños bajas y se dejan ganar por la rastrera realidad, rara vez del todo grata. Cuántas lagrimitas se atragantan con las uvas y les exprimen un sabor amargo. El problema, por baladí que se nos antoje, es que la nostalgia tiene la mala costumbre de sacar cuentas y sabe en qué momento preciso se las cobra. ¿Una ausencia? ¿Un matrimonio o un noviazgo que se quedaron sin saldo? ¿Un empleo perdido o una empresa fracasada? Algo queda irremediablemente atrás. Además, cuando la elipse vital comienza a declinar, la idea de que no somos inmortales nos ataca. Y esto es lo que le añade trascendencia al nuevo año. Pero déjenme abrir el último párrafo a lo que llamo “la nostalgia del futuro”, que no es otra cosa que la tristeza de lo que ineluctablemente ya no será posible. Recuerdo
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