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Flores En El Atico Vacaciones


Enviado por   •  16 de Abril de 2014  •  715 Palabras (3 Páginas)  •  544 Visitas

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VACACIONES

En el extremo del largo tallo de crisantemo apareció un solo brote, como un calendario vivo que nos recordase que tanto el Día de Acción de Gracias como Navidad se acercaban. Ésta era la única planta que nos quedaba viva todavía, y era, con mucho, la más preciada de nuestras posesiones. La bajábamos del ático para que pasara las noches caliente en el dormitorio, y todas las mañanas, Chris, que se levantaba el primero, iba corriendo a ver si el brote continuaba vivo. Luego Carrie subía también detrás de él, y se quedaba pegada a su lado, admirando la tenaz y valiente planta, que había salido victoriosa donde otras resultaron derrotadas. Miraban el calendario de la pared, para ver si un día estaba cercado de rojo, lo que sería indicio de que la planta necesitaba abono. Nunca se fiaban de su propio juicio, y venían a preguntarme a mí:

—¿Crees que debiéramos regar el crisantemo? ¿Te parece que tiene sed?

Nunca tuvimos ninguna cosa, viva o inanimada, sin ponerle un nombre, y la planta de «Crisantemo» estaba decidida a vivir. Ni Cory ni Carrie se fiaban de sus débiles fuerzas para subir el pesado tiesto a las ventanas del ático, donde la luz del sol llegaba, aunque fuese por poco tiempo. Se me permitió a mí subir «Crisantemo», pero Chris tenía que bajarla al dormitorio a pasar la noche. Y así, todas las noches, nos turnábamos, marcando el día con una gran X roja. Y ya habíamos cruzado así cien días

Llegaron las lluvias frías, comenzaron a soplar los fieros vientos, y a veces una espesa niebla nos cortaba la luz solar de la mañana. Las ramas secas de los árboles rozaban la casa por la noche, despertándome, haciéndome contener el aliento, como en espera de que algo horrible entrara y me devorara.

Un día en que caía una catarata de lluvia que podría convertirse más tarde en nieve, mamá llegó sin aliento a nuestro dormitorio, trayendo consigo una caja llena de bonitos adornos de fiesta, para poner en la mesa el Día de Acción de Gracias,

dándole así un aire de festividad. Traía también un mantel de brillante color amarillo y servilletas de lino color naranja, con cenefas.

—Mañana, tenemos invitados a comer —explicó, dejando la caja sobre la cama más cercana a la puerta, y volviéndose ya para irse—. Están asando dos pavos, uno para nosotros y otro para la servidumbre, pero, aunque no estarán listos a tiempo para que la abuela ponga algo en el cesto de la comida, no os preocupéis, porque no tengo la menor intención de dejar a mis hijos en un día de Acción de Gracias sin una fiesta digna de tal fecha; ya encontraré la manera de subiros algo de comida caliente, un poquitín de todo lo que comamos nosotros. Lo que haré será dar mucha importancia a servir yo misma a mi padre, y mientras preparo su bandeja, puedo guardar algo

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