LA NIÑA DE LA CAJA DE FÓSFOROS
joseluis1112Ensayo22 de Julio de 2020
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LA NIÑA DE LA CAJA DE FÓSFOROS
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, Dulcinea, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron!
Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad.
De repente ofreció los fósforos a un señor muy elegante llamado Jacinto que llevaba con él varios regalos con papel brillante que destellaban aun en el frío de la avenida, Jacinto rechazó los fósforos e incluso golpeó a la niña dejándola en el piso, aquél hombre tenía dos hijas en su hogar, Teresita y Catalina; cuando llegó a su casa, su esposa con una mirada solloza le comunicó que;el doctor había llamado con una terrible noticia, el diagnóstico de su enfermedad era incurable y le quedaban pocos días de vida.
Consternado y afligido tiro los regalos al piso y lloró, la cena estaba servida un pavo enorme resplandecía en el comedor pero el rostro desconsolado de saber cómo se consume su vida y que pronto debería despedirse de sus hijas le dolía en el corazón como mil puñales en el pecho se fijó en su ventana una imagen borrosa por la abundante nieve afuera en la avenida.
Era aquella vendedora de cerillos que había golpeado, la misma que en un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelin; volvía a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Ella tenía miedo de entrar a casa ya que su padre le pegaría así que permanecía en una bicera frente a la casa del señor.
Aquel señor tan grosero pero ahora miserable por su suerte, contempló la pobreza el hambre en la mirada de la niña la desgarradora realidad, en un destello vino a sus pensamientos una voz de sus adentros que le decía “si vas a morir no pases por alto el hacer bien por quienes necesitan ayuda, pues la vida te sentencia de forma inesperada, pero en el cielo recordarás que ayudaste sin esperar nada a cambio y eso te dará paz”.
Miró como la niña prendía los cerillos y sonreía con su mirada cristalizada como si estuviese alucinando, era evidente la niña estaba muriendo pues cayó en el piso gélida ya casi inerte, aquella pequeñuela de cabellos dorados y descalza estaba convaleciente, el señor salió de inmediato a recogerla la puso en sus brazos, su esposa trajo una manta de lana tejida a mano la cual era muy caliente pues su telar era muy fino y de calidad, la acercó a la chimenea y la puso en su regazo tan fuerte que podía sentir el leve latido del corazón que sucumbía, que se apagaba como los fósforos que llevaba en su mano ya quemados.
La niña se había salvado, la esposa de aquel señor la crio como su propia hija, al poco tiempo el señor falleció a causa de su enfermedad y aquel lugar que dicen cielo, paraíso más allá su alma fue recibida por una abuelita hermosa dulce y radiante, era el espíritu de la abuela de la niña que le agradeció por no dejarla morir en la calle. Fue verdad él sintió una paz infinita pues cambió la vida de una persona, trascendió sus errores su forma mezquina y apática con los demás y entregó amor y bondad,
La vendedora de fósforos atesora en su corazón a aquel señor que a pesar de sus errores supo ayudarla, se hizo escritora y le hace honor a su memoria con esta historia. Porque no importa el momento la circunstancia o el día, siempre se puede ayudar a quien lo necesite.
FIN
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