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Lenguaje, Semiosis Y Discurso: Una Mirada Pedagógica


Enviado por   •  30 de Mayo de 2012  •  8.157 Palabras (33 Páginas)  •  659 Visitas

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Lenguaje, semiosis y discurso: una mirada pedagógica

Alfonso Cárdenas Páez

Universidad Pedagógica Nacional

Bogotá, Colombia

Introducción

Sin duda, el lenguaje constituye un fenómeno que ha contribuido grandemente a moldear la manera como el hombre concibe el mundo y su papel organizador de la cultura como el modo de vivir humano; dicha comprensión no ha sido una conquista fácil, máxime cuando lo que se refiere a él adopta el tinte de lo intelectual y se somete a patrones epistemológicos de los cuales no siempre se puede tomar distancia. No en vano podría afirmarse que es uno de los cuatro factores que define la modernidad y la manera como esta abocó el conocimiento del mundo. Lo cierto es que el lenguaje ha concitado el interés de muchos pensadores que, desde diversos horizontes y a lo largo del Siglo XX, lo erigieron en el centro de las miradas cuyo interés estuvo centrado en dos horizontes intelectuales permeados ambos por la forma: la representación y la interacción.

Uno de los límites de estas maneras de pensar, se puede situar en la perspectiva de Saussure (1974), quien, desde la forma y la inmanencia, dio lugar a la ruptura con las pretensiones universales del conocimiento y apuntaló la relativización histórica, social y cultural de los modos de mirar el mundo, mediante la construcción de un nuevo objeto de conocimiento: la lengua; a partir de ahí, se ha generado una cadena de estudios y análisis que ha afectado profundamente el pensamiento humano. No en vano dicha cadena configura un denso y vasto horizonte denominado giro lingüístico (Rojas, 2006), el cual incorpora, entre otras, las miradas filosófica, antropológica, lingüística, semiótica y discursiva; más allá de estos límites, la reflexión sobre el lenguaje ha abierto diversos caminos hacia formas de razonamiento que permanecieron largo tiempo invisibles, ha contribuido a bajar de su pedestal a la verdad, ha mostrado su preocupación por las formas de la argumentación, ha dado pábulo al pensamiento narrativo, ha reflexionado sobre el papel constituyente del lenguaje y ha dado nuevos bríos a la hermenéutica como verdadera koiné de nuestra época (Vattimo, 1995), con lo cual ha contribuido a la detrascendentalización del hombre como sujeto y a su inscripción dentro de prácticas sociales específicas.

1. Naturaleza del lenguaje

A lo largo de la historia, han predominado dos concepciones acerca del lenguaje; una apunta a su papel en el conocimiento y la otra a su función comunicativa. Esta disputa nunca ha sido zanjada a pesar de los intentos realizados por algunas líneas de lo que se ha dado en llamar giro lingüístico. Mientras Saussure, a pesar de su visión formal e inmanente de la lengua, se inclinó por la segunda, para Chomsky (1971), la primera concepción es la que ha prevalecido a lo largo de la historia de Occidente; de ahí, su preocupación por el conocimiento, las competencias, los universales y la creatividad en su recorrido del lenguaje a la lengua, a diferencia del lingüista ginebrino quien anduvo los caminos del habla a la lengua.

Sea cual fuere la línea de pensamiento que se ha impuesto, lo cierto es que el lenguaje, más que un sistema formal e inmanente ya de signos o de reglas y más que un medio transmisor de mensajes, es una mediación (Wertsch, 1985) cuyo papel apunta al sentido desde los componentes semiótico y discursivo y desde la función cognitiva y social del lenguaje. El conocimiento y la comunicación serían, entonces, resultado del uso que se hace del lenguaje, de manera que, para nuestros propósitos educativos, el lenguaje tiene una doble naturaleza: semiótica y discursiva y una doble función: social y cognitiva.

1.1 El fenómeno de la semiosis

Si la semiosis define el lenguaje por su naturaleza de signo, y dando por descontado el problema de la representación, es necesario establecer que los dos constituyentes que lo integran (significado y significante) no establecen una relación simple, como tampoco que los signos están definidos de una vez para siempre, además de su diversidad. La de los constituyentes del signo es una relación múltiple de índole psíquica, sígnica y pragmática, desde la cual se puede reconocer que el signo, en su diversidad, plasticidad y desde su misma constitución, ya configura una compleja red de sentido que apunta en dirección al yo, al mundo y al otro; esta malla, tejida en torno a los nodos subjetivo, interobjetivo e intersubjetivo, responde a diversas formas de la enunciación y se enriquece funcionalmente a través de la expresión, la significación y la comunicación. Cada uno de estos ángulos, da lugar para pensar en los órdenes estético, cognitivo y ético propios de la organización arquitectónica del contenido y en los lazos que este contrae con la regulación sintáctica, semántica y pragmática del sentido.

Esta manifestación plural del sentido no se debe pasar por alto; ella sirve de orientación en el propósito de captar la naturaleza misma del acto de enunciación, cuyo horizonte se despliega en torno a la cultura, la sociedad y la historia.

En este orden de ideas, cabe hacer dos anotaciones; una consiste en reparar en la tupida red de mediaciones que, desde el signo, origina el lenguaje, la cual ha de tenerse en cuenta en cualquier enfoque acerca del mismo; otra apunta al hecho de que, si aún ha de considerarse, la ‘representación’ no es simple (verdad) sino compleja (una travesía de la verdad a la posibilidad); esto nos motiva a pensar que, más que a una dicotomía entre lo verdadero y lo falso, la representación es una red arquitectónica de sentido que, muy en la dirección de Bajtín (1992), el signo refleja, refracta y acentúa los modos de referencia al mundo-yo-otro y que, en términos semióticos, la mirada sobre el lenguaje no puede excluir ninguno de los componentes a través de los cuales damos sentido a ese mundo, sentido enmarcado dentro de la divergencia que exige la extraposición.

Una segunda idea relativa a la semiosis apunta a considerar que el lenguaje es un fenómeno de acción y de pasión a la vez. Como fenómeno de acción, el lenguaje se orienta tanto al conocimiento como a la conducta humana. Con respecto al primero, el pensar se amplifica en los planos lógico-analítico, crítico-hermenéutico y estético-creativo que, por igual, conectan con la significación, la interacción y la expresión. En cuanto al pensamiento, el lenguaje es una mediación que dispone los modos de pensar

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