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Luciérnagas Capitulo-1


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2022  •  Informes  •  2.096 Palabras (9 Páginas)  •  54 Visitas

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ANDREW.

Mis apacibles dedos junto al audaz arco, se mueven de manera perfecta y en una sincronización armoniza en mi violonchelo, la tonada de Perfect se escucha por cada rincón de aquel pequeño salón, al que llamamos estudio. El sonido es simplemente perfecto, válgame la redundancia. Los ligeros suspiros y entonaciones que sacaba de aquel artefacto creador de música, mantenía absorto a los presentes al igual que a mí mismo ¿¡y como no estarlo!? si podía tocar como un ángel su arpa cuando estaba de humor.  Mi timidez muchas veces me restringía de pararme frente a mis compañeros y deleitarlos a todos con una dulce melodía, pero hoy, le prometí a mi hermano que tocaría, y les demostraría a todos que soy poseedor de un gran talento y que no solo lo hacía por el amor al arte sino por algo que va más allá del amor y la pasión de dicho arte.

No puedo digerir y comenzar a parlotear sobre un temor al escenario que no tengo. No padezco pánico escénico, es más profundo que eso... le temo a las personas. Soy totalmente capaz de subir a un escenario y tocar mi mejor sinfonía, el problema que me trae es cuando las personas vienen a sofocarme con sus felicitaciones y es que tener a tantas personas encima mío, felicitándome y diciendo lo bien que lo hice me da pánico. No sé cómo explicarlo, pero la sensación de estar entre un tumulto de personas me enferma.

Al llegar a la estrofa final, y dar por terminada aquella dulzona y romántica tonada, mis compañeros y maestros se ponen de pie para darle la bienvenida a los estruendosos aplausos y algarabías por tan digna presentación de sus elogios.

-¡Bravo! Estuvo increíble- Agudizo la maestra principal de esta clase, La señora McGregor.

La susodicha ha sido mi profesora desde hace 10 años, ¡es la que mejor! Me entiende y siempre mantiene su espacio conmigo ya que, se podría decir que conoce hasta más que yo mismo mis manías y apaños. Es una señora de 50 años, piel arrugada por la edad y cabello canoso, es la típica señora con tres hijo y cinco nietos de los que habla todo el día, pero eso no le quita lo agradable, más bien, la hace más allegada a las personas y más alegre ante cualquier circunstancia. Podría decir a boca llena, que esta es la única persona de mi agrado en todo este salón.

Ya empiezo a agobiarme solo con observar cómo dos de mis maestras se acercan a abrazarme, hago notar que no quiero que se me acerquen con mi esquiva salida hacia un lado alejado de los demás. No soy maleducado, ni nada por el estilo, solo soy reservado y distante. Hablo cuando es necesario, interactuó con otros también cuando lo es y siempre estoy al margen de lo que sucede alrededor. Tengo amigos, por si se lo están preguntando, tengo amigos en el instituto, pero, aun después de 10 años en estas clases de chelo, no he podido sentirme cómodo con ninguno de los chicos que están aquí, o con mis maestras. Las personas a mí alrededor solo me sobrellevan porque compartimos toda la semana, y es mejor intentar comprenderse y llevarse bien.

Soy bueno, o así me catalogan. Soy un chico bueno y domable, pero restringido y contrariado al mundo. Mi timidez siempre podrá más conmigo que mis ganas de salir a comerme el mundo, las cuales son muchas. Quiero viajar, conocer lugares exóticos, conocer personas sin que me exaspere, pero lo más importante, me gustaría conocer el amor.

Lo sé, que cliché, pero con mis ya 17 años cumplidos y los 18 en camino, aun no comprendo lo que es el amor, o sentir mariposas en el estómago como dicen en los libros que leo. Soy tan cerrado y ermitaño que las chicas prefieren no acercarse, y en el momento en que lo hacen si no las espanto yo, lo hacen mis bulligs ¿o que creían? ¿Qué realmente un chico como yo podría pasar desapercibido? Pues no amigos, todos tenemos demonios.

Minutos después la clase termina, solo un par de correcciones a mis mañas con el arco, una que otra felicitación, y hablar sobre nuestras prácticas para las audiciones a Juliard que tenemos en unos meses. Algunos se quedan para dar una limpiada a sus instrumentos y otros se van a casa, yo soy del segundo grupo. Ya estaba ansioso por irme a contarle a mi abuela y hermano como me fue, sé que ellos se emocionaran por mí, y que seguro la abuela hará una cena especial para celebrar mi rendimiento y esfuerzo en el instrumento.

Tomo el chelo y lo pongo en mi hombro para así salir del establecimiento, algunos chicos se despiden cuando me ven, y otros simplemente me ignoran.

Ya afuera, una helada brisa choca contra mi rostro, como si de un pedazo de hielo se tratase, mis ojos se achican y mis facciones se agrian por tan pesado recibimiento de las calles del condado de Forest, Pennsylvania.

El cielo se encuentra teñido de un apacible gris, que ubicaba la caída de la noche. Algo interesante de este lugar es que nunca salía el sol en todo su esplendor, ya que las tortuosas nubes crises lo tapaba y no dejaban a este sacar ni un poco de su angelical brillo. Ya acostumbrado a tal clima, mi cuerpo se adapta rápidamente al frio anochecer, y no protesta ni con un leve temblor; aun cuando no llevo algo que me abrigase bien del frio.

El habitar aquí desde que tengo memoria ayuda bastante.

Mientras camino de regreso a casa me encuentro con uno que otro vecino que me saluda con vigoroso entusiasmo, no me atrevo a arremeter contra estos o a darles reprimenda por sus inaceptables actos, ya que son personas de la tercera edad. Quien se llevaría el doloroso golpe en la cabeza de esas manos huesudas seria yo; por irrespetar a mis mayores.

Opto por desviarme del camino habitual del viejo pueblo e irme por el bosque, así no les ocasionaría disgustos a otros, ni a mí tampoco. Conozco tan perfectamente este camino, que podría recorrerlo con los ojos cerrados. Al ser este un pequeño pueblo donde todos se conocen, y todos saben lo que les pasa a los demás, me es complicado sentirme cómodo aquí; mi abuela siempre dice: “Mí niño, tú no estas hecho para lugares pequeños como este.” y muy en el fondo todos sabemos que es así.

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