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Mitos y Realidades ED


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2018  •  Trabajos  •  4.468 Palabras (18 Páginas)  •  279 Visitas

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Mitos y realidades de la educación a distancia.

Una mirada arqueológica de sus tensiones

Roberto J. Salazar Ramos[1]

Universidad Nacional Abierta y a Distancia

Resumen

La emergencia de la modalidad de educación a distancia en los ámbitos institucionales del sistema educativo, cultural, pedagógico y político, es un evento complejo, situado más allá de los meros dispositivos escolares. Un conjunto de tensiones se derivan de esta complejidad, expresado en ciertos mitos cuya función es la de preservar la estructura del sistema educativo convencional y, simultáneamente, la de deslegitimar las alternativas educativas que establecen otros ordenamientos con pretensiones sistémicas y sistemáticas de formación y titulación. Una mirada arqueológica nos permitirá descentrar estas tensiones: territorialidad y espacios tecnológicos, aprendizaje temporal y aprendizaje vitalicio, reclusión de la formación y formación abierta, enseñanza directa y aprendizaje seriado, vigilancia disciplinaria y control informático, soberanía del profesor y diseminación de la información, de la enseñanza como centro al aprendizaje como preeminencia y los dilemas de la diversificación de las modalidades.

Palabras clave: modalidad de educación a distancia, metodología analógica, metodología virtual, aprendizaje digital,

Históricamente, la educación a distancia es un fenómeno reciente. Aunque sus prácticas surgen desde finales del siglo XIX, su emergencia como modalidad data apenas de la segunda mitad del siglo XX. Ha sido, en algún sentido, un acontecimiento silencioso, disperso y desplegado en medio de las sucesivas crisis experimentadas por los sistemas educativos en el ámbito mundial.

El contexto de su irrupción y subsiguiente instrumentalización, está atravesado por fenómenos diversos: la creciente demanda por el acceso a los diferentes niveles del sistema educativo, especialmente del universitario; las promesas políticas ligadas a la ampliación de la cobertura educativa; el acelerado desarrollo de los medios de comunicación social y su impacto en el escenario educativo y cultural; las aparatosas crisis de las instituciones escolares en el contexto internacional; el redescubrimiento de la educación como un bien público y sus valores agregados al crecimiento económico, la participación social y la lucha contra la desigualdad; la expansión de la sociedad industrial y postindustrial; el desarrollo de investigaciones psicológicas en torno al aprendizaje; el despliegue de los estudios lingüísticos y semióticos alrededor de la lecto-escritura, la producción textual y los mecanismos de su recepción; la aplicación de procedimientos industriales a los procesos de aprendizaje; la irrupción posterior de las tecnologías digitales de información y comunicación.

¿Pero cuáles son los elementos visibles sobre los cuales se estructura ese acontecimiento cultural denominado educación a distancia? ¿Qué mitificaciones acerca de este acontecimiento se han elaborado, quizá con intentos de deslegitimación? Responder estos interrogantes es el objeto principal del presente trabajo.

  1. Espacios territoriales y espacios tecnológicos

Tradicionalmente la educación a distancia ha venido siendo concebida como una modalidad que utiliza determinadas metodologías para la puesta en funcionamiento del proceso enseñanza-aprendizaje. Para el caso colombiano, en el primer hecho normativo producido en torno a su definición (1983), se asumió que en la educación superior abierta y a distancia “la relación profesor-alumno habitualmente no es presencial sino mediatizada, a través del uso de uno o varios medios de comunicación”. Además de esta pusilanimidad conceptual, se advierte también que, dado el carácter de las relaciones mediadas, “deberán programarse sesiones presenciales”[2]. Esta forma vergonzante de definición, acaparada en una relación de desemejanza con respecto a la educación convencional, ha demarcado un rumbo ambiguo en la historia posterior de la educación abierta y a distancia, ambigüedad que aún perdura, a pesar de la utilización cada vez mayor de las tecnologías telemáticas en la formación a distancia.

Una década más tarde, mediante otro acto jurídico, pero esta vez con jerarquía de ley, se determinó que las instituciones de educación superior “podrán adelantar programas en la metodología de educación abierta y a distancia, de conformidad con la presente Ley”[3]. Aunque reconoce la emergencia y legitimidad de la modalidad de educación a distancia, sólo le asigna el carácter de una metodología subsidiaria. El enunciado tiene, así mismo, una formulación de carácter excepcional, propia de una aclaración, semejante a un parágrafo, que supone una matriz innombrable, pero preexistente y concebida como fundamento natural de la formación que realizan las instituciones de educación superior, razón por la cual no dice que “podrán adelantar programas en las metodologías presencial y a distancia, de conformidad con la presente Ley”.

Las subsiguientes reglamentaciones, mediante las cuales se ha regulado la oferta de programas en el campo de la educación superior, se han centrado en la dimensión territorial de la implementación, llegándose a proclamar la unidad territorial que rige tanto a la educación presencial como a la metodología a distancia[4]. El concepto de extraterritorialidad, correlativo a la educación ha distancia, no ha ingresado aún en su plenitud en el marco legislativo. Por el contrario, se ha postulado que si las finalidades de la educación superior son compartidas y los métodos son diversos, es factible también la unificación de los procedimientos de oferta acudiendo a la noción de territorialidad como fundamento del anclaje cultural de la educación convencional.

Casi dos décadas después de la declaratoria de la educación a distancia como metodología por parte de la Ley 30, se expide el Decreto 1295 de abril de  2010, aún vigente, en donde se declara la diferencia entre educación a distancia y educación virtual por el uso de las tecnologías en uno y otro caso. La educación a distancia se define como una metodología que “se caracteriza por utilizar estrategias de enseñanza-aprendizaje que permiten superar las limitaciones de espacio y tiempo entre los actores del proceso educativo” y la educación virtual como aquella que exige “el uso de las redes telemáticas como entorno principal, en el cual se lleven a cabo todas o al menos el ochenta por ciento (80%) de las actividades académicas”[5]. En consecuencia, las instituciones deben adelantar los procedimientos establecidos para la obtención de los correspondientes registros calificados. Así, si una institución ofrece un programa a distancia, debe sacar el correspondiente registro calificado; si ese mismo programa lo ofrece en ambientes virtuales, debe realizar de manera independiente la obtención del registro como programa virtual.

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